Madrid es hoy una ciudad abierta al mundo. Sin embargo, hubo un tiempo en que no era así. Por ello, era extraño encontrar a una mujer que pudiera dedicarse a su pasión y ganarse la vida con ello. Uno de esos casos rara avis es el de Clara.
Ella formaba parte de un gremio de auténticos artistas, un sector no siempre valorado en la sociedad madrileña. Clara formaba parte de ese grupo de personas dedicadas a la belleza y a atraer miradas, pero en los que pocos piensan cuando caminan por la calle.
Su profesión es la de ser escaparatista. A través de sus recuerdos se puede viajar por la historia del Madrid de los años 60. Y es que Clara lleva montando escaparates durante casi toda su vida. Actualmente está a punto de cumplir los 90, pero sigue manteniendo su amor por este noble arte.
De hecho, visiblemente emocionada reconocía en declaraciones a Telemadrid que si tuviera la oportunidad de volver a ejercer su labor, lo haría sin dudarlo. Suyos han sido los diseños de algunos de los escaparates más emblemáticos de una importante calle como la Gran Vía.
Y ahora camina con nostalgia, añorando lo que durante mucho tiempo fue su vida, rememorando sus creaciones y comparándolas con las tendencias actuales que han conquistado su reino. Un trabajo que durante sus primeros años hacía en la noche, esperando que viera la luz.
El recuerdo de Clara
Desde hace 17 años, Clara se ha encargado de la decoración de los escaparates de la tienda de la Casa del Libro donde se situaba la antigua Espasa Calpe. Una labor que no ha dejado nunca, pero que recuerda con mucho sentimiento.
"La verdad es que aquí viví unos acontecimientos muy bonitos. El hecho de estar aquí me emociona porque me trae recuerdos… En aquella época también tenía su encanto", asegura Clara, quien no puede evitar vivir con pasión una profesión que ha cambiado mucho con el paso de los años.
Antes, el modus operandi de estos artistas era diferente: "La fachada es la misma y las dimensiones son las mismas, pero el escaparate llegaba más atrás y se cambiaba cada 15 días". Además, explica que era muy importante la época del año en que estuviera.
Tenía que adaptar las temáticas para hacer sentir cómodo a quien se parara a disfrutar de sus creaciones. "Si era primavera, había que poner algo alusivo a la primavera. He montado escaparates de moda, pieles, zapatos y más".
Realizar todo el trabajo que hacía Clara tenía su ciencia y también requería de una importante dosis de talento. Es por ello que su labor marcaba la diferencia hasta convertirse en una referencia durante décadas en Madrid.
"Para mí, hacía un pequeño boceto y buscaba lo más selecto para destacar en cada sección. Los escaparates han cambiado para bien, pero ese recuerdo es imborrable y, además, bonito". Sin embargo, esta artista del escaparate no puede evitar echar la vista atrás y mirar todo lo que ha conseguido y a lo que sin duda volvería: "Si ahora me saliera una oportunidad lo haría; seguiría poniendo escaparates".
