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En Madrid cada vez quedan menos cafeterías de las de siempre. Esos sitios donde la gente desayunaba un café con churros, donde se leía el periódico con el ruido de la calle de fondo, o donde los jubilados quedaban a primera hora para charlar un rato.

Y es que desde hace unos años, muchos de esos locales ya han cerrado o se han convertido en lugares pensados casi solo para turistas, con precios altos y un ambiente propio de la quinta avenida, muy distinto al de antes.

Así lo describe con rotundidad el guionista y director Juan Cavestany, quien ha hablado de este tema con preocupación, asegurando que se trata de un asunto serio.

Un negocio cada vez menos presente. Istock

"Yo creo que una cosa de la que nos vamos a arrepentir mucho es del abandono de las cafeterías... El de los cines ya es una batalla muy difícil, hasta el cine de Jorge Juan sería fantástico poder recuperarlo como cine. Pero las cafeterías, lo que está pasando con las cafeterías creo que sí merece una llamada de atención", comienza diciendo el guionista.

Cavestany cuenta que desde que vive en el centro, se ha dado cuenta de lo que está pasando: "Llevo unos meses aquí, en la zona centro, Ópera Sol, en todo este centro, no hay cafeterías. Es muy curioso, son otra cosa".

Y es que donde antes había bares con mostrador de toda la vida, ahora solo se ven locales modernos, con cafés especiales y un marketing de diez, pero mucho más caros.

"Me parece un buen aviso decir, oye, las cafeterías ahora que son, ¿son lugares para turistas?. Sitios de café especializado, como muy caro y muy intenso y tal", explica el director.

Un buen ejemplo es el Café Central, famoso por sus míticos conciertos de jazz, ahora corre el riesgo de cerrar, aunque en redes sociales hay una campaña para salvarlo.

Cavestany lo cuenta con tristeza: "Ahora mismo hay una campaña en internet pidiendo firmas para que no se cierre el Café Central, pero parece que no hay mucho que hacer".

Es un lugar de encuentro para muchos. Istock

Para el guionista, que cierren estos lugares no es solo un tema de dinero, sino un hecho que afectará a la vida social. Es parecido a lo que pasó con los cines de barrio: muchos cerraron y ahora casi no existen.

Las cafeterías eran sitios para todos. Vecinos, familias, trabajadores y estudiantes, formaban parte de su día a día. Y es que si estos negocios desaparecen, también se pierde una forma de vivir.

Por eso, Cavestany lo tiene claro y no duda en animar a no dejar de ir a las que todavía siguen abiertas: "Yo animo a la gente a que siga entrando donde ponga Cafetería y haya formica en el mostrador".