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En 1943, el jardín ornamental del número 257 de la calle Alcalá —ahora conocido como la Quinta de los Molinos— amplió sus fronteras hasta alcanzar las 29 hectáreas.

La finca de recreo, una de las últimas construidas en la capital, decidió crecer e introducir la tecnología más puntera que llegaba desde ambos lados del Atlántico para convertirse en algo más que un lugar de paseo.

Sus paisajes morados, que evocan las primaveras japonesas, dieron cobijo a una Escuela de Jardinería pionera en su tiempo, que fue transformando sus usos con el paso de las décadas.

Ahora, ochenta años después de aquella remodelación, la Comunidad de Madrid ha decidido proteger este espacio único de la capital otorgándole la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC).

El conjunto, célebre por el espectáculo de sus almendros en flor, forma parte del eje de quintas históricas de la antigua carretera de Aragón —hoy calle de Alcalá— junto a Torre Arias y El Capricho.

Fachada del palacete de la Quinta de los Molinos. CAM

El objeto de protección incluye tanto las formaciones vegetales como los distintos elementos patrimoniales de la finca: el Palacete de Cort, obra clave del arquitecto César Cort; la Casa del Reloj, situada en la entrada; las antiguas cocheras y almacenes; la lavandería, la pista de tenis y el invernadero.

El edificio principal, levantado junto al antiguo camino de la Guindalera, es fruto de las reformas realizadas entre 1939 y 1954 por Cort sobre una estructura previa.

A su alrededor se distribuyen tres áreas: los jardines geométricos de influencia vienesa vinculados a la arquitectura, zonas arboladas de transición y la parte agrícola, donde destaca su sistema hidráulico de riego. La finca debe su nombre a los molinos de viento importados de Estados Unidos en los años veinte del siglo pasado, instalados para extraer agua de los pozos.

A lo largo de su historia ha albergado diferentes usos: en los años ochenta fue sede de una Escuela de Jardinería dependiente del IMEFE, después alojó un centro de atención a adicciones y, desde 2018, es también el hogar del espacio cultural y social Espacio Abierto Quinta de los Molinos.

Manuscrito legislativo que se declarará BIC este miércoles.

Un dibujo sobre la fiesta de San Isidro

Además de la Quinta de los Molinos, el Consejo de Gobierno ha aprobado la protección como Bien de Interés Cultural del manuscrito Fueros y Leies Antiguas de España, del siglo XIV, y del dibujo anónimo Vista de la ermita y fiesta de San Isidro en Madrid, del XIX.

El texto jurídico reúne cuatro escritos fundamentales del derecho medieval castellano, entre ellos una versión inédita del Fuero Viejo de Castilla.

Dibujo de la feria de San Isidro. CAM

Incluye también las Leyes del Estilo y las Leyes nuevas, organizadas de forma temática, lo que constituye una rareza frente a otros códices conservados.

Por su parte, el dibujo, realizado a plumilla y aguada, pertenece a los materiales preparatorios del Voyage Pittoresque et historique de l’Espagne, la guía publicada por Alexandre Laborde entre 1806 y 1820.

La ilustración representa con gran detallismo la romería de San Isidro el 15 de mayo y se atribuye a François Ligier, uno de los dibujantes que acompañó a Laborde en su recorrido por España.