Era el año 2001 cuando Steve Jobs anunciaba, ante una multitud de seguidores, el lanzamiento del primer iPod de Apple. Jobs explicaba que habían analizado la necesidad de las personas por acompañar con música los diferentes momentos de sus vidas y las diferentes soluciones que existían en el mercado. En aquel momento convivían los reproductores de cassette, de CD, reproductores flash y de MP3. La irrupción del iPod suponía más horas de música disponible, a menor coste que el resto de las opciones, con una mayor autonomía de batería y en un formato más portátil que los demás.
Este nacimiento se produjo de la mano de la tecnología digital que llevaba ya entre nosotros desde los años 70 y que supuso la revolución digital. En 2001 cambiaron las reglas de juego del mercado de la música y en ese momento muchas compañías tuvieron que repensar sus modelos de negocio, e incluso cerrar fábricas que verían, con el paso de los años, que el modelo de negocio de la música había cambiado y habían quedado fuera de mercado.
Este no es un caso aislado, nos ha afectado directamente en otras ocasiones como la sustitución de los carretes fotográficos por fotografía digital, el ordenador que sustituye a la máquina de escribir o los vehículos de tracción mecánica a los de tracción animal, entre otros. Y es que no necesitamos un carruaje, necesitamos movernos de forma ágil, eficaz, fiable, rentable. Tampoco necesitamos carretes de fotos, queremos plasmar en imágenes los recuerdos de las experiencias vividas. Igual que no necesitamos máquinas de escribir, sino la posibilidad de crear documentos de forma ágil, legible y que además, permita el almacenamiento y ordenación de los contenidos.
La innovación supone incorporar algo nuevo que, en estos casos, deriva en la destrucción o la reducción hasta la mínima expresión de la solución anterior. Lo anticipaba el economista y politólogo austro-estadounidense Joseph Schumpeter con el concepto de 'Destrucción Creativa'.
Estas olas de innovación se han producido asociadas, sobre todo, a las innovaciones tecnológicas y han supuesto saltos no sólo en los productos y servicios, sino también en los modelos de producción, de gestión y en los modelos de negocio. Todo ello, ha afectado a las diferentes industrias provocando revoluciones industriales a lo largo de la historia.
La primera revolución industrial del s. XVIII incorporó la energía de vapor y la mecanización de la producción. La segunda (1850-1870) supuso la incorporación de la electricidad, la producción en masa y la cadena de montaje. En 1970, nacen las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y la automatización de los procesos productivos y con ello, la tercera revolución industrial. Klaus Schwab (economista y empresario alemán) marca la cuarta revolución industrial en 2014 con la digitalización, la nube, la existencia de múltiples dispositivos interconectados, internet de las cosas (IoT) y la ágil implantación de algoritmos de inteligencia artificial y la robótica.
A su vez Xavier Ferrás, decano de la Facultad de Empresa de la Universidad de Vic de Barcelona, el pasado 11 de febrero en su blog Innovación6.0, nos advertía de que estamos asistiendo a la séptima ola de innovación, caracterizada por la digitalización y la deep tech o tecnologías profundas, al tiempo que nos recordaba cuáles eran las etapas por las que había transcurrido la innovación.
La primera ola de innovación tecnológica, corresponde a aquella etapa en la que alguien inventaba y el mercado lo absorbía, lo devoraba todo. Esto ocurrió hasta finales de los 80, porque para entonces, ya existía un mercado altamente competitivo, por lo que las empresas debían analizar las necesidades del mercado y segmentar la demanda para ajustar adecuadamente su oferta.
Con esta segunda ola de innovación, la “era del marketing” las áreas de marketing e innovación (I+D) comienzan a trabajan conjuntamente. En la tercera ola de innovación, con “la empresa como sistema innovador” donde todas las áreas de la empresa son objeto de innovación, no sólo tecnológica, también de organización, gestión, etc.… y consiguiendo verdaderos avances y mejoras en la gestión, por ejemplo, de la cadena de suministros de automoción con just in time, en los modelos de distribución con Ikea, incorporando a toda la plantilla de la organización al proceso de innovación en sus respectivas áreas de trabajo. La cuarta ola de innovación la era del “supply chain management” o la innovación de forma sincronizada con los diferentes agentes de la cadena de suministro, es incorporar a los proveedores al proceso de innovación de la empresa.
Esta tendencia dio paso a la quinta ola de “innovación abierta”, a principios del s.XXI. Con la influencia de internet, el mundo está completamente conectado y la globalización se acentúa. La innovación puede llegar desde dentro o desde fuera de la organización, desde el propio sector o desde sectores y lugares alejados. Todo ello es un valor potenciar y se ponen en marcha los sistemas de gestión de este conocimiento existente.
Y la sexta ola, la de “ecosistemas de innovación”, llega en plena crisis de 2008. En esta se requiere volver al origen, a los sistemas locales de innovación que cumplan dos requisitos básicos. Por una parte, construir SISTEMAS, porque requieren de la participación interconectada de todos los agentes implicados en la innovación como entidades públicas, universidades, unidades de I+D y centros tecnológicos, empresas, fondos de capital riesgo, clústeres de conocimiento… Y por otra, una metodología de trabajo SISTEMÁTICA, de forma que la innovación no debe ser aleatoria o espontánea, sino planificada y prefijada.
Nosotros, Parque Tecnológico Garaia, somos un ecosistema de innovación donde confluyen 67 empresas privadas, la Universidad de Mondragón, seis centros tecnológicos, fondos de capital riesgo, incubación de empresas y cuenta con el apoyo de las diferentes administraciones local, regional y autonómica para contribuir al desarrollo económico y social del entorno.
El objetivo es fortalecer la cultura emprendedora que ya existe en esta comarca y contribuir a crear puestos de trabajo cualificados, donde el talento que se forma pueda encontrar su ubicación profesional y devolverle a la sociedad el conocimiento y el valor que le ha aportado. De esta forma, asentar las raíces del tejido empresarial, con proyectos competitivos y sostenibles, rentables y humanizados.
La innovación disruptiva, además de en los productos de consumo, está siendo aplicada a los productos y procesos industriales. Algunos ejemplos de lo que en esta área están haciendo nuestras empresas pueden ser la generación de nuevos materiales más ligeros y resistentes para la automoción eléctrica que presenta retos distintos a los de la tradicional. Procesos productivos conectados y gestionados a distancia con la industria 4.0 o Smart Factory, en líneas de producción auto gestionadas y supervisadas por personal cualificado. IoT aplicado a sistemas de sujeción, como tornillos de sujeción de grandes estructuras, que se comunican con una central de datos para informar de su estado, de posibles problemas o predecir la necesidad de ajustes, reparaciones o cambios. La inteligencia artificial puede hacer modelos de datos históricos y adelantarse a los problemas o la esperanza de vida de componentes de alto impacto en las factorías para hacer un mantenimiento preventivo y actualización de componentes previamente a la rotura, con paradas programadas de menor impacto en los resultados.
De igual manera que podemos monitorizar los datos que llegan de una máquina y hacer modelos para predecir problemas, podemos monitorizar las constantes humanas y prevenir, predecir y anticiparnos a los desajustes.
Este es un proceso de desarrollo vertiginoso y apasionante, en el que las personas juegan un papel fundamental. La innovación hasta este momento surge de la inteligencia humana, conectada por la tecnología y aplicada, de forma directa o indirecta, a las personas. Las personas estamos haciendo un constante ejercicio de adaptación cultural y de valores para acompañar el ritmo del desarrollo tecnológico y de la innovación disruptiva. Necesitaremos construir nuevas formas de entender la tecnología, la innovación, el conocimiento compartido y conectado en red.
*** Mikel Álavarez Yeregi es presidente del Parque Tecnológico Garaia.
*** Idurre Albizu Lluvia es responsable de Desarrollo de Negocio y Comunicación del Parque Tecnológico Garaia.