Hubo una época en que la gran tendencia del sector tecnológico era la externalización de servicios de TI a la India. De hecho, en parte sigue siendo una realidad vigente. Y fue, sin lugar a dudas, una política que contribuyó al crecimiento económico de ese país (como ya analicé en esta otra columna) como también al desarrollo de talento de primer orden que hoy comanda alguna de las principales multinacionales del mundo.

Lo que no parece haber impregnado en la cultura empresarial local, al menos de algunos de los grandes empresarios indios, es la necesidad de cuidar a sus trabajadores y de fomentar ambientes de trabajo atractivos en plena competición global por esos perfiles. Hablo, como no podía ser de otro modo, del siempre polémico Narayana Murthy, cofundador de Infosys.

Esta empresa es, para los que no la conozcan, una consultora de servicios informáticos; a la sazón también llamadas 'granjas de programadores'. Pueden imaginar, por tanto, que las largas jornadas laborales y la presión en el espacio de trabajo no son algo ajeno al día a día de muchos empleados en este segmento de actividad. Pero para el bueno de Murthy esto no parece ser suficiente.

En España estamos inmersos actualmente en un acalorado debate político entre políticos, patronal, sindicatos y demás familia a razón de la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas a la semana. Espero que estas noticias no hayan llegado a oídos del líder de Infosys, a riesgo de que sufra un infarto al enterarse de semejante osadía.

Y es que para Narayana Murthy, trabajar menos de 70 horas a la semana es de cobardes. Ha insistido ya tres veces en público a lo largo de 2024 en que la India debe aumentar su jornada laboral hasta ese parámetro que roza la esclavitud y que, además, implica eliminar los dos festivos semanales. Todo bajo la falsa bandera del esfuerzo individual y la patria.

Una idea descabellada que no se le ha ido de la mente en este inicio de curso. En una visita a Calcuta, el empresario ha pedido a los jóvenes locales que se den cuenta de que "tenemos que trabajar duro y esforzarnos para que la India sea la número uno. Tenemos que fijarnos metas altas porque 800 millones de indios reciben raciones gratuitas. Eso significa que 800 millones de indios viven en la pobreza. Si no estamos en condiciones de trabajar duro, ¿quién lo hará?".

Sus palabras, en el centenario de la Cámara de Comercio de la India y recogidas por NDTV, no se quedaron ahí. Poco menos culpabilizó a la gente que no quería dedicar toda su vida a trabajar de ser los responsables de fomentar su pobreza y la del resto del país.

"Un señor aquí me dijo que un trabajador chino es 3,5 veces más productivo que un indio. Es muy fácil para nosotros escribir todo tipo de tonterías y seguir siendo miserables, sucios, pobres y marginados por el mundo. Por lo tanto, no creo que debamos decir que estamos todos cómodos y que no iremos a la oficina. Mi petición a todas las personas reunidas aquí es que dediquen sus vidas a darse cuenta de su valor", dijo el multimillonario.

Y faltaba su alusión a la patria, el argumento siempre sencillo con el que un trozo de tela sirve para justificarlo todo: "El rendimiento conduce al reconocimiento, el reconocimiento conduce al respeto, el respeto conduce al poder. Quería que los jóvenes supieran que tenemos una mayor responsabilidad de cumplir la visión de nuestros padres fundadores. Esa es la razón por la que todos tenemos que trabajar duro".

Pero si algo me ha calentado la sangre, enfadado de manera extraordinaria, es que pretendiera cubrir bajo un halo de progresismo intelectual algunos de sus postulados absurdos, retrógrados y que atentan de lleno contra multitud de derechos humanos. Incluso se atrevió a mentar a Rabindranath Tagore, premio Nobel de Literatura, como uno de sus referentes. Él, que era un hombre que propugnaba la libertad y el amor, siendo citado por un rico que no quiere trabajadores, sino esclavos y siervos a jornada completa.

Tagore dijo una vez que "bendito aquel cuya fama no hace palidecer el brillo de la verdad". A ver si Narayana Murthy le hace algo de caso al que (dice) es su referente intelectual.