Cristian González
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Las claves

Indignación, miedo y rabia. Es lo que sienten los comerciantes de Tirso de Molina, una plaza situada en pleno centro de Madrid y a escasos metros de Sol.

El día a día en esta zona, donde se encuentra la estatua en honor al dramaturgo, se ha convertido en una auténtica pesadilla. No pueden más. Están hartos del vandalismo, los robos, el tráfico de drogas y las continuas peleas.

Se ha transformado en una especie de 'ciudad sin ley' donde algunos actúan con total impunidad, haciendo la vida imposible a los residentes y trabajadores del entorno.

Jesús (nombre ficticio) es dueño de Tirso Papel y Bolsas, una empresa creada en 2010, que se dedica a la venta y distribución de bolsas y plástico. Su familia trabajó durante toda una vida en Herrero Papel y Bolsas, casa fundada en 1898 que fue pionera en el sector.

"Llevamos años denunciando que todos los días entra gente a las tiendas a robar", afirma. Esconde debajo del mostrador dos sprays de pimienta por "si alguno se pasa de listo". Ante posbiles consecuencias policias, decide no revelar su identidad a este medio.

Montaje del antes y después de la tienda Tirso Papel y Bolsas. Cristian González / Cedida Madrid

Los comerciantes, al límite

Muchos negocios han decidido cerrar antes de lo previsto, mientras que otros invierten en reforzar los sistemas de seguridad del establecimiento.

Las cifras oficiales muestran un panorama más matizado. Según el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior correspondiente al segundo trimestre de 2025, la criminalidad en Madrid descendió un 4,8 % respecto al año anterior.

Lo que aumentó fue el tráfico de drogas con un 17 %, una tendencia que los comerciantes perciben cada día en forma de consumo y venta callejera.

Una plaza que ha perdido parte de su esencia

La taberna Tirso de Molina, con más de 40 años de trayectoria, es un clásico de los de siempre. De esos sitios que aún conservan ese estilo castizo, tradicional, donde son fieles a la gastronomía madrileña.

Luis Alfredo, 25 años y de Colombia, lleva más de 3 años trabajando como camarero en este local. "Vienen a pedir por los bares y aprovechan para robar teléfonos, bolsos, lo primero que vean", señala.

Cuenta que tiene que advertir a los turistas que no dejen los móviles en la mesa ni en la terraza, ni dentro del local.

Fachada de Taberna Tirso de Molina. Cristian González Madrid

Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal. El recorrido que menciona Joaquín Sabina en su canción 'Caballo de cartón', en alusión a la línea 1 del metro, sigue siendo el mismo.

Es de las pocas cosas que no han cambiado. Los comerciantes más veteranos aseguran que “se ha perdido esa esencia única, aquello que la hacía diferente”.

"Podías pasear tranquilo, niños correteando, un barrio alegre y no percibías esa inseguridad o miedo que se vive ahora. La gente no está comoda rodeada de suciedad, yonquis y olor a orina", comenta Martín.

En la zapatería Iris, Manuel (nombre ficticio) se encoge de hombros cuando recuerda el último robo. "Me quitaron un par de zapatos y un bolso. Vino la policía, pero es complicado pillar a esa gente", explica. Asegura que lo que le hace seguir ahí es que "le queda poco tiempo para la jubilación".

Interior de la tienda de zapatos Iris. Cristian González Madrid

Trabajar con miedo

Una empleada, que prefiere no dar su nombre, de la tienda de regalos 'Zakka' cuenta que el nerviosismo se hizo notar con la muerte de una compañera.

Se refiere a María Concepción Ortega, una comerciante de 61 años, que fue asesinada a puñaladas en el mostrador de su tienda durante un atraco en 2023. Concha, como la llamaban entre los vecinos, era la segunda generación en un establecimiento familiar llamado VisteBien.

El ataque ocurrió a la hora del cierre. "Muchos la conocían, llevaba mucho tiempo aquí, y, claro, eso puso en alerta a todo el vecindario. Quién me dice a mí que mañana no me vaya a entrar alguien a robar en la tienda y que me claven un cuchillo. Todos los días pido a Dios que por favor no me toque cerrar a mí".

Interior de la tienda de regalos Zakka. Cristian González Madrid

"Te hace sentir incómodo. Pero es que no podemos hacer nada al respecto. Nos hemos acostumbrado a vivir con miedo", dice René Ferreira, 25 años y de Brasil, que trabaja en Mosaico, una tienda de ropa Vintage.

Él ha pensado marcharse a otra zona de la ciudad, pero, ahora mismo, por comodidad y lo que le pagan no quiere dejar ese trabajo, aunque tenga ese miedo en el cuerpo.

Los comerciantes piden al Ayuntamiento de Madrid que aumente el número de patrullas policiales, instalación de cámaras y reforzar la limpieza.

Hay otros que lo tienen claro: "El problema está en la cantidad de gente que hay pidiendo en la calle. Pones un dispositivo policial fijo o los mandas a otro sitio".