Los mercados financieros, los de cambio y los de materias primas han iniciado el año 2022 con un espíritu casi tan caprichoso como el de Pedro Sánchez con las mascarillas al aire libre. El último bandazo ilustra que en los temas de la Covid-19, la mayor parte de las comunidades autónomas, y hasta el propio presidente de gobierno, siguen la estela de una Isabel Díaz Ayuso que ya no es una llanera solitaria, aunque su papel de jefa de facto de la oposición esté ahora algo desvaído, forzada por su partido a actuar desde la sombra (casi, casi desde la clandestinidad, aunque la suban a los mítines).

El que los demás, como el burgués gentilhombre, hablen tu prosa (sanitaria) sin saberlo, también le quita lustre a la presidenta madrileña.

Desde los índices de bolsa al precio del gas natural y desde la cotización del euro frente al dólar hasta la cotización del níquel, los altibajos parecen ser la tónica del momento. Y es que los mercados son así: caprichosos.

Solo hay unos pocos activos que tienen claro el rumbo que quieren seguir; entre ellos, el litio y el petróleo que, desde comienzos de año, acumulan subidas respectivas del 44% y del 23%. Sin pestañear.

Pero no es solo ese precio el que vuelve a subir sin pausa, sino que, entre las variedades de referencia americana y europea para el petróleo y sus diferentes derivados copan seis de los siete primeros puestos por subida de precio dentro del grupo de 25 materias primas más importantes. La otra es la carne de cerdo.

En realidad, en términos netos, y a pesar de las oscilaciones, prácticamente todo está subiendo de precio en los mercados de materias primas, salvo el plomo, el azúcar y los metales preciosos.

Por tanto, al encarecimiento de la energía se suma el que los metales industriales más usados también acumulan una revalorización del 4,8% en un mes (el litio es un caso aparte, con subidas estratosféricas que notarán los compradores de teléfonos móviles y de coches eléctricos) y las materias agrícolas suman un 5,3% más al precio con el que terminaron 2021.

Entre las señales internacionales de alarma empieza a sonar con fuerza el que el índice de precios de los alimentos que elabora la FAO ha subido un 50% en los dos últimos años, los años de la pandemia. Y eso que aún no recoge parte de la subida de precio más reciente de las materias agrícolas. No tardaremos en ver las repercusiones políticas, como en 2011.

¡Pobre INE!, que tendrá que seguir recibiendo nuevos ataques por ser el portador de malas noticias a una ministra de Economía que cada día que pasa está más malhumorada.

A pesar de las oscilaciones, prácticamente todo está subiendo de precio en los mercados de materias primas, salvo el plomo, el azúcar y los metales preciosos

Es asombrosa la fuerza con la que ha arrancado el año el precio del petróleo, pues no es corriente que lo haga con semejante fiereza. De los últimos 44 años solo se ha revalorizado tanto o más que en enero de 2022 en diez ocasiones. Por lo tanto, ya se ve que no es un fenómeno muy corriente. Quizá porque esté anunciando un año que tampoco va a ser muy ordinario.

Lo llamativo es que no se puede encontrar una pauta común en el comportamiento de la economía global en esos diez años. Uno tendería a pensar que la subida del precio del petróleo, si no hay factores de tipo geopolítico que lo hagan subir (como en los años 1970s) debiera ser un síntoma de mayor demanda por un aumento de la actividad económica. O, al contrario, que esa subida de precio vaya a provocar tal encarecimiento de todo que termine desencadenando la caída de la actividad. El argumento, como se ve, como casi todo en las cavilaciones económicas, puede ir en los dos sentidos.

Pero entre esos diez años se encuentra de todo. Desde un año como 1987 con un buen crecimiento económico, pero también con el mayor crac bursátil diario de la historia, hasta otro como 2001, con el pinchazo de la burbuja tecnológica y el inicio de una recesión. Pero también años prósperos y burbujeros, como 2005 y 2006, o años en que la mayor recesión reciente se terminó (2009) u otros como los de la segunda recesión seguida en Europa, Japón y casi en EEUU (2011 y 2012). Años de fin de ciclo (2019) o de comienzos de ciclo (2021).

Como se ve, todo bien surtido y todo bien variado. Por ahora esa subida del precio del petróleo (pese a que la OPEP+Rusia anuncian subidas de la producción) combinada con lo demás recuerda al año 1994, un año en que los tipos de interés subieron por sorpresa en los EEUU y en que los mercados financieros se pusieron consecuentemente en trance de convulsiones, pero en que, no por ello, la expansión económica se detuviera. Y tampoco los mercados terminaron tan mal. Suerte tendríamos si todo transcurriera de esa manera, aunque en aquel 1994 no se retiraban estímulos monetarios y fiscales enormes de la manera tan drástica en que parece que se van a retirar ahora.

¡Cada año tiene su afán!

A diferencia de la subida de precio de las materias primas, otra cosa es lo que está sucediendo en los mercados financieros: las bolsas caen y lo mismo le sucede al precio de los bonos, tanto en EEUU como en Europa. La cosa se ha complicado mucho más en esta semana última en que el BCE ha lanzado un mensaje más duro de lo que solía, mostrando un comportamiento algo caprichoso también entre lo que dijo en diciembre y lo que dice ahora, lo que ha hecho temer a los operadores financieros que antes de que termine el año se podrían producir dos o incluso tres subidas de tipos de interés en la eurozona y suma inquietud a la ya existente de que en EEUU se esperan cinco subidas. El Banco de Inglaterra los ha subido ya.

Políticos, mercados financieros, autoridades monetarias… todos mostrando un comportamiento caprichoso y casi siempre por motivos que están lejos de ser los que aparecen en la superficie. Aunque quienes los observamos intentemos encontrar una explicación racional. Vano intento.

Da lo mismo: ninguno de ellos nos salvará la vida. Solo son parte del Gran Teatro del Mundo y de la ficción tan arraigada de empeñarnos en creer que saben lo que hacen. Lo único importante es que las economías crezcan y reine la prosperidad. Que este año estará acosada por fuertes nubarrones, pero que aún puede prolongarse artificialmente con unos fondos europeos en riesgo de malbaratarse.

Decía Oscar Wilde que la única diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho puede durar. Lo malo es que entre los políticos los caprichos van acompañados por las promesas y es sabido que son dos sustancias que no se mezclan bien. Pero no pasa nada. Nos pillan curados de espanto.

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