En la galaxia de nuestro tiempo, la sostenibilidad se ha convertido en uno de los mayores desafíos. El cambio climático, las crecientes desigualdades sociales, la pérdida de biodiversidad y la escasez de recursos naturales nos obligan cada vez más a repensar nuestros modelos de desarrollo para garantizar un futuro más equilibrado y justo.
En este contexto, la tecnología ocupa un lugar crucial y nos hace plantearnos la siguiente pregunta. ¿Es la Estrella de la Muerte que acelera la crisis ambiental o la luz hacia un futuro más equilibrado y sostenible? La respuesta no es sencilla, pues la tecnología encierra tanto sus riesgos como sus oportunidades. Entender la dualidad de la tecnología, al igual que de la Fuerza, ayuda a determinar cómo orientarla hacia un modelo más justo y respetuoso con los límites del planeta.
El lado oscuro de la tecnología se empieza a manifestar con la huella ecológica oculta. Cada dispositivo electrónico que utilizamos requiere enormes cantidades de recursos naturales. La extracción de minerales como el litio, el cobalto o el coltán implica la explotación intensiva de ecosistemas frágiles. Por otro lado, también se generan residuos tóxicos que pueden llegar a ocasionar conflictos sociales y laborales.
A este problema se suma el fenómeno de la obsolescencia programada. Muchos aparatos están diseñados para tener una vida útil limitada en el tiempo, lo que multiplica la generación de residuos electrónicos. Según la ONU, cada año se producen más de 50 millones de toneladas de desechos electrónicos, de los cuales menos del 20 % se recicla adecuadamente. Esta generación constante de residuos representa un reto ambiental de enormes dimensiones.
El consumo energético es otro factor crítico. Las crecientes necesidades de computación en la nube y consumo de datos, ha elevado de manera exponencial el consumo de electricidad. Se estima que los centros de datos ya consumen alrededor del 2% de la energía mundial, cifra que podría duplicarse en pocos años. Si esta energía proviene de fuentes fósiles, la huella de carbono se convierte en un obstáculo para alcanzar los objetivos climáticos.
Además, la brecha digital sigue siendo un problema en muchos países que puede incrementar la desigualdad social
Afortunadamente, existe el lado luminoso de la tecnología. Usada de la manera correcta, la tecnología es una herramienta muy poderosa para la sostenibilidad. Una de sus principales ventajas, es la eficiencia energética, ya que nos ayuda a regular el consumo de electricidad en los hogares y empresas.
En el campo de las energías renovables, la innovación tecnológica ha sido determinante, especialmente en los sistemas de almacenamiento. El desarrollo del hidrógeno verde, por ejemplo, y las baterías de nueva generación, abren nuevas posibilidades para descarbonizar sectores tradicionalmente difíciles de transformar, como el transporte marítimo o la industria pesada.
La tecnología también impulsa la movilidad sostenible. Los vehículos eléctricos, los sistemas de transporte público inteligente y las aplicaciones de movilidad compartida permiten reducir las emisiones en las ciudades y mejorar la calidad del aire.
Por último, no nos podemos olvidar de la economía circular. Gracias a la tecnología, los residuos plásticos pueden convertirse en materia prima para nuevos productos, prolongando su vida útil y reduciendo la presión sobre los recursos naturales.
La tecnología, como la Fuerza, tiene un lado luminoso y un lado oscuro. No es intrínsecamente buena ni mala: depende de quién la use y con qué propósito.
El futuro sostenible será posible si logramos orientar la innovación hacia el respeto por los límites ecológicos del planeta y la equidad social. Como bien enseñó el Maestro Yoda: “Difícil de ver, siempre en movimiento está el futuro”. Y está en nuestras manos decidir si la tecnología será un aliado luminoso… o una sombra más del lado oscuro.
*** Patricia Núñez Sanz es PCSD Leader Lenovo Iberia.
