En medio de una pandemia, que la conversación sobre el número de infecciones y de víctimas evolucione para convertirse en otra en torno al desarrollo de las vacunas para evitarla es, sin duda, un síntoma de alivio. 

El alivio es, sin embargo, aún ilusorio: por mucho que sea positivo que varias compañías farmacéuticas hayan conseguido acelerar el procedimiento normal del desarrollo de vacunas, que suele tomar varios años, para pasar a llevarlo a cabo en varios meses, hablamos aún de una solución que tomará bastante tiempo para su logística de distribución y administración, y que incluso entonces, no llegará a tiempo para salvar a muchas víctimas - en algunos países, varios cientos cada día - que aún están cayendo víctimas del virus.

La mortalidad ha disminuido, sí, pero aún existe, y no es poca. De hecho, la conversación en torno a la vacunación puede estar provocando una falsa sensación de seguridad y una euforia injustificada que en varios países podrían llegar a provocar nuevas oleadas, como está ocurriendo en los Estados Unidos con su Día de Acción de Gracias, o en general en el mundo occidental con las fiestas navideñas. 

La vacunación puede estar provocando una falsa sensación de seguridad y una euforia injustificada que en varios países podrían llegar a provocar nuevas oleadas

En los Estados Unidos, las reservas para viajar en la última semana de noviembre están superando las expectativas más optimistas, a pesar de los múltiples avisos públicos que alertan sobre la obvia posibilidad de que esos desplazamientos vuelvan a provocar eventos de supercontagio y nuevas oleadas de diseminación del virus.

En otros países occidentales, muchas de las medidas tomadas parecen tener como fin el poder "salvar las navidades", un fin completamente absurdo e injustificable cuando la contrapartida puede ser un mayor coste en vidas humanas.

El día de Acción de Gracias o las fiestas navideñas pueden ser fiestas todo lo entrañables y familiares que uno quiera, pero dedicarse a "salvarlas" como si ello fueran un fin en sí mismo en lugar de recomendar u obligar a la población a que mantenga las precauciones para evitar la transmisión del virus es francamente irresponsable e injustificable. 

Las fiestas familiares tienen un patrón evidente: una vez que la familia se reúne, mantener la distancia social, el uso de mascarillas y otras medidas de precaución se convierte en completamente imposible, más aún cuando se trata de fiestas en las que la comida tiene un componente fundamental y que, debido a la climatología, tienden a desarrollarse, lógicamente, en interiores. Son, nos pongamos como nos pongamos, eventos de supercontagio, y sus consecuencias son, a estas alturas, por todos conocidas. 

A esta pandemia que vivimos le queda aún, desgraciadamente, mucho recorrido. Cuando las vacunas hayan logrado ser certificadas mediante procedimiento de urgencia por las correspondientes autoridades, algo que varias de ellas han solicitado ya, deberemos proceder a su distribución, que en algunos casos implica construir cadenas logísticas con requisitos complejos de mantenimiento a muy bajas temperaturas.

Que haya vacunas que no tengan estos requisitos puede parecer un alivio, pero en las circunstancias en las que estamos, eso no quiere decir que podamos permitirnos el lujo de elegir "tráigame usted esta vacuna en lugar de aquella".

Más bien lo contrario: los meses que se nos vienen encima serán un constante agobio y una lucha para ver qué gobiernos se hacen con qué vacunas, qué logística desarrollan para su distribución, y a quiénes priorizan en su administración. 

Este tipo de consideraciones son de todo menos intuitivas, conllevan disyuntivas incluso éticas, y carecemos completamente de experiencia al respecto.

Aunque podría parecer que es mejor vacunar primero a personas de riesgo para evitar que padezcan la enfermedad, la realidad podría ser que la mejor manera de prevenir más infecciones sea hacer precisamente lo contrario, vacunar primero a los jóvenes y a los más susceptibles de incurrir en comportamientos irresponsables que provoquen una mayor expansión de la enfermedad. 

Y en medio de todo ello, importantes porcentajes de la población que podrían pretender negarse a ser vacunados, y con un procedimiento de administración de doble dosis que incrementa más aún la complejidad de su administración. La concienciación y la lucha contra las reticencias y el negacionismo van a ser importantísimas en los próximos meses, y son responsabilidad de todos, no solo de los gobiernos y de los medios de comunicación. 

De acuerdo, la ciencia ha conseguido acelerar enormemente el procedimiento de desarrollo de vacunas, y debemos congratularnos por ello. Pero tal y como están las cosas, lo normal será que la pandemia y las precauciones que mantenemos actualmente deban persistir como mínimo hasta finales del 2021, y que mientras tanto, sigan registrándose contagios y muertes de manera habitual.

Dejémonos de sentimentalismos, de tradiciones y de "salvar las navidades", y mantengamos las precauciones mientras sean necesarias, por favor. Lo contrario, simplemente, no tiene sentido.