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La Unión Europea y Estados Unidos dieron a conocer ayer la declaración conjunta por la que ambas potencias definen un marco común para garantizar un comercio y una inversión transatlánticos equitativos. El documento refleja el acuerdo político alcanzado hace casi un mes entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Una de las sorpresas del pacto ha sido la relativa al sector tecnológico. En línea con el 15% fijado por los dos bloques para la mayoría de exportaciones, ambos han decidido incluir, específicamente, lo que atañe a los semiconductores. Este porcentaje, que Von der Leyen describió en su discurso como un “todo incluido”, aportará “claridad” y estabilidad a una industria que depende de las inversiones en el largo plazo.

Además, también han adoptado lo que la presidenta de la Comisión definió como “régimen ‘cero por cero’” por el que se exime de aranceles a productos estratégicos, entre los que se mencionan los equipos de fabricación de semiconductores (junto a los componentes aeronáuticos y determinados químicos).

Así pues, Washington se compromete a fijar un tope del 15% en los aranceles aplicables a los chips europeos, lo que en la práctica reduce el riesgo de medidas punitivas más severas en un contexto marcado por la rivalidad tecnológica global. Hasta ahora, estos productos estaban sujetos a los aranceles estándar de la nación más favorecida (NMF), de modo que el acuerdo no implica una rebaja inmediata, pero sí establece un límite que otorga certidumbre a las empresas europeas con intereses en el mercado estadounidense.

La otra gran novedad es el compromiso europeo de adquirir al menos 40.000 millones de dólares en chips de inteligencia artificial fabricados en Estados Unidos hasta 2028. Se trata de un gesto político de gran calado, que favorecerá de forma directa a fabricantes estadounidenses de procesadores avanzados —desde GPUs hasta ASICs especializados— en un momento en que la demanda global de este tipo de componentes se ha disparado por la carrera en la computación de alto rendimiento y el despliegue de centros de datos. Para Europa, el movimiento responde a una doble lógica: garantizar acceso a hardware de vanguardia y reforzar la cooperación transatlántica en un terreno sensible.

Acogida positiva (aunque recelosa) del sector

El gerente de la Asociación Española de la Industria de Semiconductores (AESEMI), Alfonso Gabarrón explica a DISRUPTORES - EL ESPAÑOL que "este hecho demuestra que las industrias europeas y americanas son interdependientes. Sólo mediante la cooperación es posible el aumento de la competitividad conjunta, y aunque eso se lograría con un espacio de no imposición arancelaria, valoramos esto como un avance".

Desde la patronal creen, no obstante, que desde una óptica de importación frente al desarrollo de capacidades nacionales de fabricación (objetivo de los aranceles de Trump), "no creemos que esto vaya a suponer un beneficio sustancial para Estados Unidos, dado que la amplia mayoría de componentes microelectrónicos que importa la UE vienen de Asia, y el hecho de que se reduzcan los aranceles no esperamos que haga variar este punto".

De hecho, desde AESEMI creen que la medida puede ser hasta beneficiosa para el Viejo Continente y para España en particular: "Tenemos un gran polo de diseñadores y ensambladores de componentes de microelectrónica y fotónica para el ámbito del automóvil. En su mayoría son compañías medianas que desarrollan componentes de alta singularidad, por lo que la opción de que localicen actividades productivas en EEUU para ellos es impensable, así que cualquier alivio para reducir la carga impositiva será bienvenido en su caso".

Donald Trump y Úrsula Von der Leyen. COMISIÓN EUROPEA

Aun con todo, la patronal se muestra cauta hasta ver el detalle de la norma, "ya que creemos que su correcta aplicación será casi imposible". Gabarrón estima que en el marco de las exportaciones no hay códigos específicos para identificar correctamente a los microchips "por lo que la mayoría se exportan en partidas que no están directamente relacionadas con su uso finalista, haciendo verdaderamente difícil para la administración americana trazar los componentes y aplicar los aranceles que se están discutiendo ahora". En otras palabras: con casi con total seguridad muchos de ellos quedarán en papel mojado.

Una interdependencia clave y oxígeno para Alemania

Este escenario refleja la interdependencia tecnológica entre ambas potencias en medio de la carrera acelerada en pos de la soberanía digital. Prueba de ello es que la propia mandataria comunitaria hizo referencia en su discurso a los chips fabricados en Estados Unidos que la UE usará para impulsar sus futuras gigafactorías de IA.

Los chips de IA estadounidenses servirán para alimentar nuestras gigafactorías de IA y permitirán a los Estados Unidos mantener su ventaja tecnológica”, precisó Von der Leyen.

A nivel general, desde la Comisión Europea defienden que este acuerdo comercial permitirá “recuperar la estabilidad y la previsibilidad” en el comercio y en la inversión entre la Unión Europea y Estados Unidos, “en beneficio de las empresas y los ciudadanos”. Según explican, se trata del primer paso para “aumentar el comercio y mejorar el acceso al mercado en otros sectores”.

Más allá de lo anterior, el compromiso europeo de compra de chips estadounidenses no responde a una estrategia consensuada por el conjunto del sector, sino más bien a la presión alemana dentro del paquete global. Según coinciden varios expertos, Berlín necesitaba asegurar contrapartidas para poder asumir cesiones en otros frentes —como el acero y el aluminio— que habían tensado la política interna y que casi le cuestan al canciller Friedrich Merz los apoyos parlamentarios que sostienen a su Gobierno.

En este esquema, los grandes beneficiados son los fabricantes alemanes, especialmente compañías como Bosch o Siemens, que estaban “doblemente cazadas”: por un lado, presionadas por la volatilidad en el acceso a semiconductores avanzados; por otro, expuestas a los aranceles en componentes industriales derivados de los conflictos comerciales previos. El blindaje arancelario y la promesa de compras masivas desde Estados Unidos garantizan oxígeno a su cadena de suministro, al tiempo que consolidan a Alemania como el actor europeo con mayor margen de maniobra en el nuevo marco transatlántico.

Próximos pasos

¿Y ahora, qué? Una vez que se ha alcanzado el acuerdo entre ambas potencias, el siguiente paso para la Comisión Europea será recabar los apoyos de los Estados miembros de la Unión Europea, así como del Parlamento Europeo, para garantizar la implementación legal del documento.

La CE no avanza los plazos concretos en las que se materializarán las medidas acordadas, pero señala que su intención es "actuar con toda la celeridad" para garantizar "que también EEUU aplica la reducción arancelaria a sectores vitales para la UE".