Iniciamos el periodo de transición hacia la recuperación en una atmósfera de inquietud e incertidumbre ante lo que nos deparará el futuro, sabiendo que afrontamos una crisis sin precedentes y cuyas consecuencias serán profundas.

Por mucho que deseemos dar carpetazo a este funesto episodio, la enfermedad sigue aquí y todavía no se han despejado algunas de las grandes incógnitas más relevantes para analizar con mayor rigor qué rumbo tomará la vida económica en los próximos meses.

Una primera muestra de los desafíos a los que deberemos enfrentarnos en esta nueva etapa es la caída del Producto Interior Bruto de España del 5,2% entre enero y marzo, el mayor descenso desde mediados del siglo XX. Este dato ha venido a confirmar las perspectivas que en semanas anteriores han venido publicando organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco de España.

En este contexto de incertidumbre, disponemos ya de algunas claves a las que podemos acudir como brújula para la toma de decisiones. En primer lugar, contamos con nuestros valores, las bases éticas que marcan la forma de actuar como empresas y como individuos, los principios que ahora más que nunca tienen que regir nuestras acciones.

La prioridad es salvaguardar la seguridad y la salud de las personas, trabajadores, proveedores, clientes y las comunidades con las que interactuamos, a la vez que tomamos las medidas necesarias para apoyar a los empresarios, grandes y pequeños, como dinamizadores de la recuperación económica, de forma que podamos mitigar el impacto de esta crisis en el empleo y en el conjunto de la sociedad.

La respuesta de las compañías ante el coronavirus determinará también la confianza que le otorguen en el futuro los distintos grupos de interés con los que se relaciona. La buena noticia es que las empresas y la sociedad civil se han movilizado como nunca lo habían hecho en la historia, consolidando una verdadera conciencia colectiva.

La respuesta de las compañías ante el coronavirus determinará la confianza que le otorguen en el futuro

En segundo lugar, afrontamos esta crisis con herramientas tecnológicas y científicas que facilitarán nuestra adaptación al nuevo entorno. Disponemos de fuentes de conocimiento y de capacidades tecnológicas en materia de datos o inteligencia artificial que nos permiten desarrollar soluciones y alternativas a gran velocidad.  

Además, estas herramientas se han dibujado como una pieza clave en el mapeo y contención del virus. La tecnología disponible hoy ha posibilitado el mantener conectadas a empresas y consumidores, o poner en marcha nuevas formas de comercialización y distribución de bienes y servicios en días o semanas, incluso en un estado de confinamiento global.

En algunos sectores, el teletrabajo y el comercio electrónico han permitido mantener la actividad en grados cercanos a la normalidad. No obstante, en el extremo contrario, la pandemia ha paralizado completamente a otras industrias que se debaten ahora entre la supervivencia y la redefinición de sus modelos de negocio para adaptarse a la gran transformación laboral, operativa, estratégica y comercial que exigirá el mundo postCovid.

Un mundo que, en sus primeras fases, vendrá marcado por el distanciamiento social que nos obligará a seguir profundizando en la digitalización de nuestra forma de trabajar, comprar, estudiar, hacer deporte o disfrutar de nuestro tiempo de ocio. Y es aquí, donde el análisis de los datos nos debe llevar a la optimización de las actividades económicas que requieran de ese distanciamiento social, de forma que impacte de la menor manera posible en el empleo.

La pandemia también dejará una huella duradera en las relaciones comerciales y productivas globales que se traducirán en una redefinición de las cadenas de suministro hacia modelos más ágiles y con tendencia a la relocalización.

La escala planetaria del Covid-19 ha evidenciado el grado de interdependencia global de la actividad de las empresas que previsiblemente tendrán que replantear sus modelos de gestión de riesgos y sus planes de continuidad. Esta crisis sanitaria supondrá, además, la reconfiguración del tablero geopolítico en el que ya no quedará espacio para la ingenuidad.

Estamos viviendo una situación tan extrema e inesperada que las cartas han quedado boca arriba para todos: las decisiones que ahora tomen la Unión Europea, Estados Unidos o China, definirán las relaciones internacionales para un largo período y determinarán el comportamiento de los mercados, en un contexto en el que, debido a la diferente incidencia de la enfermedad en los distintos sectores económicos, así como el grado de digitalización, industrialización y competitividad de cada una de las economías, unos países parten de una situación más benigna que otros.

En definitiva, el Covid-19 ha desmontado nuestro modelo de vida, ha atacado directamente a los pilares de un sistema económico basado en la globalización y nos ha enfrentado a nuestra propia vulnerabilidad.

Pero, por otra parte, esta crisis sanitaria nos ha hecho reflexionar sobre cómo vivíamos y sobre cómo queremos vivir de aquí en adelante. Nos ha dado la oportunidad de repensar qué sociedad queremos. Hasta que la ciencia logre doblegar al virus, los retos que depara el futuro para gobiernos, empresas y ciudadanos son enormes. No son solo retos, son también oportunidades.

Por ello, desde la base de nuestros principios éticos y valores debemos buscar consensos amplios para sumar fuerzas y llevar a su máxima capacidad las herramientas y conocimientos tecnológicos que hoy tenemos a nuestra disposición, para proteger entre todos el Estado de Bienestar e impulsar la tan deseada reactivación económica.

*** Hilario Albarracín es presidente de KPMG en España.