Parece que el miedo va surtiendo efecto y que estamos en pleno retroceso de las políticas de DEI. El abandono de los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) por parte de T-Mobile y Verizon parece haber sido un factor clave para la obtención de las autorizaciones pertinentes para sus adquisiciones de UScellular y Frontier Communications, respectivamente.
Diversas fuentes indican que la división antimonopolio del departamento de justicia de Estados Unidos autorizó la adquisición de UScellular por parte de T-Mobile por 4.400 millones de dólares un día después de que T-Mobile anunciara el fin de sus prácticas de DEI.
La compañía comunicó a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) que eliminaba las iniciativas de DEI "no solo de nombre, sino en sustancia" para alinearse con las políticas del gobierno, en particular bajo la administración del presidente Donald Trump.
En el caso de Verizon, obtuvo la aprobación de la FCC para la adquisición de Frontier Communications por 20.000 millones de dólares poco después de terminar sus propios programas de DEI. Los informes señalan que Verizon prometió acabar con estas iniciativas en una carta presentada a la FCC justo un día antes de recibir la aprobación.
Puedo entender que estos movimientos en un sector altamente regulado son una estrategia para mitigar el riesgo regulatorio y asegurar las aprobaciones de fusiones y adquisiciones importantes. Pero no puedo entender que el mundo (sí, esto es un problema global) esté involucionando.
Hace unos días, Jamie Dimon, consejero delegado de JPMorgan Chase, advirtió de que los mercados financieros están actuando con complacencia ante los anuncios del presidente estadounidense, Donald Trump, sobre la imposición de aranceles. Esa complacencia, esa insensibilización que comentaba el Sr Dimon aplica a muchos más campos y tiene consecuencias negativas, está abriendo heridas que requerirán tiempo para subsanarse.
Para acentuar las reflexiones que hice en mi columna Se buscan hombres, veo datos alarmantes del Sondeo de Opinión 1993/2024 del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la Generalitat de Catalunya en los que muestran una tendencia preocupante: los chicos de entre 18 y 24 años son uno de los grupos menos feministas.
Curioso que entre los niños que han crecido en la época de mayor igualdad sean solamente cuatro de cada diez los que apoyan el feminismo, cuando hace 30 años éramos el 70%. Menos sorprendente es el hecho de que en este mismo periodo, el apoyo de las chicas ha subido de 6 a 8 de cada diez
Llegados a este punto me pregunto si los humanos somos supremacistas por naturaleza y, si es así, si eso condiciona cómo calan los mensajes entre las personas que todavía no han entendido que todos somos iguales, que nadie es mejor que nadie, aunque algunos crean vencer (como decía la canción Insurrección, cantada por Miguel Ríos y Manolo García).
Sigo teniendo fé en la especie humana y más viendo actos concretos, como el otro día en un concierto de Mikel Izal en el que recibió el apoyo de todo el público cuando dijo que "ya no sabes cuántas pulseras ponerte para apoyar tantas causas".
La respuesta a mi pregunta es que no existen estudios científicos robustos que demuestren que el ser humano sea supremacista por naturaleza en el sentido de nacer con una predisposición a creer en la superioridad inherente de su propio grupo sobre los demás.
Lo que sí sugieren las investigaciones es que los seres humanos tenemos una tendencia al tribalismo y al sesgo endogrupal, lo cual es un mecanismo social complejo con posibles raíces evolutivas.
Sin embargo, el supremacismo como ideología y sistema de creencias es, en gran medida, una construcción social, cultural e histórica, que surge en contextos específicos y a menudo se utiliza para justificar la discriminación, la opresión y la desigualdad.
Me quedo con la idea de que la capacidad de los seres humanos para el aprendizaje, la empatía, la cooperación intergrupal y la reflexión crítica es igualmente fundamental en nuestra naturaleza y nos permite desafiar y superar las tendencias que pueden llevar al supremacismo.
Es imperativo potenciar el pensamiento crítico, asumir que a veces nos sale un pronto que no es el correcto, debemos reflexionar, ponernos en los zapatos de los demás y darnos cuenta de que es posible que nuestra primera reacción no sea la mejor.