Laura Ojea José Manuel Del Puerto

La polémica sobre el desmedido consumo energético de la minería de las criptomonedas, y especialmente del bitcoin, lleva ya años sobre la mesa. Sin embargo, ha tenido que ser el también siempre polémico Elon Musk el que ha abierto la caja de Pandora sobre esta cuestión en un momento en el que la sostenibilidad de las inversiones se escudriña con lupa.

El proceso de creación del bitcoin, conocido como minado, consume grandes cantidades de electricidad. Y lo mismo las validaciones de cada transacción con esta cripto. De hecho, el bitcoin por sí solo consume tanta electricidad como un país europeo de tamaño medio, según un informe del Trinity College de Dublín. Y si detrás de ese consumo hay centrales de carbón, petróleo o gas, no hay duda de que es una moneda sucia, muy sucia. 

Ya ha saltado la alarma entre las autoridades económicas. El Banco Central Europeo (BCE) advirtió la pasada semana de la "exorbitante huella de carbono" de los criptoactivos como "motivo de preocupación". En un documento redactado a principios de este mes, el Banco de Italia dijo que el sistema de pagos de la Eurozona, TIPS, dejó una huella de carbono 40.000 veces menor que la del bitcoin en 2019.

El último cálculo del índice de consumo de electricidad del bitcoin de la Universidad de Cambridge sugiere que la minería de esta moneda digital consume 133,68 teravatios hora al año (TWh/año) de electricidad. Un recuento de mejor estimación que ha aumentado constantemente durante los últimos cinco años. Eso lo coloca justo por encima de Suecia, con 131,8 TWh de uso de electricidad en 2020, y por debajo de Malasia, con 147,21 TWh.

En el límite superior, el consumo de electricidad del bitcoin sería de, aproximadamente, 500 TWh al año. Reino Unido consume 300 TWh, según las últimas estimaciones. 

Renovables, ¿la solución?

Hoy en día existen más de 10.000 monedas digitales en todo el mundo y cada poco tiempo aparece una nueva. Muchas de ellas requieren un gran consumo de energía para su minado y funcionamiento, pero ¿cómo se puede solucionar el problema de un consumo energético?

Alrededor del 75% de los mineros del bitcoin utilizan algún tipo de energía renovable, según muestran los estudios de Cambridge, pero las energías renovables todavía representan menos del 40% de la energía total utilizada. Algunas actividades mineras también pueden realizarse fuera de la red, lo que dificulta su seguimiento.

Ese mismo estudio señala que, en teoría, es posible una versión más ecológica del bitcoin. El código de la red Bitcoin podría cambiar a un mecanismo de consenso menos intensivo en energía, con una nueva fórmula de blockchain subyacente a la criptomoneda que seguiría reglas diferentes.

Sin embargo, todos los mineros deberían cambiar para que la nueva ruta funcione. Los conocedores de la industria dicen que es difícil imaginar a toda la comunidad bitcoin, que está salpicada de desacuerdos, prestando apoyo a tal plan. Otras ideas, como etiquetar bitcoins individuales como limpios o sucios dependiendo de la energía utilizada para extraerlos, también serían difíciles de verificar. Y crear un sistema de bitcoin de dos niveles probablemente carecería de soporte.

Además, con datos de abril de 2020, China podría representar más del 75% de la minería del bitcoin. Y de esa cifra, el 40% de las minas de bitcoin funcionaban con carbón.

Y dado que la electricidad es el principal coste operativo para los mineros, existe una feroz competencia para encontrar las fuentes de energía más baratas, por lo que la conciencia ambiental se queda en un segundo plano. El uso de una u otra dependerá para estos mineros del precio de la energía que ofrezca cada tecnología.

'Criptos' sostenibles

Hace pocos días se creó un Consejo Minero de Bitcoin para mejorar la sostenibilidad de la criptomoneda. Y fue gracias al casi todopoderoso Elon Musk, que se reunió con los mineros "líderes" del bitcoin, principalmente de EEUU. Después, el consejero delegado de Tesla tuiteó que estos se habían "comprometido a publicar el consumo actual y previsto de renovables y pedir a los mineros de todo el mundo que también lo hagan". En sus propias palabras, "potencialmente prometedor".

En el proyecto se han embarcado firmas tan reconocidas como Argo, Blockcap, Core Scientific, Galaxy Digital, Hive, Hut 8 Mining, Marathon Digital Holdings y Riot Blockchain. Sin embargo, si el 75% de la industria de las criptomonedas se está desarrollando en China, ¿qué influencia podría tener EEUU?

La solución se plantea complicada, la conciencia ambiental no solo habla de consumir energías limpias, sino de consumir cuanto menos mejor. En este sentido, Luis Vaello, director regional en Binance, destaca que "los mineros están incentivados económicamente para competir entre sí a través de las ganancias de eficiencia", lo que a menudo los lleva a "energía renovable barata aislada de las redes eléctricas que, de otro modo, se desperdiciaría sin un mercado secundario".

La eficiencia energética es uno de los pilares, por no decir el principal, en la lucha contra el cambio climático, la protección del medioambiente y la conservación de los recursos naturales. De momento, como señala Vaello, "la industria de las criptomonedas es todavía muy joven y seguirá innovando, tanto en términos de mejora de la eficiencia energética como en el suministro de energía más ecológica". No obstante, el tiempo apremia a acelerar en esta línea.

Freno a la inversión

Y ya no solo por la cuestión de la conciencia medioambiental y la necesidad de apostar por economías más descarbonizadas. También por el propio valor que los inversores pueden conceder -o dejar de hacerlo- a las criptomonedas. Y es que en un momento en el que los factores de sostenibilidad (ASG) se miran al detalle antes de ejecutar una inversión, tomar un camino contrario a esta tendencia puede resultar en un fatídico tiro en el pie.

En este sentido, muchos potenciales inversores en criptos podrían dar marcha atrás en sus intenciones por cuestiones reputacionales o, incluso, por el mandato de sus propios vehículos de inversión. Aquí se ha vuelto paradójico el caso de BlackRock, una de las mayores gestoras de activos del mundo, que en los últimos años ha puesto un énfasis cada vez mayor en la sostenibilidad de sus inversiones, pero ha abierto algunos de sus fondos al bitcoin. Aunque de momento sea solo a través de futuros.

La falta de transparencia es lo que ha puesto a las criptomonedas una vez más en el punto de mira. Y es que una comparación completa con las divisas nacionales debería tener en cuenta no solo los costes energéticos de la impresión, acuñación y emisión de billetes y monedas, sino también del mantenimiento de los servidores del sector financiero, los procesadores de pagos y las infraestructuras de apoyo, seguridad y transporte.

El auge en torno a esta preocupación energética ha coincidido además con una serie de restricciones al uso de las criptomonedas, sobre todo como método de pago, en varios de los países más poblados del mundo y más activos en el manejo de estas monedas digitales. Una conjunción fatal que se ha saldado con un profundo castigo en las valoraciones de todo el ecosistema.

Lejos de máximos históricos

A consecuencia de esta última estampida, el bitcoin se despedía de la sesión del viernes en torno a los 35.700 dólares, un 45% por debajo de sus máximos históricos conseguidos hace solo un mes y medio. El ethereum, la segunda cripto más negociada a escala global, marca ahora 2.500 dólares, un 43% menos que hace solo una semana.

Aunque la volatilidad que caracteriza a estas criptomonedas hace muy difícil realizar pronósticos sobre su evolución, los analistas del sector consideran que la condena durará varios meses. Y es que las nuevas restricciones que pesan sobre un 40% de la población mundial serán difíciles de remontar.

Eso sí, desde la industria se reconoce que, después de haber dado pasos de gigante en la regulación, un giro verde sería de gran ayuda para volver a acelerar la entrada de inversores. Y, con ellos, engordar de nuevo su capitalización.

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