Quien piense que ir a bailar chotis o vestirse de 'chulo' en las verbenas de las fiestas de San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma es una tradición anticuada, está muy equivocado. Al menos, no si está la asociación La Tremolina para enseñar su forma de entender el casticismo de Madrid.
"Somos un soplo de aire fresco", define Nuria Rangel, una de sus miembros, sobre esta agrupación que lleva por bandera modernizar el folclore más madrileño. "Porque si tú quieres que una tradición perdure, hay que adaptarla a los tiempos", asegura.
Ya con su nombre lo quieren dejar claro: "Madrid, Madrid, Madrid, y vas a ver qué lo que es canela fina y armar la tremolina cuando llegues a Madrid". Así versa el famoso chotis de Agustín Lara que inspiró a este grupo de quince personas de entre 25 y 35 años de media (aunque su intención no es que sea solo juvenil) para crear su lema. "Significa aire, pero también bulla y jaleo. Nosotros somos un poco eso: somos el ímpetu y venimos dispuestos a armar la tremolina, en el buen sentido de la palabra".
En realidad, La Tremolina tiene apenas unos meses de vida. Nació poco antes del pasado San Isidro (celebrado el 15 de mayo), como consecuencia de otra asociación: los Chisperos de Arganzuela. "No sabíamos bailar chotis ni vestirnos de chulapos. Ellos nos lo han enseñado todo".
Eran miembros de esta que se separaron al darse cuenta de que tenían "una forma diferente de vivir el casticismo". "La tradición a veces es una cosa un poco encasillada. Como un fuerte que se defiende. Y nosotros queremos que sea más como una plaza que se toma", explica Alejandro Librero, otro de los fundadores de esta agrupación.
Inclusión y cercanía
Zapatillas y un top con la falda de chulapa, "relajando los códigos"; chotis mezclados con una base electrónica, claveles de colorines o bailes callejeros con un altavoz. Así viven los participantes de esta asociación cada verbena a la que asisten.
Aunque todo esto confluye en sus valores principales: la inclusión y la accesibilidad. "Queremos hacer la verbena accesible a todo tipo de personas. Sin tener en cuenta orígenes, creencias religiosas, color de piel, género, edad o preferencia sexual", afirma Nuria, que usa la palabra "cercanía" para definir al grupo.
Miembros de la asociación La Tremolina.
"Pienso que le damos otro punto de vista. Uno más desenfadado y en contacto con los valores sociales que defendemos transmitimos", agrega Celia Pozo, una de las participantes.
"Hay un momento que yo recuerdo con mucho cariño de las verbenas de San Isidro de este año. El último día de verbenas estábamos haciendo un pícnic en la pradera con la gente de la asociación, amigos y familiares. Éramos un grupo bastante grande. Y de repente cayó un tormentón. Nos arrimamos debajo de los paraguas y se me ocurrió empezar a poner canciones en nuestro altavoz sobre la lluvia: It's Raining Men o La gata bajo la lluvia. Empezó todo el mundo alrededor a cantar a voz en grito, bailando bajo la lluvia. La energía era tan bonita que una chica se nos acercó y nos dijo que éramos el grupo más divertido de toda la verbena", recuerda Alejandro.
Para él, preservar esta tradición lo calificaría como "importante". "Ayuda a preservar el sentimiento de pertenencia a una ciudad. En este caso Madrid, donde la gente aniquila un poco la posibilidad de crear esta comunidad con lo típico que se dice de 'es que en realidad nadie es de Madrid'".
"Yo soy madrileño", narra el también miembro, Jorge Librero, "pero en la universidad estudié con la mayoría gente que era de fuera. Hay algunos que se han quedado y otros que se han ido también. Por eso pensamos que debería de ser lo más diverso posible".
La asociación La Tremolina en las fiestas de Madrid.
"Creo que en Madrid lo que ha pasado es que ciertas formas de ver el casticismo no han sido valoradas. Porque si hay una cosa tiene esta ciudad es que es abierta, acogedora y plural. Y nuestra tradición tiene que serlo, porque Madrid es eso", añade Nuria.
¿Sus formas de llevar a cabo esto a la práctica? Con actividades que poco a poco van organizando, ya que, como puntualiza Jorge, todavía están "echando a rodar".
Por ahora, lo estrenaron en San Isidro, con un taller de chotis en colaboración con la cuenta de Instagram Lesbifriends, dirigida a mujeres lesbianas y bisexuales. "Fue un encuentro abierto, al lado de la estatua de Goya, con gente queer, que no siente tan suyo el casticismo y que pudo reclamarlo", dice.
También hacen bolos en residencias y otros encuentros más privados como excursiones a museos. Pero su actividad favorita, como señala Alejandro, es el baile callejero.
Y es que, al no formar parte de la Federación de Grupos Tradicionales Madrileños, por el momento no participan en las actuaciones programadas en los escenarios oficiales durante las fiestas. "Vamos arrastrando nuestro carrito con el altavoz y nos plantamos en alguna esquina a empezar a bailar", expresa.
Mirando hacia el futuro, aseguran que les gustaría seguir colaborando con otras asociaciones de todo tipo: racializadas, de migrantes o más próximas a la suya, con el folclore madrileño por bandera.
Uno de los públicos, quizá, más difíciles son los jóvenes, a los que también les gustaría llegar. "La tradición entre la juventud es difícil de sostener. Comparado con otros lugares, como puede ser Sevilla, con la Feria de Abril, sí que hay una diferencia. Llega a todas las personas, ya sean mayores o jóvenes. Yo creo que en Madrid podemos encontrar eso, porque sí que es verdad que su popularidad está creciendo", afirma una esperanzada Celia.
"De más pequeño, nunca iba a San Isidro", expone su caso, Jorge, "lo veía como un macrobotellón. Nunca me había planteado bailar un pasodoble, y eso que he vivido en Madrid toda la vida. No era de mi interés. Pero hace unos años empecé a ir a La Paloma, en medio del verano, y vi un oasis en el que todo el mundo remaba hacia el mismo lado, bailando y en los bares. Me dio envidia sana".
Y ahora, estos días de fiestas por la Virgen de La Paloma (del 5 al 17 de agosto), tanto él como a sus compañeros de asociación forman parte de todo eso. Pero siempre aportando su punto diferenciador.
