Las últimas opiniones expertas sobre la economía europea empiezan a alarmar a los responsables de la misma. De momento, parece que esa alarma se queda en esas alturas económica y aún no ha calado en la opinión pública. Pero si llegara a hacerlo, sus efectos depresores serían terribles.

Los expertos concluyen su pesimismo a la vista: a) del comportamiento de los mercados bursátiles, que siguen volátiles; b) del crecimiento de la inflación general y, sobre todo, la subyacente (sin el efecto de los precios de la energía y los alimentos frescos); c) de la atonía del consumo interno; d) de la dificultad de la producción industrial por falta de suministros; e) de los anuncios de subidas del tipo de interés por parte del BCE y el comportamiento del Euríbor, que sube sin esperar las decisiones de la autoridad monetaria; …

Todos estos efectos juntos hacen sospechar que el PIB de los grandes países de la zona euro va a tener un comportamiento inferior al 1% en el segundo trimestre. Es decir, que en España, si en el primer trimestre se creció sólo el 0,3%, el total del semestre entre enero y julio podría ser inferior al 1% o muy poco superior.

¿Es estanflación? En teoría no, porque según la definición de este término económico, deberían coincidir dos trimestres con un crecimiento negativo, junto con inflación.

Pero si tenemos en cuenta que España perdió el 11% de su PIB por la Covid ¿tener crecimientos tan bajos, que no permiten recuperar esa pérdida en un plazo razonable, es crecer?

No: es no recuperar lo perdido. Una falta de recuperación que debería haberse producido ya, según todas las previsiones. Entre ellas la del Gobierno que eran crecer este año del orden del 7% del PIB. Previsiones que han pasado al olvido.

Todo lo que no sea superar el 6% de crecimiento del PIB para el 2022 es no llegar a la cacareada recuperación

Por tanto, todo lo que no sea superar el 6% de crecimiento del PIB para el 2022 es no llegar a la cacareada recuperación. En consecuencia, se puede interpretar que no es crecer, es no recuperar, incluso, decrecer. Especialmente si no llega al 1% en el primer semestre.

Como, además, la inflación no sólo no cesa, ni disminuye, al contrario aumenta (8,7% en mayo) y la subyacente también (4,9%) podría concluirse, de alguna manera, que: sí, hay estanflación.

Una opinión que el Gobierno no quiere oír. Máxime antes del 19 de junio día de las elecciones andaluzas ¿Cuál sería el efecto psicológico ante el electorado si llegase la idea de estanflación con la ruptura de los mensajes optimistas que trasmite el Gobierno del presidente Sánchez?

De momento, la sensación sería que se ha querido ocultar la realidad. Algo similar a lo que ocurrió el último año de la presidencia de Rodríguez Zapatero cuando anuncio "brotes verdes" que luego ni eran brotes, ni eran verdes.

Entonces, el electorado de izquierdas desengañado, se descolgó hacia la abstención. El electorado de centro-derecha voto a la oposición en masa. El resultado: mayoría absoluta del PP encabezado por Mariano Rajoy.

Una mayoría absoluta obtenida con una imagen muy parecida a la actual de Feijóo. La idea de que el centro-derecha es mejor gestor económico.

Si el pánico económico se instala en el electorado, el centro derecha no necesita crispar. Basta con que ponga el cazo para recibir los votos. Porque no gana la oposición, pierde el Gobierno.

Si el pánico económico se instala en el electorado, el centro derecha no necesita crispar. Basta con que ponga el cazo para recibir los votos

No obstante, ni la oposición puede esperar llegar pronto al poder, ni el Gobierno dejarlo. Porque por la lógica política, contra la económica, no va a haber elecciones generales adelantadas.

Por tanto, podemos concluir que se puede afirmar que hay estanflación en el primer semestre de 2022, aunque eso no va a influir en la situación político-parlamentaria.

¿Y después?

El turismo creará una sensación ficticia de que todo pasó. En el tercer trimestre creceremos ¿cuánto? Podemos afirmar que sobre el 2%. Pero otoño volverá a mostrar la cara amarga. Sobre todo a los asalariados que habrán vaciado sus ahorros con la alegría estival.

Cada vez somos más cigarras y menos hormigas. Pero, como en la fábula de Lafontaine, ¿a quién iremos a pedir árnica cuando llegue al frío económico?

*** J. R. Pin es profesor del IESE.