El Orientalismo fue un modo occidental de entender y describir el mundo oriental, desde un punto de vista supuestamente objetivo y que le atribuía estereotipos relacionados con un aura de misticismo y exotismo. A raíz de esto, durante el siglo XIX, las grandes fortunas occidentales estaban muy interesadas en la estética del mundo oriental y la imagen que percibían de este.
De esta forma, durante este periodo muchas familias adineradas trataron de reflejar ese gusto por lo exótico con sus riquezas, como es el caso de la familia Xifré, con su palacio en pleno centro de Madrid.
Un emblema del llamado por aquel momento 'Barrio de los Banqueros' (el paseo del Prado y el de Recoletos), el Palacio Xifré fue construido entre 1863 y 1865 en el número 18 del paseo del Prado por deseo de Josep Xifré Drowning. El adinerado abogado quería edificar una residencia que destacase en la zona, que ya se encontraba plagada de lujosas viviendas de otras de las grandes fortunas españolas del siglo XIX. Para ello, usó parte de la fortuna amasada por su padre, José Xifré y Casas, en sus negocios de ultramar.
Xifré y Casas no es una figura exenta de polémica. Su historia es la de un joven inmigrante catalán que huyó a Cuba escapando de los acreedores de su familia y que logró amasar una gran fortuna con el comercio y los préstamos. Pero también es la de un negrero y un contrabandista, que aprovechó las coyunturas de su momento para crear una gran riqueza. Tal fue su influencia gracias a sus negocios que, a su vuelta a Cataluña, llegó a ocupar un puesto como concejal en el Ayuntamiento de Barcelona.
Tal fortuna sirvió para que su hijo levantase el Palacio Xifré, una joya de estilo neomudéjar diseñada por uno de los arquitectos neomedievalistas más importantes de la época, Boeswilbald.
El interés de Xifré Drowning en recrear un palacio árabe en el centro de Madrid era tan grande que costeó una expedición de un año a Oriente a varios especialistas franceses. Los eruditos francos tuvieron como objetivo reunir antigüedades árabes: tapices, mobiliario, alfombras, maderas, techos, columnas, etc. para incorporarlas al edificio.
Todo este gasto desmedido se produjo por dos factores, la inmensa fortuna de la familia Xifré y la competencia natural que existía con las otras grandes familias del 'Barrio de los Banqueros'. Las grandes fortunas del país se conocían entre ellas, y muchas de estas vivían en una carrera de la ostentación constante por ser el que mejor mostraba sus riquezas.
A veces, tanta opulencia da lugar a anécdotas curiosas, como la que protagonizó Antonio Aguilar y Correa, marqués de la Vega y Armijo y más tarde presidente del Consejo de Ministros. Tras la expedición de los especialistas a Oriente y la promoción del palacio junto a su reconocible estética, Aguilar y Correa felicitó a Xifré por su "precioso palacio chino".
El palacio perteneció a la familia hasta 1913, año en el que el nieto de los Xifré lo vendió. A partir de este momento, comenzó el desafortunado periplo por el que pasó el palacio hasta su demolición en 1949. Durante estos 36 años, el edifico tuvo diversas funciones y pasó por diferentes manos. En esos años, el palacio fue delegación de México, residencia del duque del Infantado e incluso una escuela durante la guerra civil.
Finalmente, la especulación inmobiliaria y la necesidad de aprovechar el espacio en centro de la capital hicieron que el Palacio Xifré fuese demolido en 1950. Varias partes de la estructura del icónico palacio fueron vendidas al mejor postor. Algo que pasó, por ejemplo, con la escalera interior, que terminó en Chiloeches, un pueblo de Guadalajara.
No obstante, una buena parte del Palacio Xifré terminó en la finca Lindaraja, ubicada en Segovia. Algo que fue posible gracias a que el dueño del terreno en los años de la demolición del palacio compró parte del derribo. Después, trajo piedra a piedra gran parte de la construcción, reedificándola en esta parcela de Segovia donde se mantiene a día de hoy.
Si uno se acerca a la zona, puede seguir viendo parte de la característica fachada del palacio y una de las torres del mismo. A su vez, el interior de la casa de campo también conserva decoración original de la casa de los Xifré, con ese estilo oriental tan reconocible.
De neomudéjar a franquista
Tras su derribo, la parcela fue usada por el régimen para edificar la Casa Sindical de Madrid, diseñada por Francisco de Asís Cabrero junto a Rafael Aburto y finalizada su construcción en 1951, actualmente es la sede del Ministerio de Sanidad y Consumo. El edificio fue la primera edificación moderna construida a instancias del gobierno franquista tras la Guerra Civil.
La estructura de la sede del Ministerio cuenta con los elementos propios de la segunda etapa de la arquitectura franquista. El uso de materiales como el ladrillo, la piedra caliza o el granito, junto al predominio de las líneas sencillas y funcionales, basadas en formas geométricas simples, son señas del racionalismo, un tipo de arquitectura popular a mediados del siglo XX.
De hecho, este estilo arquitectónico coincide con el que muestran otros edificios estatales de la capital, como los que se encuentran en la zona de Nuevos Ministerios. Este complejo gubernamental, diseñado por Secundino Zuazo Ugalde, se empezó a construir en la Segunda República en 1933 y el régimen lo terminó en 1942. Ambas construcciones comparten rasgos del racionalismo, como fachada basada en la repetición de huecos de geometría ortogonal y un carácter más sobrio y minimalista.