Cualquiera que conozca el mundo de las fusiones empresariales sabe que hay una regla no escrita: el que compra es el que nombra a los directivos de la compañía resultante. Cuando no se respeta, suelen aparecer antes o después problemas de gestión de las diferentes culturas. Pero la adquisición de Monsanto por parte de Bayer, la mayor operación corporativa de una compañía alemana desde la II Guerra Mundial, acordada en 2016 por unos 57.000 millones de euros al cambio del momento, se ha salido de los convencionalismos casi desde el principio. 

El nombramiento de Protasio Rodríguez, procedente de Monsanto, como director de la división Crop Science de Iberia y, junto a ello, nada menos que como máximo responsable del Clúster Mediterráneo de Bayer, aprobado hace un año, ha acabado sembrando en el sector agrolimentario las dudas acerca de quién compró a quién en realidad. Y la decisión de centralizar en Barcelona la gestión del grupo en nuestro país, aunque el laboratorio de Crop Science se mantiene de momento en Valencia, no ha contribuido a despejarlas.

Obviamente, la pregunta acerca de quién compró a quién es retórica, la operación ha sido sometida al escrutinio de diversos órganos reguladores, faltaría más. Pero una fusión de compañías de referencia en el ámbito de la innovación como Bayer y Monsanto es mirada con lupa por el ecosistema innovador, y el mensaje oficial que traslada el nuevo grupo es este: la integración se ha diseñado respetando un equilibrio en el reparto de cargos de directivos entre las dos compañías. Una solución salomónica muy beneficiosa para limpiar la imagen de la compañía de origen norteamericano en mercados restrictivos como el europeo, pero que ha castigado a la de Bayer. 

La revista Forbes hizo cuentas y llegó a la conclusión de que sumando las pérdidas asociadas a las demandas en los tribunales, presentes y futuras, por el uso de glifosatos en el herbicida Roundup de Monsanto, y la caída en Bolsa de Bayer (el viernes de la semana trágica del coronavirus valía la mitad que en mayo de 2018), simplemente "se ha evaporado en su totalidad el valor de una de las dos empresas". La difícil coexistencia de fusiones e innovación a veces crea pesadillas.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES