Residuos que tardan varios siglos en degradarse, contaminación de ecosistemas marinos e islas de plástico flotando en el mar que superan el tamaño de la península ibérica. Un país, España, que adolece de una fuerte dependencia energética del exterior -en 2017 importó el 73% de su consumo- y que gasta más de 40.000 millones de euros al año en abastecimientos de petróleo, carbón, gas y electricidad.

Dos problemas y una interesante solución. La startup Biofy, surgida en la Unversidad de Málaga, ha desarrollado un sistema para convertir desechos plásticos en fueloil, un derivado del petróleo que se emplea como combustible para grandes motores utilizados en la industria -fábricas de cemento o plantas metalúrgicas-, en trabajos agrícolas y barcos mercantes. 

El proyecto ha servido a la empresa para recibir el galardón de mejor startup europea del año en el 'European Enterprise Challenge 2018' de la organización de emprendedores Junior Achievement International, el reconocimiento de la Fundación PwC al mejor modelo de negocio en mercados internacionales o una semifinal en los prestigiosos premios Everis.

Reciclaje y bajo precio

El carburante de Biofy, que ya ha sido testado con éxito, se obtiene a partir de residuos plásticos que no pueden reciclarse, como bolsas de la compra o de snacks, embalajes, tubos de pasta dentífrica y otros derivados contaminado. Es decir, que la startup es capaz de 'sacar petróleo' de materiales plásticos que nadie quiere y que se acumulan en los vertederos y el océano. 

Además de las evidentes ventajas ecológicas y de sostenibilidad energética, el sistema que han desarrollado es eficiente productiva y económicamente: consiguen generar de media 7 litros de combustible por cada 10 kg de residuos, el coste del proceso es de apenas 0,17 euros/litro -0,22 euros si añadimos un 30% de gastos de logística- y calculan un precio de venta de 0,40 euros/litro.

"Lo que más han valorado es nuestro equipo multidisciplinar, el hecho de que sea un programa global con enorme potencial de mercado y que la gente está dispuesta a pagar por lo que ofrecemos", declara a EL ESPAÑOL Matías Canale, ingeniero y CEO de Biofy, en relación a los  premios.

Interés de Repsol y Naturgy

Las estimaciones anteriores corresponden a ensayos en una maquinaria de prueba a pequeña escala. "Son datos pesimistas", subraya el directivo, ya que en sus cálculos han considerado una factoría que produzca 10 toneladas de fueloil al día, pero "a mayor tamaño de la planta, costes más reducidos".

El combustible de Biofy puede refinarse para transformarse en gasolina, diésel o queroseno y utilizarse en automóviles o calefacciones, entre otros. Para ello, buscan alianzas con grandes empresas petroquímicas a las que vender su producto, de modo que sean estas las que se encarguen de refinarlo y llevarlo al mercado de consumo. 

En este sentido, la startup tiene contacto con Repsol y Naturgy, quienes se han interesado por el proyecto, les han transmitido algunos consejos y preocupaciones al respecto a través de sus expertos -como el jefe de pirólisis de Repsol- y les han insistido para que apliquen a sus programas de innovación abierta. 

Obstáculos legales y políticos

Más allá de la estrategia de alianzas, Biofy se encuentra en fase de captación de financiación para poder pasar del laboratorio a la producción industrial y construir en los próximos meses una primera planta piloto de una producción de 2 toneladas/día (necesitan alrededor de 150.000 euros). 

No obstante, la mayor dificultad a la que se enfrenta su proyecto es la parte burocrática y legal, esto es, conseguir acceso a los residuos. "Todo el mundo es consciente del problema del plástico, por lo que ahora las administraciones nos escuchan. Pero sabemos que cuando tengamos que expandirnos será más complicado", reconoce el ingeniero. 

Asegura, asimismo, que ya están en contacto con varios organismos públicos en Andalucía donde, al tratarse de una zona agraria, sufren la problemática de deshacerse de los plásticos de invernadero usados que no se pueden reciclar (pero sí pueden ser aprovechados por Biofy). "Están buscando soluciones y se están interesando por nosotros", apunta. 

Temor a esperar

Tras hablar con diferentes actores del sector y expertos en gestión de residuos -como los de la Escuela de Organización Industrial (EOI)-, en estos momentos están redactando su primera propuesta para hacerse con los materiales desechados, y a partir de septiembre se sentarán con algunas administraciones para tratar este tema.

Su intención es alcanzar un acuerdo similar al de las actuales plantas de reciclaje: están dispuestos a pagar por los plásticos, pero en proporción al uso que se les puede dar "y al ser residuos que nadie quiere, esperamos que el precio sea menor", conjetura Canale.

En cualquier caso, su mayor temor pasa porque la lentitud de la que adolece, por lo general, el gremio político y los complejos trámites burocráticos a los que se tienen que enfrentar los emprendedores en nuestro país, retrasen la implantación de su modelo de negocio y se vean adelantados por otras soluciones que ya se están gestando en otros lugares del mundo. 

Escasa inversión en i+D

Mencionan dos proyectos con sistemas similares al de Biofy: uno de Estados Unidos, que se está viendo muy favorecido por las políticas proteccionistas de Donald Trump y su interés en obtener más recursos dentro de sus fronteras; y uno en Escocia, llamado Recycling Technology, que también cuenta con importante apoyo financiero. 

El co-fundador de la empresa española subraya, no obstante, que los procesos productivos de estas compañías extranjeras son menos eficientes que el suyo ya que obtener el combustible les cuesta alrededor de 0,25 euros/litro, un 50% más que a Biofy. "La diferencia es que están en estados que invierten mucho en tecnología", lamenta. 

Una planta por ciudad

La ambición de la innovadora startup es la estandarización de su propuesta por toda la geografía española: "igual que hay una planta de reciclaje en cada ciudad, nos gustaría que hubiese una planta con nuestro sistema", como declara Matías Canale. 

Además, pretenden que Biofy constituya una ayuda -bien necesitada, por cierto- para el tejido industrial español al convertirse en una alternativa que permita a las fábricas obtener combustible más barato desde puntos de producción próximos. "Ya que el uso petróleo no se puede eliminar, mejor que provenga de lugares cercanos y de plásticos reutilizados", sentencia su CEO. 

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