Christine Lagarde ha dado la rueda de prensa de este jueves desde su casa por estar enferma de Covid

Christine Lagarde ha dado la rueda de prensa de este jueves desde su casa por estar enferma de Covid BCE

Macroeconomía

El BCE acelera la retirada de estímulos pese al impacto negativo de la guerra

Lagarde acelera la retirada de estímulos pero anuncia al mismo tiempo un nuevo instrumento para controlar las primas de riesgo.

15 abril, 2022 04:52
Bruselas

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La guerra en Ucrania ha despertado el fantasma de la estanflación en Europa. Una combinación mortal de crecimiento débil o inexistente y descontrol de precios. Un escenario de terror que atrapa al Banco Central Europeo (BCE) en un complejo dilema, ya que la cura requiere tratamientos contradictorios. Por un lado, la inflación récord del 7,5% en marzo exigiría una subida inmediata y fuerte de los tipos de interés. Por el otro, el conflicto está lastrando ya las perspectivas de recuperación, lo que haría necesaria otra ronda de estímulos monetarios.

En este difícil equilibrio se ha movido este jueves Christine Lagarde. La presidenta del BCE ha acelerado el fin del programa de compra de deuda de los países de la eurozona, que concluirá en algún momento del tercer trimestre de este año (lo más probable es que sea ya en julio). Una decisión que despeja el camino para empezar a subir los tipos de interés en la eurozona, que siguen en mínimos históricos.

Aunque Lagarde no ha querido ponerle fecha, los expertos esperan el primer incremento para el final del verano. "Nos ocuparemos de los tipos de interés cuando lleguemos allí", ha señalado la presidenta. El precio del dinero empezará a subir "algún tiempo después" del fin definitivo de la compra de deuda, un plazo indeterminado que podría oscilar entre una semana y varios meses, ha aclarado.

Al mismo tiempo, Lagarde ha anunciado un movimiento incoherente con el anterior. El BCE sopesa crear un nuevo instrumento anticrisis si la guerra en Ucrania dispara las primas de riesgo de los países más endeudados del sur, como Italia, España o Grecia. Una herramienta que en la práctica significaría volver a comprar deuda pública de estos países, incluso después de que suban los tipos. 

El modelo, según ha explicado, sería el programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP), que se puso en marcha en marzo de 2020 para frenar las turbulencias en el mercado de deuda pública de la eurozona. De su dotación total de 1,85 billones de euros, el BCE ha acabado gastando 1,72 billones, con los que ha comprado 189.664 millones de deuda de España y 281.026 millones de Italia. El programa, que concluyó el pasado 31 de marzo, logró su objetivo de mantener bajo control las primas de riesgo durante la crisis de la Covid-19.

"Podemos diseñar y podemos desplegar nuevos instrumentos para asegurar la transmisión de la política monetaria mientras avanzamos en la normalización. Lo hemos demostrado en muchas ocasiones en el pasado", ha asegurado la presidenta en una inusual rueda de prensa desde su domicilio por estar enferma de coronavirus. El objetivo último sería "evitar una fragmentación injustificada" entre los países de la eurozona.

Un negro panorama económico por la guerra

Este anuncio de medidas contradictorias pone al descubierto las fuertes tensiones que está provocando la guerra de Ucrania en la política del BCE. Lagarde ha dibujado un panorama muy pesimista del impacto económico del conflicto. Por un lado, los riesgos a la baja para el crecimiento han aumentado de forma sustancial. "Los costes energéticos persistentemente elevados, junto con la pérdida de confianza, podrían lastrar la demanda y restringir el consumo y la inversión más de lo esperado", sostiene la presidenta.

En paralelo, se han intensificado los riesgos al alza para la inflación, especialmente a corto plazo. La principal amenaza la constituyen los aumentos salariales superiores a los previstos, que podrían desencadenar una espiral inflacionista. Pero también preocupa la escalada imparable de la energía o los problemas en las cadenas de suministro mundiales, agravados por la guerra y por las nuevas restricciones por la Covid en China.

Lagarde ha alertado de que las perspectivas de inflación a largo plazo empiezan a superar por primera vez el objetivo del 2%, algo que a su juicio exige una vigilancia reforzada. "Sin embargo, si la demanda se debilitara a medio plazo (debido a la guerra), eso disminuiría la presión sobre los precios", resalta la presidenta del BCE, en una nueva muestra del dilema de la estanflación que atenaza la política monetaria. 

La próxima reunión del Consejo de Gobierno del BCE está programada para el 9 de junio y para entonces Lagarde contará con previsiones actualizadas de crecimiento e inflación. "Esperamos que el BCE ponga fin a las compras netas de activos en julio y comience a subir los tipos de interés en septiembre", pronostica el economista jefe de ING, Carsten Brzeski. 

Este complejo panorama ha exacerbado las divisiones tradicionales dentro del Consejo de Gobierno. Por un lado, los 'halcones' (Alemania, Holanda y los nórdicos) reclaman acelerar el fin de la compra de deuda y adelantar al verano la primera subida de tipos de interés. Una respuesta retrasada al descontrol de precios obligaría a tomar en el futuro medidas más abruptas, que tendrían un impacto mayor sobre el crecimiento y la estabilidad de precios, sostienen.

En el extremo contrario, las 'palomas' (los partidarios de una mayor flexibilidad, como el economista jefe del BCE, Philip Lane; o el representante italiano en el directorio, Fabio Panetta) alegan que la guerra en Ucrania ha creado un contexto de excepcional incertidumbre y que una actuación precipitada del BCE sólo servirá a corto plazo para minar todavía más la confianza y asfixiar el crecimiento.