Escribía este jueves Mario Draghi en el Financial Times que "el coronavirus es una tragedia humana de proporciones potencialmente bíblicas". El autor de la célebre frase: "Estamos preparados para hacer todo lo que sea necesario para salvar al euro. Y créanme, será suficiente", pedía más Europa para que cuando pase la pandemia la pobreza no nos retrotraiga a situaciones que se vivieron en los años 20 del siglo pasado.

Una década después de que el euro estuviera a punto de saltar por los aires por los efectos de la crisis financiera, la Unión Europea se enfrenta a un nuevo desafío con un socio menos y una amenaza real: su desaparición. Bien lo sabe la conservadora alemana que preside la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y que este jueves lanzó un ultimátum sin éxito a los Estados para coordinar la respuesta económica a esta crisis sanitaria.

A diferencia de 2012 -cuando Draghi pronunció esas palabras-, el camino a seguir está ahora escrito, aunque habrá que cambiar algunos párrafos de un texto que se redactó como respuesta a una crisis con origen muy distinto al de ahora.

El director del think tank EsadeEcPol, Toni Roldán, ha difundido estos días un estudio en el que expone la diferencia con la que España superará esta crisis con la ayuda del MEDE -el conocido como fondo de rescate- y sin ella.

Gracias a esa línea, la deuda que España tendrá que emitir para hacer frente a su gasto sanitario y congelar su economía hasta que pase el Covid-19 será sostenible. Sin ella, el escenario sería un desastre. "Con las cantidades de deuda de las que hablamos, un punto porcentual de diferencia en los tipos de interés, marca una gran diferencia", explica Roldán. Esa es la diferencia entre acudir a Europa o al Tesoro Público.

Según sus cálculos, España podría ahorrarse hasta 150.000 millones de euros en intereses de la deuda pública en 10 años si se activara el Mecanismo Europeo de Estabilidad, una cuantía vital para financiar la recuperación. Algo parecido -e incluso, con mayor magnitud- ocurre con Italia. Y según avance la pandemia, también pasará con otros países del euro.

Sin embargo, habilitar ese mecanismo y suprimir las duras condiciones que se estipularon en 2012 para acceder a él ha vuelto a poner de relieve las diferencias entre los países del norte  y del sur de Europa. Una Europa que, además de habilitar el MEDE, tendrá que buscar mecanismos para aumentar sus líneas de liquidez con los llamados 'coronabonos'.

"Si no nos ayudamos los unos a los otros, Europa no tiene ningún sentido", reflexionaba este jueves Roldán en una conversación telefónica. "Hay países del norte de Europa que son reticentes a eliminar la condicionalidad del acceso al MEDE. Es un error de dimensiones gigantescas porque el coste político que tendría ahora exigir a Italia o a España una reforma fiscal sería tremendo".

La clave de este fondo es que mutualiza los riesgos de los países del euro de forma limitada, un primer paso hacia una mutualización que ligue más a los pueblos europeos. Eso sería en una segunda fase -ya reclamada por Francia, España o Italia, entre otros- con la emisión de los 'coronabonos', cuyo origen fueron los 'eurobonos' que nunca llegaron a ver la luz y que inspiraron a España para crear el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA).

Pendientes de la evolución de la curva del coronavirus, los economistas confinados en sus casas analizan estos días hasta dónde llegará el daño económico de esta pandemia. Este jueves, Nada es gratis publicó un estudio elaborado por tres profesores de la Universidad de Valencia, José Emilio Boscá (Fedea), Rafael Doménech (BBVA Research) y Javier Ferri (Fedea) en el que se estima que el Producto Interior Bruto (PIB) caerá este año un 4,5% si se activan ayudas para paliar la crisis y un 8% si no se activan.

Se trata de una estimación algo más conservadora que la caída del 10% del PIB que dibujó el profesor del IESE, Nuno Fernandes, y de hasta el 10,6% de la consultora Free Market Corporate Intelligence que preside Lorenzo Bernaldo de Quirós.

La incapacidad de determinar cuánto durará el confinamiento hace que sea imposible cuantificar con exactitud el daño que sufrirá el PIB. Pero lo que sí es claro es que si la Unión Europea responde con contundencia, como ya ha hecho Christine Lagarde en el Banco Central Europeo (BCE), recuperar esa pérdida de riqueza será mucho menos costoso. Y el euro no ingresará en la UCI infectado por un virus.