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Kathi Rüd ha aprendido que la vida te lleva a muchos sitios, pero el movimiento del cuerpo tiene su propio ritmo, sus propias necesidades, su propio rumbo y hay que aprender a escucharlo, a reconocerlo y a vivir en él.

Ella nació en Alemania, se mudó a Argentina, emigró con una beca a EEUU y la empresa la mandó a trabajar a Londres antes de que el movimiento de su cuerpo, y el de su marido, la llevaran a Chamberí. "Cuando tuvimos la posibilidad de ir a cualquier lugar del mundo, elegimos Madrid", reconoce.

Ahora, esta deportista y ejecutiva ha creado Casa Kavi, que no es un simple centro de yoga, sino "un espacio seguro" donde poder encontrarse a uno mismo, sin necesidad de hacer casi nada o de hacerlo todo. Lo que nos pida el cuerpo.

Sala Ashana de Casa Kavi, en Chamberí. E. E.

Lo curioso de "este refugio" del tiempo y del espacio es dónde ha nacido: dentro del mítico bazar chino Luchana, que llevaba un tiempo abandonado en la calle de Alburquerque, número 14, con 236 metros cuadrados libres esperando para ser un salto al escape o al encuentro.

"Yo quería Alburquerque número 15, pero los metros no nos daban. Y seis meses después terminé en Alburquerque 14, donde pensé que no iba a ser nuestro porque nos habían rechazado la oferta", explica Rüd.

De la mano de Zinc Arquitectos, Kathi Rüd ha transformado una sala sin vida, llena de agujeros en la pared, en una casa, en el hogar que estaba buscando desde hace mucho tiempo, pero compartido con la comunidad.

"No somos un centro de yoga al uso, lo que queremos es ofrecer herramientas de autoconocimiento y exploración para ser uno mismo. A través del movimiento, el yoga, la danza, el canto y la respiración, volver a encontrar nuestro lugar en la vida", aclara.

Kathi Rüd, creadora de Casa Kavi. E. E.

Por eso, en la oferta de actividades hay varios tipos de yoga (Yin, Nidra, Rocket, Hatha, Raja Vinyasa…), clases de pilates; de Chi-Kung, que es una meditación en movimiento; ejercicios de fuerza, de canto, viajes de sonido, hipopresivos, clases de expresión con técnicas teatrales... y hasta flamenco descalza.

"La ciudad necesita de estos espacios porque vamos a un ritmo muy rápido y lo que queremos ofrecer es un espacio seguro y no algo en lo que hacer un check más como puede ser el trabajo, la familia, el ejercicio... El objetivo era crear un lugar de autocuidado", insiste.

Kathi sabe que las necesidades no son las mismas para todos por mucho que los escenarios de estrés y consumismo sean comunes. Por eso, Casa Kavi crea planes personalizados para cada cliente que entra en su casa. Hablar con ellos, preguntarles por sus sensaciones, por lo que quieren, por lo que buscan... es su forma de trabajo.

"Entendemos que a veces hay disciplinas que intimidan y queremos ofrecer un espacio que esté alineado con lo que andas necesitando. Estamos acostumbrados a que se nos ofrezcan métodos y creo que ahí nos perdemos la riqueza de la autoescucha. Y en eso somos diferentes a lo que hay ahora en el mercado".

La fachada de Casa Kavi en Chamberí. E. E.

El propio diseño del espacio obliga a cualquiera que atraviese la puerta, abierta de lunes a domingo, a que se cuestione qué quiere hacer y dónde quiere ir. "Hay un lugar donde estar, tomar una bebida, un snack y pasar allí el tiempo que se necesite. Y una sala al fondo, Moksha, para meditar, para estar en silencio, leer...". Y entre medias, un sendero, que es el pasillo, y varias salas para las actividades.

Aunque Kathi confiesa que la elección de Chamberí para ubicar "su" casa tuvo que ver más con su tía: "ella me habló cuando era pequeña de este barrio", no es de extrañar que una argentina haya recalado en estas calles que parecen un imán para los nacidos en este país.

"Yo no lo sabía al principio. A mí me recuerda un poco al barrio de Palermo, pero luego leí que esta zona es como la Little Buenos Aires, que está llena de negocios llevados por argentinos, que están muy lindos. Ahora le toca el turno al autocuidado con Casa Kavi".