Europa tiene la oportunidad de liderar la nueva oleada de innovación que marcará los fundamentos de la industria del futuro. Si queremos cerrar la brecha de competitividad frente a Estados Unidos y China, necesitamos apostar de forma decidida por las empresas más innovadoras.

Y dentro de ellas, las de base científica y tecnológica —las llamadas deeptech— representan una oportunidad histórica: tanto por su capacidad de reindustrializar el continente, como por su papel geoestratégico en la autonomía industrial y la transición energética.

El Viejo Continente fue cuna de la Revolución Industrial y protagonista de la tecnológica. Ahora somos conscientes de la importancia de dominar las tecnologías emergentes, pero aún no hemos pisado el acelerador a fondo. En ese contexto, las deeptech tienen el potencial de ser uno de los grandes vectores de transformación.

Para explotarlo, se requiere algo más que talento: valentía, porque hemos de tomar riesgos; visión a largo plazo, porque no vamos a recoger frutos en el corto; voluntad política, porque tenemos que tomar decisiones; capital paciente, porque el camino es largo, y sobre todo, estrategia coordinada, porque no podemos titubear.

Como escribió recientemente en DISRUPTORES Bianca Dragomir hablando de la energía, las transiciones siempre son “un viaje, no un interruptor”.

Una nueva generación con potencial de liderazgo

En España empieza a consolidarse una generación de scaleups deeptech que han logrado traducir ciencia e investigación punteras en soluciones de mercado. Compañías como Multiverse Computing, Neuroelectrics o Matteco —todas ellas miembros de EsTech—  están abriendo camino en sectores estratégicos como energía, nuevos materiales, salud, computación o biotecnología. Una demostración de que nuestro país puede ser punta de lanza en esta ventana de oportunidad para la Unión Europea.

Además, el ecosistema español ha sido capaz de crear instrumentos eficientes para fases iniciales (prueba de concepto, aceleración, I+D). Es el momento de plantear un modelo adecuado también para las siguientes fases de desarrollo, en el llamado growth equity; Francia o Alemania, con instrumentos específicos de financiación, nos sirven de inspiración.

Es el momento de un impulso eficiente y ágil. De lo contrario, estas tecnologías clave terminarán madurando fuera de nuestras fronteras o, peor aún, quedándose en el laboratorio. Si llegamos a tiempo, el retorno para España y Europa será inmenso.

Porque no hablamos solo de innovación por la innovación. Hablamos de proyectos capaces de transformar la industria, recuperar el control sobre cadenas de valor críticas y avanzar en la transición climática.

'Cleantech': seguridad energética y autonomía estratégica

Uno de los factores que más lastra nuestra competitividad industrial es el precio de la energía. ¿Cómo van a competir las industrias europeas si pagan alrededor de 0,20 euros/kWh, casi el triple que en Estados Unidos donde ronda los 0,066?

Aquí, las cleantech —muchas de ellas deeptech— son aliadas fundamentales. Gracias a avances en almacenamiento, generación renovable, eficiencia y nuevos vectores como el hidrógeno verde, estas empresas disruptivas impulsan soluciones para reducir el coste de la energía mientras reducen emisiones. Combinan innovación tecnológica y producción local, abriendo una nueva etapa de soberanía industrial y de oportunidades de exportación.

Además, el valor de estas empresas no se limita a su contribución climática. Estamos demostrando que podemos ser competitivos mientras generamos efectos transformadores en la vida de las personas. Esta es la esencia de una transición justa, y el tejido empresarial emergente está llamado a ser uno de sus grandes protagonistas.

Y también cumplen una función geopolítica. La invasión de Ucrania evidenció que Europa no puede depender de actores externos en un pilar esencial como la energía. Tampoco en la fuente fundamental de la energía del futuro, los materiales críticos o tierras raras. Muchas deeptech trabajamos ya en tecnologías que sustituyen componentes escasos por otros abundantes, reciclables o de producción europea. Se trata de un camino difícil, pero necesario para una Europa autónoma, resiliente y competitiva.

De la visión a la acción

La pregunta no es si debemos apoyar a estas empresas, sino cómo hacerlo con la velocidad que exige el contexto. Europa ha dado pasos en la dirección correcta con iniciativas como el European Innovation Council, la Net Zero Industry Act o el Proyecto Importante de Interés Común Europeo (IPCEI, por sus siglas en inglés). Es hora de que las convirtamos en acciones específicas en el ámbito nacional. La ambición existe; aterrizarla requiere de instrumentos eficaces como los que promueve EsTech, en los que ya se está trabajando:

Reforzar la colaboración público-privada para que el sector público: sea capaz de identificar con rapidez las tecnologías estratégicas en las que España puede ser diferencial; entienda las necesidades cambiantes del ecosistema deeptech y pueda co-diseñar instrumentos ágiles y adaptados a nuestro dinámico entorno; crear mecanismos de de-risking (garantías, avales, etc.) que faciliten la bancabilidad de proyectos deeptech,cuyo ciclo de maduración deja hoy todo el riesgo en manos de los accionistas; establecer incentivos reales para los usuarios finales de tecnologías emergentes, lo que acelera su adopción temprana. De este modo, se impulsa la formación de mercados sin depender exclusivamente de subvenciones públicas.Y, por último, simplificar y agilizar procesos administrativos para solicitar y justificar ayudas de financiación pública en proyectos estratégicos.

España tiene el talento, el conocimiento y la energía emprendedora. Si nos lo creemos, si trabajamos juntos en el sector público y privado, no solo podremos liderar la revolución deeptech; podremos hacerlo marcando el paso de una Europa más soberana, más innovadora y más justa.

***Carlos Sanz es director de Desarrollo Corporativo de Matteco.