El toro de Osborne.

El toro de Osborne. Osborne

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El legado cultural de 250 años de Osborne: del emblemático toro al contrato con Dalí

La compañía bodeguera siempre ha tenido una especial relación con el mundo del arte desde sus inicios hasta nuestros días.

13 marzo, 2022 03:09

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Fue en 1772 cuando Thomas Osborne Man, a la sazón octavo señor de Yalbourne, decidió dejar las frías tierras de Exeter, en el condado inglés de Devon, para instalarse en la soleada Cádiz. Y fue el cónsul inglés en la tácita de plata, James Duff, quien le convenció de que invirtiera en el negocio bodeguero. De hecho, el cónsul poseía bodegas en el Puerto de Santa María.

De eso hace ya la friolera de 250 años. Por tanto, estamos ante una de las más antiguas bodegas de España tras Codorníu (1551), Góngora (1682), Alvear (1729) y Los Frailes (1771). Pero más allá de sus anises, brandys, vinos o vodkas, hay otra historia no tan conocida de Osborne. Y la misma tiene que ver con su relación con la cultura.

Para empezar, su fundador se casó con Aurora Bölh de Faber, hermana de Cecilia. Por tanto, su cuñada fue la famosa escritora que inmortalizó su obra bajo el seudónimo de Fernán Caballero. Thomas Osborne Man era un enamorado de las letras. De ahí que, por ejemplo, no dudara en alojar en su casa al escritor Washington Irving.

Fue allí donde el escritor estadounidense concluyó la obra que le hizo célebre: Cuentos de la Alhambra. Como ‘agradecimiento’, y tras su regreso a Estados Unidos, se puede decir aquello que fue el mejor embajador de la marca en las tierras del Tio Sam.

Tras la muerte del fundador, fue su hijo Tomás Osborne Böhl de Faber quien tomó las riendas del negocio. Y sus caldos conquistan los paladares más exquisitos. De hecho, hay escritos que dan fe de que su famoso brown sherry fue degustado en el Castillo de Windsor, en el Palacio de Invierno de San Petersburgo y en la Casa Real de Bélgica.

Ignacio Osborne y Fernando Terry.

Ignacio Osborne y Fernando Terry.

Su hermano, Juan Nicolás, también aportó su granito de arena. Su oficio como diplomático le sirvió para dar a conocer los vinos de Jerez allá donde estuvo destinado.

Continuando con la actividad cultural, Tomás Osborne fue pieza clave en el desarrollo del arte del toreo en el Puerto de Santa María. A él se debe la edificación de su plaza real “para gloria del toreo”. Así se puede leer en un documento de la corporación municipal. Su hijo, Tomás Osborne Guezala, no sólo impulsó el negocio. También, tuvo una presencia activa en la vida cultural de finales del siglo XIX.

El toro y Dalí

Si hay un emblema que define a Osborne ese no es otro que el toro. Y el ‘culpable’ no fue otro que el éxito que, en la década de los 40 del pasado siglo XX, tuvo uno de sus productos: el brandy Veterano. Con anterioridad, se había comercializado a granel.

Para que llegara al gran público, se encarga a la empresa Azor una valla para publicitar en las carreteras el producto. Fue el diseñador Manolo Prieto, allá por 1956, el artífice de la silueta del toro. Incluso The New York Times, en 1972, llegó a publicar un reportaje sobre España con la valla de Osborne. No sólo fue el símbolo de la marca; también de España.

Diseño de Salvador Dalí para Osborne.

Diseño de Salvador Dalí para Osborne.

Se colocaron más de 200. La primera valla, en Cabanillas de la Sierra (Madrid). Fabricada en madera, medía cuatro metros de altura. Hubo que esperar a 1961 para ver el primer toro en chapa metálica. En esta ocasión, la altura llegó a los siete metros. En 1974, y por una normativa que obligaba a retirar la publicidad a más de 50 metros de las vías, fueron reubicados.

Dos décadas después, se prohibían los carteles publicitarios. La presión social ejercida por artistas, intelectuales, y por el público en general, más una sentencia del Tribunal Supremo de 1997, logró el ‘indulto’ al toro. Y el Parlamento lo catalogó como bien cultural y artístico de los pueblos de España. En la actualidad, sobreviven 92 vallas.

Y si el toro es su emblema, qué decir de su brandy más selecto. A mitad de la década de los 60 del siglo XX, la compañía se planteó comercializarlo. Hasta entonces, sólo la familia disfrutaba del mismo.

Era el brandy de Jerez Conde de Osborne Solera Gran Reserva. Todo un icono. Y el mismo necesitaba de un artista de talla mundial para que diseñara su etiqueta. A la compañía no le quedó ninguna duda de que Salvador Dalí era la persona adecuada. Y, desde 1964, su diseño acompaña a tan singular botella.

La empresa, hoy

Los últimos datos de Osborne hablan de una facturación de 222,4 millones de euros; un Ebitda de 33,2 millones; más de 1.000 empleados si se cuentan los eventuales; y una presencia en más de 70 países. Como curiosidad, 320 miembros de la familia permanecen en el accionariado. Y son ocho las generaciones que siguen la tradición del fundador.

Ignacio Osborne es el presidente, y Fernando Terry Osborne, el consejero delegado. Un tercio de sus ventas procede del exterior. Y el 50% del negocio son los productos ibéricos bajo las marcas Cinco Jotas y Sánchez Romero Carvajal. Otro 35% corresponde a los espirituosos (Carlos I, Nordés, Anís del Mono, Doble V…); un 13% a los vinos (Jerez, Rioja, Castilla…); y el 2% restante a los restaurantes.

Entre los actos previstos por este 250 aniversario, habrá un libro donde figuras de la gastronomía, el mundo empresarial y, por supuesto, el arte, rendirán su particular homenaje a Osborne. Y será otro artista, en este caso de los fogones, quien será el embajador de la compañía durante este año: el chef Ángel León.