Tratándose de Trump da miedo pronunciarse sobre nada que tenga ver con la política pero lo cierto es que salvo catástrofe todo parece indicar que el cambio presidencial en los Estados Unidos es definitivo. La presidencia de Biden no va a alterar los dos factores capitales sobre los que se asienta la frágil economía americana ya que los demócratas continuarán con los planes de estímulo, lo contrario no se entendería, y la Fed tratará de evitar el gran desastre manteniendo su actual política monetaria.

Una de las cuestiones que emergen de cara a este nuevo mandato es si el mismo alumbrará un giro en las expectativas de inflación. Y la respuesta es que sí.

A pesar de que en lo que va de siglo la inflación se ha mantenido estable, salvo en algún episodio aislado en el que incluso se ha hablado seriamente del riesgo de deflación, llevamos tiempo con el debate de si las medidas expansivas y ultralaxas de los bancos centrales son o no generadoras de inflación. 

Gráfico 1

La Fed lleva dos décadas anclada en una política que ha buscado desesperadamente debilitar el dólar y generar una inflación moderadamente elevada, tratando así de compensar el menor crecimiento nominal de la economía americana y aliviar la pesada carga de la deuda. Sin embargo, los resultados no han sido los deseados.

El helicóptero monetario de la Fed ha soportado la política fiscal de tres presidencias que han dejado una economía sobre endeudada y con un déficit estructural. La razón de porqué no ha repuntado la inflación pese a aumentar de forma sostenida la cantidad de dinero es porque el multiplicador monetario se ha mantenido neutral. Voy a explicar cómo se entiende este fenómeno.

Gráfico 2

En un contexto de recesión y desempleo el gobierno federal cree que hay que estimular el consumo por lo que decide enviar a los agentes una ayuda directa en forma de cheques de dinero. El Tesoro financia ese mayor gasto emitiendo deuda. Sin embargo, el clima de incertidumbre es tan elevado y los tipos tan bajos que no hay incentivo para comprar más deuda con el consiguiente riesgo de colapso.

El clima de incertidumbre es tan elevado y los tipos tan bajos que no hay incentivo para comprar más deuda con el consiguiente riesgo de colapso

En ese momento emerge la Fed. Como no puede comprar directamente la deuda que emite el Tesoro, esa nueva deuda pasa temporalmente por los bancos comerciales quienes están obligados a comprarla para posteriormente vendérsela al banco central. De esta forma, la Fed “financia” al Tesoro con un objetivo añadido de hacer lo propio con la deuda corporativa para presionar a la baja los tipos de interés y así aliviar la carga financiera de empresas y consumidores. Mientras, como a corto plazo no hay demanda de crédito los agentes acumulan su liquidez en forma de más depósitos en sus bancos.

Este bucle emisión-acumulación de deuda lo que consigue es que la cantidad total de dinero en el sistema aumente en mayor proporción que la base monetaria. Eso es lo que provoca el aumento del multiplicador monetario, una medida netamente inflacionista.

Precisamente las expectativas de inflación y las medidas de control de precios que sigue la Reserva Federal de Nueva York, ya nos están dando señales incipientes de que efectivamente estamos ante un posible cambio.

Gráfico 3

Gráfico 4

Estados Unidos se encuentra en un estadio tan avanzado en su política monetaria y fiscal que la acumulación de liquidez se traslada a los mercados dando lugar a la enorme especulación que hoy viven las bolsas. Los inversores se ven empujados a comprar un activo caro y de riesgo que acumula máximos sin respiro simplemente porque además de no haber alternativa de inversión hay un enorme exceso de liquidez.

Si la economía sigue en fase de respiración asistida por dos pilares, tarde o temprano nos encontraremos con una mayor inflación. Los agentes empezarán a creer que los precios no pueden bajar más y utilizarán sus fondos para comprar bienes de consumo. Las empresas que han estado ajustando sus márgenes podrán entonces subir precios. Y como la liquidez ha venido aumentando por encima de como lo ha hecho la producción de bienes, un nuevo ciclo se abrirá paso a enorme velocidad.

Por eso la Fed se ha visto obligada a dejar que flexibilizar su objetivo de inflación, para evitar tener que subir tipos sin justificarse que la evolución de los precios se sitúe por encima de sus objetivos. Una subida de tipos agresiva sería letal para el crecimiento y la solvencia de hogares y empresas, incluso para la propia Fed, por el apalancamiento de los agentes y por el negativo impacto en un tenedor de bonos (pensiones, seguros...). No digamos ya para las bolsas que llevan conviviendo dos décadas con tipos que se han movido secuencialmente a la baja hasta llegar a cero.

Es muy posible que Biden no sea consciente del riesgo que supone sobre estimular la inflación, ni siquiera que vaya a ser el culpable directo de que la misma se dispare a pesar de que sus políticas serán la cuarta entrega de lo que venimos presenciado en este siglo, pero lo que parece evidente es que su mandato se va a ver tarde o temprano impactado por un estallido de inflación que, de darse, llevará al país a una nueva crisis de consecuencias impredecibles.