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Las claves

Madrid es una ciudad que no para de crecer. El núcleo poblacional supera holgadamente los 3 millones de habitantes, mientras que si se le suman todos los municipios cercanos que tiene a su alrededor alcanza ya los 7 millones. Por ello, a veces se dice de la capital que es una ciudad de paso en la que es complicado echar raíces.

Sin embargo, hay para quienes Madrid es su ciudad de toda la vida. Incluso aunque no hayan nacido o crecido en ella, ya que con mucho esfuerzo consiguen forjar allí recuerdos y vivencias que forman parte de su pasado y de su presente. Para la mayoría de ellos, la capital también es sinónimo de futuro.

Es por ello que si viajamos al interior de los barrios más castizos de la ciudad también podemos encontrar un símil con pequeños pueblos o localidades donde todo es familiar y cercano. Es lo que sucede en Hortaleza, una de las zonas más castizas de la capital de España. En muchos de sus rincones, los madrileños de toda la vida siguen viviendo como si lo hicieran en su pueblo, alejados del gran movimiento de lo que ya es un gigante europeo.

Es precisamente en este barrio donde se ha producido una situación curiosa a la par que emotiva. Y es que los vecinos de la calle Santa Adela han perdido a uno de sus grandes pilares en los últimos días. Se trata de Fausto, el farmacéutico de confianza que durante 18 años ha atendido a todas las familias de esta zona.

El suyo era un caso muy particular, ya que no solo sabía el nombre de todas las personas que pasaban por delante de su escaparate, sino que conocía todos y cada uno de los medicamentos que tomaban, así como buena parte de sus vidas y de sus preocupaciones. Y es que para muchos de ellos, era más un confesor y un amigo que un trabajador del barrio.

La despedida de Fausto

Fausto se marchó de Hortaleza y dejó un gran vacío en el corazón de sus vecinos. Tanto es así que en el momento de su adiós de su icónica farmacia, muchos de ellos decidieron reunirse en torno a su negocio para despedirlo. Era el final a una bonita historia que ha durado 18 años, pero cuyo desenlace ha pillado por sorpresa al propio Fausto.

Una etapa que se cierra con el corazón encogido, pero con el cariño y el respeto de los más de 300 vecinos que pasaban habitualmente por su establecimiento. Estos han querido dar una despedida acorde a la dedicación que Fausto les ha transmitido durante casi dos décadas de esfuerzo y atención incansable.

Una multitud congregada a las puertas de su farmacia, aplausos, besos y abrazos, y un libro con dedicatorias y mensajes de despedida para quien ha sido un icono durante tanto tiempo. "Estoy tremendamente emocionado porque este barrio ha sido mi vida, ha sido mi casa, ha sido mi familia. Yo jamás pensé que me iba a ir de aquí".

Fausto explicaba en Telemadrid que gracias al apoyo de los vecinos había conseguido cumplir un sueño de vida. "Yo llegué aquí con la intención de que esto no fuera un negocio, sino que fuera algo más. Yo tenía una idea de cómo podía ser una farmacia y realmente lo ha sido, pero ha sido gracias a toda esta gente".

Y así ha sido. El barrio, en un acto de puro agradecimiento, ha querido mostrar toda su gratitud a quien durante 18 años les ha visto crecer y volverse vulnerables ante la enfermedad. Una fiesta triste que comenzó con un cartel que anunciaba un cruel adiós unos días antes: "Nuestro querido farmacéutico Fausto deja el barrio a finales de este mes".

"Después de tantos años cuidándonos con profesionalidad, paciencia y una sonrisa, queremos darle un adiós lleno de cariño. Ven a compartir un aplauso, un recuerdo, un gracias. Hagamos que se lleve un pedacito de nuestro barrio en su corazón". Para muchos, Fausto se ha llevado un trozo del barrio estas Navidades.