En el mundo del trabajo, la búsqueda de realización personal y productividad no es una utopía, aunque a menudo lo parezca. Durante años, he observado cómo algunos managers, a los que se suele llamar “desarrolladores”, dedican tiempo a conocer de verdad a las personas de sus equipos, a descubrir sus fortalezas y a potenciarlas.

Estos líderes son oro para las organizaciones: reducen la rotación, incrementan el compromiso y crean la siguiente generación de líderes. El job crafting, por fin, explica con ciencia lo que muchos hemos visto empíricamente y nos da a RRHH una herramienta para impulsarlo de forma estructurada.

En este sentido, el job crafting es una técnica que permite a managers y empleados rediseñar y adaptar los puestos de trabajo para que se ajusten mejor a las capacidades, intereses y valores de estos últimos. Así, el empleado pasa de ser un receptor pasivo de un puesto a un creador activo de su experiencia laboral junto con su responsable y el resto del equipo.

Todo comienza por las fortalezas individuales. No me refiero solo a las llamadas “power skills” o a lo que está de moda, sino a aquello que se te da especialmente bien, que disfrutas y que, al practicarlo, te hace brillar. Conocer nuestras fortalezas es un activo de talento que nos ayuda a tomar mejores decisiones profesionales. Como decía Einstein, “si juzgas a un pez por su capacidad para trepar a un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”. El job crafting parte de esa premisa: muchas veces, las tareas de un puesto no conectan con nuestras fortalezas, pero el reto está en encontrar el margen de adaptación para ponerlas en juego, siempre sumando a los objetivos del puesto.

Modelos como VIA Character, que clasifica diferentes cualidades positivas como la creatividad o la perseverancia, o CliftonStrengths, que detecta talentos como la empatía o el pensamiento estratégico, nos ayudan a identificar nuestras fortalezas personales, es decir, aquello que hacemos bien y, además, disfrutamos. Estas herramientas no buscan compararnos con otros, sino ayudarnos a encontrar y potenciar nuestra mejor versión.

En este sentido, la investigación de Amy Wrzesniewski y Jane Dutton demuestra que ejercitar nuestras fortalezas en el trabajo mejora nuestro bienestar, productividad, resiliencia y autenticidad. Además, nos acerca al “estado de flujo”: ese momento en que estamos tan concentrados y motivados que el tiempo vuela y el rendimiento es óptimo. Un estado investigado por Mihaly Csikszentmihalyi.

Así, cuando las organizaciones integran el job crafting en su cultura, el diseño del trabajo deja de ser estático y se convierte en una herramienta estratégica. En este contexto, ayudar a que los empleados adapten sus funciones según sus fortalezas y motivaciones genera equipos más comprometidos, reduce la rotación y favorece la innovación, transformando así la experiencia laboral diaria y creando entornos donde el bienestar y la productividad se refuerzan mutuamente, lo que demuestra que pequeños ajustes pueden producir grandes avances en clima y resultados empresariales.

El desarrollo de versiones más auténticas de los empleados lleva también a entornos más inclusivos en los que la diversidad de fortalezas y el talento son valorados.

Para avanzar hacia organizaciones más humanas y productivas, es clave promover el autoconocimiento que identifica fortalezas, formar a los managers como desarrolladores de talento, fomentar conversaciones y adaptar tareas e interacciones dentro de los equipos, además de medir el impacto para alinear bienestar y productividad.

***Juan Martínez es director de Cultura y Desarrollo de Talento en knowmad mood