res cosas hay en Estados Unidos que envidia Europa: la eficacia innovadora de Silicon Valley, el poderoso brillo del ecosistema del MIT y los secretos tecnológicos de DARPA (la potente agencia de innovación militar dependiente del Pentágono).
Son tres modelos que, de una u otra manera, se han intentado imitar en nuestro continente. El último caso es de la agencia de ciencia y tecnología del Pentágono, que tiene un incipiente émulo atlantista básicamente europeo.
En la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid en junio de 2022 se formalizó la creación de DIANA (Defence Innovation Accelerator for the North Atlantic). Una aceleradora tecnológica para impulsar la innovación en tecnologías de uso dual. Su cuartel general está en Londres; el hub europeo, en Tallin (Estonia); y su oficina norteamericana, en Halifax, Canadá.
Y, ahora que Europa ha redescubierto la vieja máxima latina ‘si vis pacem, para bellum’, ¿cómo es para un experto en tecnología europeo, trabajar para un programa militar? Disruptores se lo preguntó durante la conferencia Techritory, en Riga, a Hannu Nikurautio, un director de investigación del programa 6G Flagship de la Universidad de Oulu (Finlandia) que, y este es el motivo de preguntarle a él, dirige el 6G Technology Center (6GTC), que es parte de ese programa Diana de la OTAN.
“La idea es encontrar soluciones de doble uso que luego se pueden utilizar también en el ámbito defensivo. Hay varias categorías diferentes: conectividad, espacio, logística, vigilancia… además de la salud. Hay muchas categorías en las que buscar. En este sentido, [Diana] es más un foro abierto destinado a los países de la alianza de la OTAN. Las empresas pueden proponer una aplicación de su innovación y se selecciona a un cierto número de innovadores para formar parte de Diana. Y ahí estamos... No es [una tarea] estrictamente militar, manteniéndonos aislados, ni nada por el estilo. Es más abierto”, responde Nikurautio.
Un camino de doble dirección
“Averiguar qué tecnología podría usarse también en el ámbito de la defensa es un buen ejercicio en muchos sentidos. Mejoramos nuestra capacidad de defensa con las nuevas tecnologías, pero también está mejorando nuestro nivel de seguridad de red. Ahora estamos reuniendo algunas empresas con una idea surgida en el ámbito militar que pasa al lado tecnológico comercial”, indica Nikurautio, mostrando un camino de doble dirección.
“Aspectos de seguridad propios de defensa podrían utilizarse probablemente para mejorar la seguridad de la red 5G”, añade. “Y así nuestra comunicación mejora constantemente. Con lo que se haga ahora para Diana estamos mejorando también el 5G [civil]. Es como las comunicaciones críticas con una red híbrida, en la que conectamos satélites. Puede usarse en el sector sanitario, gobierno y bomberos. Así que, el trabajo que hacemos para el área de defensa analizando estos valores puede utilizarse en otras áreas, donde necesitamos una comunicación segura para situaciones críticas”.
Sobre el trabajo específico que desarrolla con el 6G, una tecnología cuya puesta en marcha se espera para dentro de cinco años, Nikurautio aclara que “probablemente se solapará un poco con el 5G. Del 5G avanzado están llegando ahora los casos de uso. Y en defensa hay algunos requerimientos que podremos facilitárselos con 5G. El 6G se estima para 2030, pero podría ser más tarde para el área de defensa”.
Calcula que el 6G traerá consigo “una arquitectura distribuida y un montón de IA del tipo computación abierta en el Edge. Capacidad computacional cercana al usuario. Pero el 5G seguirá en paralelo, igual que ahora seguimos teniendo el 4G. Dependerá de qué casos de uso tenemos. Aunque veo que la estandarización del 6G puede estar completada tal vez en 2028. Y después de eso, normalmente, empezará el desarrollo”.
Red de pruebas
En su dedicación al 6GTC, en la red Diana, una de sus actividades es ofrecer “una red de pruebas. La idea principal es dar servicio a las compañías o innovadores [de telecomunicaciones]. Pueden estar en un nivel del 3 al 9 [de desarrollo] y querer validar, verificar y evaluar su producto. Nosotros tenemos la red de pruebas. Hoy es en 5G, la operamos nosotros mismos y tenemos un núcleo de red de Nokia, que es como nuestro socio. Disponemos de tecnologías diferentes y dos tipos de núcleos de red, el de Kumu y el abierto”.
“La red de pruebas es enorme, está alrededor de todo nuestro campus, y tenemos diferentes licencias de frecuencias”, prosigue. “Si nuestro centro de pruebas es capaz de hacerlo, nosotros les ayudamos [a las empresas vinculadas a Diana]. Tenemos un montón de laboratorios como el dedicado a RF [radiofrecuencias], donde podemos probar antenas, probar EMC [compatibilidad electromagnética] y un poco de jamming [interferencia] dentro de la cámara de RF. Así, tenemos la posibilidad de probar UXV [vehículos no tripulados] y drones de aire o tierra”.
¿Bajo el agua no?, le interrumpimos…“Sí también tenemos, con Diana, un caso submarino. Cuando el dron está bajo el agua necesita tener conocimiento de lo que hay a su alrededor. Así que tenemos que manejar una conectividad diferente y, cuando está más cercano, remitir la información de lo que ha visto para entender cómo funciona la navegación”.
Nikurautio comenta que también reciben consultas de empresas sobre las posibilidades de comunicación en entornos como “un área de minas subterráneas”, o en el Ártico. “Tenemos socios en diversos lugares de Finlandia donde podemos llevarlos para hacer pruebas en condiciones extremas”.
“Eso es el 6G Test Centre. Es parte del 6G Flagship y este es globalmente uno de los mayores grupos académicos. Tenemos una gran capacidad de investigación”, resume el experto que a lo largo de su carrera, además haber trabajado en la finlandesa Nokia, lo ha hecho en Reino Unido, Países Bajos, China, Brasil, India, Polonia y Estados Unidos. En este último caso, puntualiza, no estuvo en el negocio sino en la universidad.
Las mayores diferencias son “culturales”, dice aunque en Europa las mentalidades son similares. Pero “China es China. Muy agresiva en la tecnología para ser siempre número uno y ciertamente percibes que el gobierno tiene allí mucho poder”.
Respecto a la siguiente evolución de las comunicaciones, apunta: “Vengo de una organización investigadora, siempre en el nivel más alto para analizar el 6G. Ahora estamos mirando más allá del 6G. Ya en el 6G, hablamos de la resiliencia. Desde el punto de vista de la defensa, hablamos de la resiliencia de la sociedad, de cómo lograr que la sociedad esté más segura”.
“Nos hemos dado cuenta de que necesitamos estar más seguros frente a un ciberataque o cualquier daño que pueda afectar a la propia civilización. Intentamos ver cómo la tecnología puede mejorar la seguridad de la sociedad y las comunidades”.
Redes híbridas
Este es el punto que le lleva a explorar redes híbridas, en las que se combina el uso de conexiones [ahora] 5G, wifi y, “en el ámbito rural, tal vez satélites”. Nikurautio afirma que siempre hay que contrapesar “el coste y el beneficio. Pero por costoso que sea, debemos mirar siempre cuál es la mejor solución para construir la red. Y en el ámbito rural no puede ser un caso de coste. Debemos utilizar lo que esté disponible según la urgencia del caso, pero priorizando al usuario”.
Cuando se trata del uso militar, “ellos piensan que debe ser la suma del control y centro de mando que necesitan. Quieren tener vehículos autónomos, así que necesitan conocer mejor el entorno. Podemos hacerlo con 5G, y luego con 6G, y podemos tener un recurso táctico. Si algo pasa con el 5G, probablemente podríamos tener una red táctica o por satélite. Por esto digo que debemos empezar a mirar en el futuro qué diferentes elementos de red tenemos y cómo interoperarlos”.
En cuanto a la dinámica particular de Diana, le preguntamos si el programa trabaja sobre objetivos prestablecidos por la OTAN, o acepta todo tipo de propuestas y luego decide cuál interesa y cuál no.
“Funciona de una forma muy sencilla. Abren un tiempo de propuestas para el programa del año siguiente, en algún momento de junio o julio, para que las empresas, pymes, startups e innovadores, pueden presentar las suyas”, detalla.
Cada postulante propone una idea que cree que “puede ser de doble uso”. En la solicitud se explica qué tipo de solución es, para más tarde entrar en los detalles técnicos. “Cuando termina el periodo de solicitud, es decir, en algún momento de agosto, hay una evaluación en tres fases. La primera es la más rápida. Tenemos miles de solicitudes, así que lo que normalmente selecciona el equipo global OTAN Diana es el área tecnológica que le corresponde, donde habrá ciertos factores clave de medición de lo que se busca en esa área”.
“Ahora buscamos que la innovación ayude en la digitalización”, continua Nikurautio. “Y en esa primera ronda muchos serán descartados. Aunque es posible que se pueda usar su solución en otra área industrial”.
“La segunda ronda es para investigar con un poco más de detalle la solución. Y la última son las entrevistas sobre el potencial de quizás cincuenta o cien empresas”. Tras la criba, los proyectos finalmente aceptados comienzan a desarrollarse en enero.
Una última duda es si, trabajando con una organización militar, ¿pueden las empresas patentar los productos tecnológicos que desarrollan? Porque esto implica que deben ser detalladamente explicados en la documentación remitida a la correspondiente oficina de patentes y posteriormente esa información es pública.
Nikurautio se queda pensándolo por un momento: “En realidad no sé si se han dado casos y si, al patentar algo, [la propiedad] pertenece a la empresa…”.
