La experiencia nos ha enseñado que las mejoras fórmulas, aquellas con mayor poder de transformación e impacto, son aquellas sustentadas en la suma de esfuerzos. En este sentido, el éxito es siempre colaborativo. Esto es así porque la complejidad de los problemas requiere enfoques y soluciones corales que huyan de la simplificación o la búsqueda de protagonismos únicos. Esto es algo que ya demostró la sociedad española en la recuperación de la crisis que arrastrábamos desde 2008.

Una vez más, los españoles, han respondido desde el inicio de la crisis sanitaria con responsabilidad, respetando las reglas del confinamiento, trabajando desde casa o en primera línea, como han hecho los trabajadores de las actividades esenciales, especialmente los sanitarios.

También las empresas han reforzado su compromiso con las personas, ya sea luchando por el mantenimiento del empleo o incluso volcando su solidaridad en favor de la comunidad: reorientando sus líneas de producción para fabricar respiradores, pantallas o mascarillas, comprando equipos de protección fuera de España para los sanitarios, garantizando el suministro de alimentos, desinfectando espacios públicos o incluso poniendo instalaciones a disposición de los enfermos o trabajadores. Y lo han hecho y lo siguen haciendo grandes empresas, pymes y autónomos de todos los sectores y en todo el territorio nacional, mostrando su rostro más social.

Todo eso es lo que ha demostrado ya la sociedad española, en uno de los momentos más críticos de nuestra historia. Sin embargo, el reto no ha concluido. A la emergencia sanitaria debemos añadir una crisis económica y social sin precedentes que se ha gestado en apenas unos meses y que lastrará nuestro progreso al menos hasta el año que viene.

El informe que conocimos el lunes del Banco de España prevé una contracción muy severa del PIB este año de entre el 9,5% y el 12,4%, con una recuperación en 2021 a todas luces insuficiente para recuperar el nivel de crecimiento previo a la pandemia.

Un golpe con efectos muy adversos en términos de empleo. Aunque sin lugar a dudas podrían ser peores, ya que la diferencia con otros momentos de la reciente historia económica de España es que contamos con un modelo de flexiseguridad laboral que prioriza el empleo, que ha hecho posible, con una pérdida de actividad económica del 50%, el mantenimiento de cuatro millones de empleos a través de ERTES con acuerdos entre los sindicatos y las organizaciones empresariales.

El modelo de flexiseguridad laboral ha hecho posible, con una pérdida de actividad económica del 50%, el mantenimiento de 4 millones de empleos 

Ahora bien, más allá del daño inmediato que evita el recurso a los ERTE, no cabe obviar que estamos ante mecanismos temporales. La cuestión es ¿después qué? Y la respuesta debe ser siempre la misma: empleo, empleo y empleo.

En ese escenario la confianza se convierte de nuevo en el elemento clave, que se pierde con rapidez y que en cambio cuesta mucho recuperar. Lograrlo exige trabajar en varios frentes, pero conviene destacar dos: transparencia y seguridad. Transparencia, por ejemplo, en la información compartida, algo esencial a la hora de tomar decisiones y también a la hora de comprenderlas. También es fundamental la seguridad, no solo sanitaria, sino también técnica y jurídica, proporcionando al menos un mínimo de certeza desde el punto de vista normativo, que permita modular riesgos futuros y valorar decisiones de inversión, financiación o emprendimiento.

Con estas premisas y ante la gravedad del escenario futuro, no hay tiempo que perder para trabajar por la recuperación y tratar de pasar de la incertidumbre a la confianza, priorizando a las personas. Eso es algo que, sin duda, puede ser compartido por la sociedad española en su conjunto y por todo el arco parlamentario. Pero más allá de la expresión del deseo de todos de salir de esta situación cuanto antes, es crucial fijar una estrategia para lograrlo.

La confianza se convierte de nuevo en el elemento clave, que se pierde con rapidez y que en cambio cuesta mucho recuperar

Por ello, en mi humilde opinión, esta estrategia debería considerar algunos elementos fundamentales, todos dirigidos a reconstruir la confianza en la que se asientan las decisiones, tanto a nivel individual como agregado y que, al final, hacen posible los proyectos de vida de las personas.

En el ámbito de la salud es exigible consolidar una estrategia sanitaria compartida entre el Gobierno de España y las CCAA con la comunidad científica, los profesionales sanitarios y la industria farmacéutica que ofrezca algunas certezas hasta la obtención de la vacuna.

La vacuna aparece en el horizonte como un hito en el ámbito sanitario, pero para alcanzarlo tendremos que hacer un recorrido que requerirá acciones previas relativas a movilizar los recursos suficientes, anticipar escenarios de salud pública con las mayores garantías en la respuesta de cara a posibles rebrotes del coronavirus. Por su parte, la UE habla de nueva "soberanía sanitaria estratégica” del espacio europeo que "reduzca la dependencia" del exterior, por ejemplo, en la producción y compra de medicamentos y capaz de liderar una respuesta ante futuras epidemias.

Es exigible una estrategia sanitaria compartida entre el Gobierno y las CCAA con la comunidad científica, los profesionales sanitarios y la industria farmacéutica

En lo económico y social, la estrategia debería modularse en torno a dos escenarios, uno inicial con vistas a la plena activación total de la economía y otro enfoque en el medio y largo plazo, de cara a aportar solidez al crecimiento, con el máximo nivel de consenso posible.

A corto plazo tenemos un doble objetivo: mantener empleos y salvar empresas. Para ello es imprescindible que las medidas no sólo sean rápidas, claras y que ofrezcan seguridad jurídica a las empresas, sino también que sean accesibles, flexibles y se adapten al escenario de desescalada con las máximas garantías. Algo que implica asegurar la llegada de liquidez a las empresas, especialmente pymes y autónomos, difiriendo el pago de impuestos y evitando la morosidad de las administraciones.

En el ámbito laboral, es imprescindible mantener los ERTE y acompasar su vigencia a la progresiva recuperación de actividad y, por supuesto, acordar y poner en marcha planes específicos para los sectores especialmente golpeados por las consecuencias de la epidemia, como el turismo, hostelería, industria, comercio, transporte, cultura y, en general, el entretenimiento.

La estrategia en el medio y largo plazo es la clave para recuperar la confianza de los agentes económicos, para lo cual es necesario desarrollar un ambicioso programa de reformas económicas para la competitividad que atienda no solo a los desafíos del escenario post Covid-19, sino también a los retos que seguimos teniendo por delante como sociedad, como la digitalización, el cambio climático y la demografía.

Esto requerirá desarrollar un modelo de relación más digital tanto desde el sector público como el sector privado, puesto que el teletrabajo, el comercio electrónico, la educación y el ocio a distancia están aquí para quedarse. Será también el momento de reactivar la industria, propiciar la transición energética, potenciar decididamente las actividades de I+D+I y priorizar una formación en la excelencia al servicio de la competitividad y el talento.

Estoy segura de que una vez más haremos lo mejor. Pero necesitamos un plan, una estrategia para ampliar la base de una confianza que parece haberse resquebrajado en poco tiempo. Confianza para crear, para contratar, para moverse, para emprender. Confianza en el futuro, pensando no solo en recuperar sino incluso mejorar, en los niveles de empleo y bienestar de los españoles. Y lo haremos, como siempre, sumando.

*** Fátima Báñez fue ministra de Empleo entre diciembre de 2011 y junio de 2018. Es presidenta de la Fundación CEOE.