Publicada

En septiembre del año pasado, La Capa, una cafetería cerrada y olvidada en Carabanchel reabría sus puertas convertida en el proyecto de tres hosteleros que han dicho basta. Al frente están Arturo Romera, Antonio Tapia (Piru) y Martin Phillippe See, quienes se conocieron detrás de la barra y los fogones sufriendo lo peor de la hostelería: precariedad y pocas garantías laborales.

"Nos dimos cuenta de que sólo montando algo propio podíamos ofrecer lo que nos gustaría recibir: calidad, trato cálido y un espacio que sea como una casa para el cliente", cuenta Arturo Romera. Él y Martin son cocineros con experiencia en alta cocina; Piru no venía del gremio, pero una etapa entre viñedos lo acercó al vino y, después, al grupo.

La elección del enclave no fue casual. "Toda mi familia es de aquí. Creí que Carabanchel era el único sitio donde podíamos emprender sin inversión inicial", reconoce Arturo. El local, antigua cafetería, se transformó con reformas mínimas: luces cálidas, espejos heredados de un abuelo, cuadros de amigos —incluyendo el póster de Manolito Gafotas regalado por Elvira Lindo— y esa estética orgánica tan propia. Mantener el neón original fue, para Romera, "lo más inteligente: mantener la belleza. Reivindicar lo viejo desde lo viejo".

La Capa es hoy un refugio "acogedor, algo anticuado, con mantel de papel y copas de buen vino", donde "el cliente es tratado por su nombre". Platos honestos, cocidos a fuego lento, sin florituras, pero con la materia prima como protagonista.

La cocina minúscula, tres o cuatro metros cuadrados y aforo para 36 personas, obliga a comprar y elaborar cada semana, arrancando los miércoles y vaciando las cámaras el domingo.

Las kokotxas al pilpil con huevos fritos. Al Pan Pan y al Vino Vino Studio

La carta fija incluye ensaladilla, escalope, kokotxas al pilpil con huevos fritos y un helado al corte que evoca a la infancia y que ellos mismos elaboraban, hasta que lo han dejado en manos de Campo a Través, que preparan con leche de cabra de la sierra.

El resto gira según mercado: bonito fresco, tomate aliñado, higos, calabaza y paté casero aparecen y desaparecen mensualmente.

Gastronomía democrática

El ticket medio ronda los 30 o 50 euros por comensal. La diferencia radica casi siempre en el vino. "Con las botellas hacemos precio de coste más 25 euros, nunca margen por porcentaje", insiste Arturo. El mundo del vino, elitista en muchos rincones de Madrid, aquí se democratiza: "Perdemos margen, pero ganamos clientes fieles".

Se puede beber porrón de vino de la casa por 15 euros (cinco copas) o descorchar botellas codiciadas que no aparecen en carta y se reservan para quien sabe apreciarlas, aunque sean de 400 euros de coste.

La bodega de La Capa puede hacer temblar al restaurante más 'cool' de Madrid. "No queremos que el buen vino sea exclusivo del barrio de Salamanca o de un restaurante con estrella Michelin", defiende Arturo. Por ello, La Capa tiene más de 600 referencias, desde vinos más humildes hasta auténticos tesoros, en un almacén cercano al restaurante.

La Capa fue la típica cafetería de barrio antes de la llegada del trío. Arturo presume de raíces manchegas, aunque nació en Carabanchel; Martin es filipino; y Piru, de San Blas. "Nos conocimos por casualidad, trabajando en otro bar de vinos, después de que el jefe nos dejara dinero a deber. A veces, de una mala experiencia surge algo mejor", concluye.

La Capa abre de jueves a domingo, en horario de comidas (excepto los jueves) y cenas (excepto los domingos). La revolución silenciosa de Carabanchel se gesta cada semana en La Capa demostrando que la 'alta cocina informal' y el vino honesto también tienen alma de barrio.