Desde que acabó el año no he dejado de leer a propios y extraños afirmar que el peligro de la recesión se aleja, y eso, según ellos, a pesar de que media España no solamente esperaba sino que "casi deseaba" que sobreviniera esa recesión. Otros analistas menos finos directamente acusan en redes sociales a quienes alertaban del peligro de recesión de desearla para poder atacar al Gobierno. Pocas ideas más maquiavélicas que, más allá de lo burdo, nos muestra el nivel del debate económico que padecemos hoy en día.

Es una falta de responsabilidad grave asumir que hay ciudadanos (economistas o no) que desean la ruina de todos para que caiga el Gobierno, sea del signo que sea. Y, sin embargo, no fuimos solamente los economistas cenizos los que disparamos las alarmas: el Banco de España, la Autoridad Fiscal o el servicio de estudios del BBVA también lo hicieron.

Y no se trataba tampoco de un fenómeno local, Alemania entró a las puertas de una recesión en agosto y la amenaza de que se extendiera por la Unión Europea era real. De hecho, las previsiones de las instituciones mencionadas se diferenciaban en que unas preveían que la recesión llegaría en el último trimestre del 2022 y otras alargaban el plazo al 2023. No parece que las llamadas de atención de ningún economista estuvieran fuera de lugar.

"Es una falta de responsabilidad grave asumir que hay ciudadanos (economistas o no) que desean la ruina de todos"

¿Por qué señalar con el dedo a algunas de las voces y a otras no? No creo que haya nada personal, sólo faltaría. Así que la única razón que se me ocurre es que esos 'acusadores' están cegados por el relato.

No sé si ellos son los fabricantes de ese relato, pero parece claro que lo han hecho suyo y lo defienden como quien defiende su religión. Ese relato es triunfalista, acepta cualquier truco para que la apariencia económica sea más amable y asumen que la visión optimista precede las buenas noticias. ¡Ojalá!

Ese punto de vista es lo que los manuales de autoayuda a la medicina. Si te miras al espejo cada día y repites que eres maravillosa y lista, acabas siendo maravillosa y lista. Si abrazas árboles y sientes el contacto con la naturaleza alcanzarás la paz de espíritu.

Sin embargo, las vacas no dan leche. Como el padre le dice a su hijo en el cuento, hay que levantarse de madrugada, ir al establo, sentarse en el taburete y ordeñarla. Las cosas no caen del cielo.

La menor inflación española se debe a la intervención de precios y a la subida de tipos por el Banco Central Europeo. Las discrepancias entre el desempleo real y el registrado maquillan una realidad un poco más sombría de lo que nos presentan triunfalmente. La pérdida del poder adquisitivo de los salarios (que han subido un 2,8% frente a una inflación del 8,4%) es notable. Y a eso hay que añadir la destrucción del tejido empresarial, que azota especialmente a las micropymes, y que ha sido más intensa que en el 2021. Tampoco nos da un respiro el hachazo fiscal, que supone una losa cada vez más pesada sobre los hombros de los españoles.

[Opinión: España 2022, a la cola de Europa y con el paro maquillado. Por Daniel Lacalle]

El Banco Mundial, que no se caracteriza por estar entre los 'economistas cenizos' oficiales, advierte en sus previsiones de hace pocos días "que el crecimiento de las economías avanzadas se desacelerará del 2,5 % en 2022 al 0,5 % en 2023".

Y explica que en las últimas dos décadas, las recesiones mundiales han sido precedidas por desaceleraciones de esta magnitud. No solamente en Estados Unidos, el crecimiento caerá. También se espera que, en el 2023, la zona del euro no registre crecimiento, lo que representa una revisión a la baja de 1,9 puntos porcentuales.

"Si quieres leche, hay que ir temprano y ordeñar la vaca"

Es decir, no soy más maravillosa y más lista por repetirlo en el espejo, y la economía no va a ir de maravilla por más que lo repitamos persistentemente. ¿Qué hacer? ¿Nos hundimos en la parálisis a que conduce el pesimismo? No. Yo soy de las liberales optimistas. Creo que hay que ponerse manos a la obra para salir adelante. Si quieres leche, hay que ir temprano y ordeñar la vaca.

Y la primera condición necesaria para que el esfuerzo no sea en vano es tener claro dónde estamos. Somos parte de una economía globalizada (para lo malo y para lo bueno), tenemos un sistema productivo con deficiencias notables, como por ejemplo, que no hay mucho capital nacional, ni tampoco somos productores excedentarios de energía.

Estamos viviendo una situación pospandémica cuya recuperación se ha visto frenada por la invasión rusa y la guerra, y esta circunstancia determina la evolución de la economía mundial, desde muchos frentes. Sacar pecho por los datos de noviembre y diciembre cuando la guerra no ha terminado, y por tanto, no han dejado de actuar los complejos frenos a la recuperación, es, cuando menos, imprudente.

Dicho lo cual, hay que tener en cuenta que la guerra no explica todo, como tampoco explicaba todo el parón de actividad de la pandemia. Las medidas monetarias y no monetarias que se tomaron entonces y las que se están tomando ahora también tienen efectos a corto y a medio plazo. A medida que las medidas paliativas, que alivian pero no generan actividad, vayan desapareciendo, volveremos a la zona sombría.

¿Por qué no aprovechar para favorecer la creación de empleo, de riqueza y atraer inversores para lograr que España sea una economía industrial del siglo XXI, avanzada tecnológicamente? ¿Por qué no mejorar el sistema educativo para que los trabajadores del mañana cubran esos puestos de trabajo cualificados?

Es políticamente poco popular. El relato que vende es echar la culpa a los ricos, penalizar el ahorro y la inversión, promover el endeudamiento, y señalar con el dedo a quienes levantan la bandera de alarma y acusarles de que "casi se alegran" de la ruina de nuestra economía.

Miremos el hoy y no el mañana, porque, como decía Keynes, pasado mañana todos estaremos muertos. Que es como decir: miremos el hoy que el mañana ya lo pagará otro. Un fraude intergeneracional en toda regla.