El restaurante Nicolasa del mediático empresario Arturo Fernández Álvarez reabre después de 11 años. Así, Madrid celebra el regreso de un clásico.
Nicolasa, referente de la buena mesa madrileña, reabre en la calle Velázquez, 150 —donde se encontraba el restaurante de MasterChef—, de la mano del grupo del hostelero: Arturo Cantoblanco.
Ahora, a sus 80 años, Arturo Fernández se embarca en reabrir Nicolasa, su marca —aseguran desde el grupo— "más emblemática" que marcó época como lugar de encuentro de la alta sociedad madrileña.
Según adelantó el propio Arturo Fernández a EL ESPAÑOL, el nuevo restaurante busca recuperar la esencia de la reconocida marca, convirtiéndolo en el "templo del pescado" por un ticket medio de 80-90 euros por comensal.
El famoso empresario llegó a tener uno de los grupos de restauración más grandes del país, con 187 establecimientos entre restaurantes —como el histórico Club de Tiro—, su servicio de catering y una gran cantidad de concesiones de cantinas y cafeterías en edificios institucionales como el Congreso de los Diputados, la Asamblea de Madrid y RTVE.
El grupo alcanzó una facturación anual que llegó a los 250 millones de euros, hasta que entró en concurso de acreedores tras la crisis reputacional y económica de Fernández derivada del caso de las tarjetas 'black'. Arturo Cantoblanco tuvo que liquidar varios de sus negocios, incluyendo el emblemático restaurante Nicolasa, que cerró en 2014.
La 'resurrección' de un clásico
Nicolasa era el restaurante de las grandes mesas del poder, donde se reunían empresarios, políticos y miembros de la familia real.
Su propuesta está basada en la cocina norteña y el mejor producto de temporada. En su carta encontramos entrantes como la gilda donostiarra, unas melosas croquetas de jamón —receta original de la casa— y el foie mi-cuit macerado en armagnac con pistacho y orejones.
También figura una selección de ensaladas: la de bogavante con pico de gallo y aguacate; la Cantábrica, con nueces, vinagreta de frutos secos, queso La Peral y pera; y la Huerta y Ventresca, con pimientos asados, ventresca de bonito y vinagreta de sus jugos.
Pero, sobre todo, en la cocina de Nicolasa priman los productos de primerísima calidad, procedentes de distintos puntos de España según mercado y temporada. Es el caso del tomate rosa o especialidades del mar como los mejillones de roca de la 'muga'.
La especialidad de la casa es, sin duda, el producto marino, eje central de la propuesta culinaria que firma el chef onubense Juan Benítez. No faltan los grandes clásicos, como los chipirones rellenos de sus patitas en su tinta, el bacalao Nicolasa —similar al ajoarriero— o la merluza de pincho, de la que se obtiene el lomo y las kokotxas, servidos con salsa verde.
A ellos se suman, según temporada, piezas enteras de pescado como la ventresca de atún, el rape, la lubina o el lenguado a la meunière con alcaparras.
A su vez, pueden disfrutarse de algunos platos de carne imprescindibles, como el rabo de toro al vino tinto, la presa ibérica, el chuletón de vaca madurada o un solomillo de vaca con foie, uvas y salsa bordalesa.
La carta reserva un apartado especial a las sopas y los guisos, donde no podía faltar la sopa Nicolasa de marisco o la menestra de verduras, así como una sección dedicada a los platos de temporada, con elaboraciones que varían a diario según lo que ofrece el mercado al equipo de cocina en cada momento.
El capítulo dulce lo firman clásicos como la tarta de queso Idiazábal ahumado, el arroz con leche o una tabla de quesos, entre otras propuestas tradicionales.
Al frente de la sala se encuentra el maître César Gallego. Bajo su responsabilidad está también la bodega, una cava en permanente evolución que reúne referencias de las principales bodegas nacionales.
El local dispone de una barra de estilo inglés, ideal para el aperitivo previo a sentarse a la mesa, ya sea en el amplio salón principal, en el discreto altillo o en la terraza interior ajardinada.
Además, para encuentros más privados o comidas de grupo, el restaurante cuenta con un reservado que puede dividirse. La sala conserva algunos detalles de Nicolasa original: los cuadros de bodegones repartidos por las paredes, las lámparas que iluminan cada mesa y los portillos junto al ventanal —las clásicas ventanas redondas de los camarotes de los barcos—, un guiño al carácter marino que define la cocina de la casa.
