Tallin (Estonia)
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Estonia, conocida durante años como pionera en digitalización de la Administración y cuna de un dinámico ecosistema emprendedor a escala global, ha decidido trasladar esa experiencia al terreno de la defensa. Es obvio que la guerra de Ucrania tiene mucho que ver: en Tallin son conscientes del riesgo, como país fronterizo con Rusia, de que el conflicto se extienda a su propio territorio, incursiones aéreas incluidas. Y el recuerdo de la ocupación soviética todavía sobrevuela el imaginario colectivo.

No en vano, el gobierno estonio ha aprobado elevar el gasto militar al 5,4% del PIB, una cifra récord en el Viejo Continente, con el objetivo de reforzar su seguridad frente a sus vecinos rusos y, al mismo tiempo, impulsar un nuevo sector económico de alto valor añadido.

“La seguridad es nuestra primera prioridad, pero también la base de la prosperidad”, explicó Kristen Michal, primer ministro de Estonia, en un encuentro con prensa internacional al que acudió DISRUPTORES - EL ESPAÑOL. Para él no hay duda de que la inversión en defensa puede convertirse en un motor de innovación.

A ello sumamos los 2.800 millones de euros adicionales en cuatro años ya anunciados por este país, que se destinarán a defensa aérea, capacidades de largo alcance, modernización de sistemas de comunicación, incremento de efectivos y adquisición de munición. La amenaza rusa ejerce de catalizador para la inversión.

Una apuesta va más allá de adquirir armamento: se trata de crear capacidades propias a partir de la innovación tecnológica. El Ejecutivo ha lanzado un fondo de 100 millones de euros destinado a financiar deep tech en defensa (inteligencia artificial, ciberseguridad, robótica o computación cuántica aplicada). Fondo que, además, rehúye del concepto de doble uso, para dejar claro que apuesta por tecnologías con capacidad letal que puedan usarse en el campo de batalla.

Los analistas del International Centre for Defence and Security (ICDS) señalan que el entorno báltico está marcado por "una guerra híbrida, con sabotajes submarinos, ciberataques y una presión militar constante". Para responder a ello no basta con más tropas, sino que son necesarias "tecnologías innovadoras que aporten ventaja en múltiples dominios: sensores interconectados, drones, sistemas autónomos y comunicaciones resilientes".

Un laboratorio de defensetech

Esa lección la ha tomado al pie de la letra Estonia. Este pequeño estado de 1,4 millones de habitantes se está consolidando como un laboratorio de las defensetech. La Tallinn Defence Expo mostró esta semana hasta qué punto el país se ha convertido en escaparate de la próxima generación de soluciones militares.

Kristen Michal, primer ministro de Estonia, en un encuentro con prensa internacional.

Es el caso de DefSecIntel, una startup local que ha dado vida a un novedoso vehículo blindado de reconocimiento, ya desplegado en Ucrania, equipado con cámaras de alta definición y térmicas, radar de detección de drones, sensores acústicos y capacidad de interferencia electrónica. Bajo su autoría también hay barcos autónomos y drones de toda índole.

Milrem Robotics, referente europeo en robótica terrestre, también ha puesto sus miras en Estonia para impulsar sus vehículos autónomos de apoyo logístico y combate, ejemplos de cómo la automatización cambia la operativa militar. A su vez, Threod Systems atesora sus sistemas aéreos no tripulados para misiones de inteligencia y vigilancia, cada vez más demandados en Ucrania.

Senop, llegados desde la cercana Finlandia, mostró en esta feria diferentes soluciones optoelectrónicas y de comunicaciones críticas, integrables en operaciones conjuntas. Al igual que la canadiense BlackBerry, poniendo sobre la mesa sus módulos de comunicaciones seguras, sistemas compactos diseñados para desplegar rápidamente conectividad 5G y satelital en entornos sin infraestructura, una innovación que difumina las fronteras entre defensa y telecomunicaciones.

Velocidad para la vanguardia

Estos desarrollos reflejan una tendencia más amplia que la defensa misma: este sector puede verse como un campo de prueba y aceleración de tecnologías de vanguardia. Lo que en otros sectores puede tardar años en validarse, en un entorno bélico se prueba en cuestión de meses. El primer ministro Michal lo admite sin ambivalencias: “En Ucrania, todo ocurre en dos o tres meses, no en dos o tres años. Esa rapidez también impulsa a nuestras empresas”.

La lógica es clara: si Estonia fue pionera en digitalizar su administración y en impulsar un ecosistema startup con alcance global, ahora busca replicar ese modelo en defensa. La Estonian Defence and Aerospace Industry Association agrupa ya a casi 200 compañías, muchas de ellas jóvenes, que desarrollan drones, software de mando y control, o sensores de nueva generación.

El sector ya se ha convertido en uno de los más dinámicos de la economía nacional y en un polo de atracción para inversores europeos. Inversores como Ragnar Sass han puesto en marcha fondos transnacionales para canalizar capital hacia startups militares.