Al igual que hay casos de Covid 'persistente', con síntomas que no terminan cuando se supera la enfermedad, también esta pandemia está dejando consecuencias económicas negativas, que también podrían ser persistentes y duraderas. Una de ellas, y de gran importancia, es la inflación, el aumento continuado del nivel de precios de muchos productos y servicios.

En realidad, el aumento de la inflación se deriva, más que de la propia pandemia, de las medidas económicas para paliar sus efectos más negativos. Los medicamentos económicos contra la pandemia también tienen efectos secundarios. Por una parte, las restricciones a la libertad de circulación, y también a las posibilidades de trabajar, han llevado a cuellos de botella en la oferta. Pero, entre las causas de la inflación también están los programas masivos de compra de deuda pública por parte de los Bancos Centrales.

Comprar deuda pública supone, correlativamente, introducir dinero en la economía. Esto ha permitido que los Estados se pudiesen financiar en una situación crítica. Y esto, permitió, a su vez, el mantenimiento de rentas durante la pandemia. Pero cuando se fueron levantando, parcialmente, las restricciones, este aumento de dinero se tradujo en demanda efectiva que la oferta no está pudiendo satisfacer.

Lógicamente, una de las razones por las que el aumento de precios continúa es que los Bancos Centrales siguen introduciendo dinero en la economía. Por otra parte, cuando los aumentos de precios continúan durante bastante tiempo, los agentes económicos se adaptan, exigiendo aumentos de rentas y salarios, lo que lleva a aumentos de costes en las empresas, que a su vez llevan a las empresas a aumentar nuevamente los precios: se entra en una espiral inflacionista.

¿Se ha transformado un incremento puntual de algunos precios, especialmente energéticos, en una espiral inflacionista? La respuesta a esta inquietante pregunta es que el proceso está comenzando. Es cierto que los aumentos de precios comenzaron en la energía, pero se están extendiendo a otros sectores.

El proceso de subida de precios comenzó en la energía, que habitualmente se excluye, al igual que los alimentos no elaborados, de los índices de inflación subyacente que guían las políticas de los Bancos Centrales por su volatilidad. Pero, el principal problema es que hay causas estructurales del aumento de precios de la energía, especialmente en Europa. 

El principal problema es que hay causas estructurales del aumento de precios de la energía, especialmente en Europa

La transición ecológica tiene un coste, y este coste se paga mediante aumento de precios. Esencialmente, la transición ecológica es un proceso de internalización masiva de costes que antes no se pagaban, fundamentalmente en la producción y utilización de energía. El caso más claro son los derechos de emisión de CO2. Si antes no se pagaba por emitir, y ahora hay que hacerlo, y estos derechos son cada vez más caros, entonces, el precio de la energía subirá. Y si el precio de la energía sube, entonces, suben los costes de las empresas que utilizan esta energía, que son prácticamente todas. Si las empresas aspiran a mantener su rentabilidad, entonces lo que se puede esperar es que los precios suban.

Es cierto que la principal causa del aumento de los precios de la energía no es el aumento del precio del CO2, sino del gas natural y el petróleo. Aquí, el precio, igual que ha subido, podría bajar en el futuro. De hecho, a largo plazo debería hacerlo, al reducirse la demanda con la transición ecológica, a medida que ganen terreno las fuentes de energía renovables.

Sin embargo, antes de que eso llegue, nos estamos enfrentando a escasez de producción y oferta. La razón es que, para producir gas y petróleo, y también para transportarlo, hay que realizar importantes inversiones a largo plazo. Y aquí los países productores temen que, a largo plazo, temiendo que disminuya la demanda disminuyen las inversiones y exigen contratos de suministro a largo plazo, que dificultan la transición ecológica.

Esto es la pescadilla que se muerde la cola. Ahora no es posible sustituir estas fuentes de energía (sucias) puesto que las energías renovables son intermitentes, y necesitan respaldo. Pero ese respaldo es cada vez más caro, tanto por los derechos de CO2, como también por un precio del gas que sigue disparado. Y esto hace que la energía eléctrica sea cada vez más cara, lo que dificulta enormemente la electrificación de la economía que es un pilar básico del proceso de descarbonización. En cualquier caso, un aumento permanente de los costes energéticos se acaba transformando, con el tiempo, en aumento general de los precios cuando las empresas lo repercuten en sus clientes.

Por otra parte, como Estados Unidos ha decidido endurecer antes y más radicalmente su política monetaria, ante la subida allí no sólo de precios sino también de salarios, es bastante probable que el dólar se aprecie frente al euro. Esto acentuaría las presiones inflacionistas en Europa, al elevar el precio de todos los productos que importamos y que, generalmente, se pagan en euros (como por ejemplo el crudo petrolífero).

Por todas estas razones, parece que los aumentos generalizados de precios no van a ser transitorios, aunque nada me gustaría más que equivocarme. De hecho, ya hay empresas, que además básicamente compiten por precio, como Ikea que han anunciado un aumento general de precios de sus muebles de un 9%, ante el incremento de costes que está sufriendo. Muchos agentes económicos están incorporando las subidas de precios a sus expectativas.

Sin embargo, los sueldos no están subiendo al mismo ritmo. Por ejemplo, los salarios de convenio en España se han incrementado un 1,5%. Esto tiene dos caras. La positiva es que no se consolide el aumento de precios. La parte negativa es que, evidentemente, esto supone una pérdida de capacidad adquisitiva para millones de familias. En general, una crisis energética supone siempre el trasvase de rentas a favor de los productores de energía.

En la medida en que el gas y el petróleo suben de precio, los países exportadores obtienen mayores rentas provenientes de los países consumidores. A medio plazo, intentar compensarlo mediante subidas de sueldo sólo lleva a perder competitividad y a entrar en una espiral precios-salarios que cronifica los elevados niveles de inflación.

Frente a todo esto, a nivel europeo sólo hay dos armas. Para contener precios en la energía a corto plazo sólo se pueden aumentar, al menos temporalmente, los derechos de CO2 para que, al menos su precio deje de subir como la ha hecho en 2021: en enero del año pasado, la cotización media fue de 33 euros la tonelada frente a 79 en diciembre (ahora cotiza a 85). Como la cotización del petróleo y el gas no depende de España ni de Europa, poco más se puede hacer. En el petróleo y, sobre todo en el gas, se nos hacen presentes cuestiones geopolíticas, como las de Ucrania o Argelia, que podrían llevarnos a nuevos aumentos de precios. 

Como la cotización del petróleo y el gas no depende de España ni de Europa, poco más se puede hacer

Respecto al nivel general de precios, lo único que se puede hacer es endurecer la política monetaria siguiendo la estela de otros Bancos Centrales. Y esto puede tener efectos muy negativos en la recuperación económica, especialmente en los países del Sur de Europa, muy endeudados, como Italia y España.

El tiempo que compró el BCE, con su acertada política monetaria, se está agotando, porque tampoco es posible mantener indefinidamente las compras de deuda pública. Como vemos, retirar la medicación también puede tener efectos secundarios. Por otra parte, cuanto más se tarde en normalizar la política monetaria, más probable es que los agentes económicos consoliden sus expectativas de una inflación muy superior al 2%. Eso supondría que, para reducir la inflación, el BCE tenga que ser aún más agresivo en el futuro.

Más allá de los dilemas europeos con la política energética y monetaria, también tenemos el hecho de que la inflación española está siendo superior a la de los países de nuestro entorno. Esto forma parte de un escenario económico mucho menos idílico del que nos gustaría. Esta inflación asimétrica, sus causas y sus consecuencias, las comentaremos en el próximo artículo.     

 *** Francisco de la Torre es economista e inspector de Hacienda.

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