Este jueves comienza la reunión de dos días de Jackson Hole que desde 1982 reúne a banqueros centrales, académicos, ministros de finanzas y directivos de grandes compañías privadas. Hasta ahora se celebraba en esta localidad de un lugar apartado de Wyoming, pero la Covid-19 ha obligado a convocarla por videoconferencia. Además, como novedad, está abierta al público. 

Esta reunión mundial de los líderes de la política monetaria del mundo, promovida por la Reserva Federal (FED) de Kansas, tiene una especial significación en plena pandemia por el coronavirus que ha afectado al conjunto de las economías mundiales.

Un problema global que también ha tenido una respuesta concertada y simultánea de los bancos centrales para evitar un derrumbe de la economía a medio y largo plazo, y minimizar la paralización de las economías que provocó el confinamiento de la población. 

El verdadero protagonista de este encuentro es Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos y las pistas que puedan surgir sobre su plan de política monetaria de la todavía primera economía mundial. Y es que la Covid-19 ha igualado los ciclos económicos de todos los países, obligando a Estados Unidos a recortar los tipos de interés.

El pasado 15 de marzo Powell bajaba el tipo de intervención desde el 1,25% hasta la banda del 0%-0,25%, mientras que en la eurozona se mantienen al 0% desde marzo de 2016 y en Japón en el -0,10% desde febrero de ese mismo año. Un movimiento que ha traído una importante depreciación del dólar respecto a buena parte de las monedas del G-10. 

La Covid-19 ha igualado los ciclos económicos de todos los países, obligando a Estados Unidos a recortar los tipos de interés

Ha sido la Fed estadounidense la que ha tenido que mover ficha y la que suscita el interés de los agentes económicos después del severo recorte introducido para alentar su economía y con ella la elevación de la tasa de paro hasta el 10% que ha traído la pandemia. Todo ello unido a ingentes planes para dotar a los mercados de liquidez que acaben finalmente en los bolsillos de empresas y consumidores. 

Es bien sabido que la función de los bancos centrales no es estrictamente la de estimular la economía, pero estos principios ya se rompieron claramente con la crisis financiera de 2008 y ahora casi nadie los menciona.

Al igual que el Banco Central Europeo, la Fed estadounidense tiene un objetivo marcado de conseguir una inflación que no supere el 2% y promover el máximo empleo. Sin embargo, los mercados se han acostumbrado al aliento de esta liquidez abundante a costes muy bajos. 

Desde la óptica de la estabilidad de precios que los bancos centrales tienen como misión, las cosas son también diferentes entre Estados Unidos y la Eurozona. En tasa anual y con datos del pasado julio, Estados Unidos arroja una inflación del 0,986%, mientras que en Europa se sitúa en el 0,391% de media, con muchos países con datos negativos como el caso de España con un -0,620%.

La función de los bancos centrales no es estrictamente la de estimular la economía, pero estos principios se rompieron con la crisis de 2008 

Así, Estados Unidos se encuentra mucho más cerca de ese 2% de inflación, lo que suscita los temores de los mercados a un endurecimiento de su política monetaria cuando se acerque a estas cotas.

Por ello, los expertos especulan que en la reunión de Jackson Hole se retome un tema importante como la utilización de horquillas en los objetivos inflacionistas de Estados Unidos. Varios representantes de las Reservas Federales de los Estados se han pronunciado en estos meses a favor de flexibilizar el objetivo, incluso de apuntar a un nuevo techo inflacionario en el 2,5%. 

El presidente de la Fed de Chicago, Evans, señaló recientemente que la Fed no necesitaba subir las tasas hasta que la inflación se dirigiera al 2,5%. El presidente de la Fed de Dallas, Kaplan, estaría dispuesto a permitir que la inflación se elevara al orden de 2,25-2,3 %, y el presidente de la Fed de St. Louis, Bullard, apuntó que había una mayor simpatía en la Fed por superar el 2%. 

La semana pasada Jerome Powell ponía fin a la posibilidad de que la Fed controlase la curva de los tipos de interés, provocando una subida de las rentabilidades a largo plazo.

Otra de las opciones que los mercados barajaban a la búsqueda de conocer ese plan definitivo de la política monetaria estadounidense. Fijar un calendario de actuaciones en base a las metas de empleo o inflación de esta economía son otras posibilidades que la propia FED ha anunciado y que se espera se concreten en la reunión prevista para el mes de septiembre. 

En la búsqueda de una mayor certidumbre sobre el futuro comportamiento de la Fed subyace el temor de los mercados a una desescalada brusca de la actual política monetaria expansiva que ha impuesto la Covid-19.

El bono a 10 años de Estados Unidos comenzó el año con una rentabilidad del 1,91% y llegó a caer hasta el 0,52% en marzo y ahora se cotiza en el 0,71%. Una importantísima subida en el precio del bono que un movimiento brusco de la Fed convertiría en pérdidas. También la caída de los tipos ha favorecido el impulso de las Bolsas estadounidenses, ayudadas por supuesto por el tirón de sus gigantes tecnológicos. 

En esta reunión de Jackson Hole -cuyas deliberaciones son secretas- los analistas buscarán esas certezas, ese programa que les asegure movimientos de política monetaria previsibles. Además, saber si la Fed va a hacer caso únicamente a sus objetivos económicos de empleo y estabilidad de los precios o va a tener un compromiso mayor con los mercados.

En esta encrucijada se encuentra Jerome Powell que debe cumplir sus objetivos inflacionistas y evitar un pinchazo brusco en los mercados de deuda que provocarían un efecto contagio en todo el mundo. Y eso, sin olvidar que estamos en un año electoral y que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no se ha cortado nunca en criticar a esta institución si no se ajustaba a sus deseos. Un Trump que si no revalida su mandato dejaría una Fed más libre y menos esclava de los intereses de la banca de inversión y sus clientes. 

*** Luis Aparicio es editor de inversionycarteras.es y fue director de Invertia entre 2005 y 2018.