En 1980, Juan José Martínez García, catedrático de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos, creó en Madrid el grupo de trabajo de la cátedra de Mecánica del Vuelo. Cuatro años después, con ese mismo nombre, Grupo Mecánica de Vuelo (es decir, GMV), fundó la empresa que ya en 1988 recibió de la Agencia Espacial Europea (ESA) la calificación de centro de excelencia en mecánica orbital.
Puede afirmarse que GMV es una de las contadas grandes y veteranas empresas españolas en el ámbito espacial, con solera y prestigio en todo lo relacionado con los satélites y sistemas de vuelo. Participa, con gran peso, en las dos grandes actividades propias de la Unión Europea, Copérnico y Galileo. Así que tiene sentido preguntar por su interpretación sobre lo que es la idea del ‘new space’, el espacio convertido ahora en un área de negocio y comercio para la iniciativa privada.
Responde a DISRUPTORES - EL ESPAÑOL Miguel Ángel Molina, director general adjunto de Sistemas Espaciales EST (observación de la Tierra, exploración, ciencia, seguridad espacial, telecomunicaciones y transporte espacial). Y su contestación da para mucho.
“Esto del nuevo espacio es un poco como la industrialización del espacio. No hemos pasado a la construcción en cadena, como se hace un coche, porque intentar hacer satélites de la misma manera, problema que hemos percibido y que ahora mismo está en proceso de resolución, es que no podemos olvidarnos de la calidad que los sistemas espaciales requieren. Es el mayor punto de freno”
“Aunque no es realmente freno, porque es verdad que las empresas ahora mismo están en un proceso de crecimiento importante, con actividades de carácter más masivo, como lo es construir cientos de satélites, frente a lo que se hacía tradicionalmente, que era construir unos pocos. Hemos pasado de un modelo muy artesanal a un modelo más industrial”, subraya, aludiendo a las grandes constelaciones que suman incluso miles de satélites.
Se multiplica la basura espacial
“El arranque original de este modelo industrial fue un poco fallido en la seguridad y validación de los sistemas espaciales que se ponían en órbita. Eso nos ha llevado a una cierta dificultad con la basura espacial que ha crecido de manera importante en los últimos años. En los últimos cinco años hemos pasado de unos 15.000 objetos a unos 50.000 objetos peligrosos. Y esto es debido a la masificación que se ha producido en el espacio”, prosigue.
“Es lo que decía antes, ¿no? De alguna manera, inicialmente parece que nos olvidamos un poco del concepto de seguridad, validación, fiabilidad… y eso nos ha llevado a la situación actual. Que no es que no tenga punto de retorno. Obviamente, hoy día se han, se han reconducido muchas cosas. Y se está trabajando mucho ahora mismo en un concepto de desarrollo industrial, digamos, más seguro, más eficiente, más fiable”.
"Los sistemas espaciales, aunque con una tecnología madura y accesible, tienen costes de mantenimiento importantes"
En cuanto al propio concepto de ‘nuevo espacio’, Molina añade: “Hay otro punto importante, que también a mí en particularmente me llama la atención. Y no voy a decir que me molesta, pero creo que es una confusión que hay que intentar arreglar. Es que confundimos mucho startups o nuevas tecnologías con el rollo del nuevo espacio. Y son cosas distintas. Startups ha habido siempre. Nosotros hemos sido una startup en el año 85. El nuevo espacio es más bien una manera de trabajar que no está ligada al hecho de que haya startups. Las hay ahora y habrá siempre y eso hay que saber conjugarlo de manera adecuada”.
“En GMV hemos trabajado mucho en colaboraciones con nuevas empresas, nuevas tecnologías. Y si eso lo queremos llamar nuevo espacio, pues estamos haciendo nuevo espacio. En el lado más industrial, estamos orientando nuestras actividades, igualmente, a mejorar y a de alguna manera facilitar el desarrollo de los sistemas espaciales. Nosotros, tradicionalmente, hacemos sistemas de a bordo más o menos complicados para satélites complejos. Ahora también hemos entrado en el mundo de los satélites pequeños gracias a Alén Space”, sigue concretando.
“Y por otro lado, los sistemas de control los hemos tenido que adaptar igualmente a este nuevo concepto. No es lo mismo controlar 532 satélites que 200, obviamente. Y no, no es lineal, porque si lo fuera, lo estaríamos haciendo muy mal. Tenemos que ser mucho más eficientes en la manera que trabajar y en la manera de desarrollar nuestros sistemas. Para nosotros ha sido un acicate en la mejora de los sistemas que desarrollamos, para integrarnos en esta nueva tendencia de masificación del espacio con cientos de satélites volando alrededor de una constelación que dará los servicios que le correspondan”.
Competencia para Elon Musk
Para especificar un poco, “el primer ejemplo que tenemos es el señor Elon Musk. Pero le están siguiendo muchos otros. Musk ya tiene… no recuerdo el número, pero son unos 8.000 satélites los que tiene volando. Una barbaridad de ese estilo. Y en paralelo se están desarrollando constelaciones de cientos de satélites que van a intentar cubrir los huecos que deja Musk, o competir de manera directa con este sistema en comunicaciones”.
Hay que explicar que todo cuanto antecede lo detalla el ejecutivo de GMV de un tirón, sin esperar a más preguntas, y del mismo modo entra en materia sobre actividades propias: “También se están haciendo cosas para observación de la Tierra, navegación… De hecho, nosotros, somos responsables de una de las futuras eventuales constelaciones que darían servicios de navegación avanzados”.
"El primer ejemplo es Elon Musk. Pero le están siguiendo muchos otros"
El proyecto “se llama LEO PNT, que es la idea es transferir la tecnología de navegación que hoy se da desde satélites MEO [orbita de altura media], que están mucho más altos, como a 22.000 km, y llevarla a satélites mucho más cercanos a la Tierra en el entorno de los mil kilómetros, con las ventajas y desventajas que eso tiene”.
“LEO es Low Earth Orbit, PNT es Precise Navegación and Timing”, puntualiza para aclarar la sopa de letras. Es decir, navegación precisa desde órbita baja.
Esa necesidad de adaptarse a la “nueva industrialización” del espacio ha tenido para GMV dos efectos. La necesidad de “dar servicios eficientes para cubrir los cientos o miles de satélites que van a volar y darlos a un precio y a un coste razonable. Ese es el otro fenómeno que ha venido detrás, la industrialización ha traído una reducción en los costes, tanto de desarrollo de satélites como sistemas espaciales. Y es algo a lo que te tienes que acercar. Si no, estás fuera del mercado”
A vueltas con la 'Space Act'
“Acompañando a todo esto, también estamos muy implicados en lo que sería la potencial definición de cómo vamos a gestionar todo esto en el futuro. Es lo que se llama la ley del espacio. La Comisión Europea acaba de sacar al mercado la Space Act, que es una ley del espacio que pretende coordinar, controlar, verificar, hacer funcionar de una manera más razonable todo esto que se nos está ocurriendo ahora mismo”.
“Este nuevo espacio ha generado una masificación, llenándolo de satélites por todos lados” incide Molina. “Y la ley de espacio lo que pretende es regular todo esto. O sea, que los satélites que se lancen tengan una calidad apropiada y aguanten un determinado periodo de tiempo adecuadamente. Que cuando llegan al final de su vida útil se desplacen a órbitas en las que no den problemas, o incluso se destruyan de manera controlada”.
Y además, hace falta “coordinar la relación de todos esos objetos que están volando en el espacio. Es exagerar un poco, pero de alguna manera es como poner semáforos por ahí arriba, o establecer autopistas… Estoy exagerando muchísimo, no estamos en eso ni mucho menos, pero es un objetivo orientado en esa dirección de tratar de controlar y coordinar todo lo que se está volando por encima nuestro. Cuantas más cosas hay, más problemas tenemos de gestión”.
Desde el punto de vista de negocio, Molina está de acuerdo en que “hacer que las cosas sean más accesibles abre el mercado. Realmente la madurez del mercado ha conseguido que sea más accesible a todo tipo de empresas. Tradicionalmente, los satélites, por su coste, complejidad y por la tecnología de desarrollo, estaban más ligados a instituciones, a agencias espaciales. Globales, como puede ser la Agencia Espacial Europea [ESA], o más locales, de países, como pueden ser el CNES [agencia francesa] o DLR [agencia alemana]. O bien instituciones de defensa, seguridad. Hoy nos hemos ido al otro extremo. Hemos hecho el mercado mucho más maduro, más accesible desde el punto tecnológico”.
En consecuencia, “la tecnología de espacio es mucho más accesible y cualquiera que tenga una cierta capacidad económica podría enfrentarse a desarrollar sistemas espaciales. Y lo que está pasando es que tenemos instituciones, empresas, grupos empresariales, fondos… que están invirtiendo en el desarrollo de estos sistemas. Porque se dan cuenta de que detrás puede haber un negocio importante de comunicación, de navegación, de seguridad, de observación de la Tierra, cambio climático…”
Constelaciones tras los desastres
Molina menciona “los incendios” recientes para añadir que “cada vez que ocurre un fenómeno físico malo, aparecen 15 constelaciones nuevas. Por ejemplo, cuando pasó lo de la DANA en Valencia, enseguida se intentó ver qué se podría hacer con nuevas constelaciones para ayudar en posibles problemas de ese tipo que hubiera en el futuro. Este verano hemos el problema de los incendios de manera bastante más acusada que otras veces y ya se está planteando ver de qué manera se puede ayudar desde el espacio con alguna constelación adicional”.
“Y eso no va a estar obligatoriamente ligado a una institución, puede haber una empresa privada. Hemos llegado a la situación de que empresas privadas pueden llegar a construir o constituir sistemas de este estilo. Los problemas son la financiación y el mercado a largo plazo. El business case, hay que definirlo y hacerlo bien, porque los sistemas espaciales, aunque con una tecnología madura y accesible, tienen costes de mantenimiento importantes. Estamos hablando de sistemas que están previstos para varios años, pueden durar diez años y durante diez años tienes que tener gente controlándolos, verificando que funcionan correctamente….”.
No es una bagatela: “Si estamos hablando de, no sé, 500, 1.000 satélites que puedas lanzar, la logística de todo eso lleva a un coste importante asociado. Hay que tener mucho cuidado con eso y echar los números. Pero negocio sí existe y es una realidad”.
Lo cual sugiere que también habrá negocio para ofrecer ‘Space as a Service’ (SaaS), ¿no?
“Por supuesto. El ‘as a service’ ya es un elemento común para todo. Tenemos ‘as a service’ para el control, para las antenas. Incluso para la constelación. O sea, puedes tener una idea con una carga de pago que quieres volar y pedir que alguien te ofrezca todo lo demás como un servicio, incluyendo los satélites, el sistema de control y la gestión de los datos que esa payload va a generar. Al final, lo único que recibes son los datos desde el satélite para procesarlos y entregárselos a tu cliente. Hasta ese nivel de concepto hemos llegado, claro”.
Lo cual, en el caso de GMV, empuja a una empresa con cifras (Molina intenta asegurarse con una ‘chuleta’ pero en ese momento no la encuentra y cita de memoria) de “más de 3.500 personas con casi 500 millones de facturación. En el área de espacio es aproximadamente la mitad. Fundamentalmente, nuestras actividades se concentran en el desarrollo de sistemas a bordo, más o menos complejos, bien para satélites extremadamente complejos, como pueden ser los de observación un poco complicados, o un satélite de navegación, relativamente complicado que pueda hacer la Agencia Espacial Europea o cualquier otra agencia. Ahí tenemos un nicho de mercado importante".
Control desde Tierra
Pero, por otro lado, “hacemos todo lo del segmento terreno, todo lo que se necesita en tierra para gestionar y controlar una misión espacial. Y cuando digo una misión espacial, lo digo en genérico. Una misión espacial de cualquier tipo, de cualquier tamaño. Hasta Marte. Me refiero al número de satélites y a los diferentes tipos. Tenemos telecomunicaciones, navegación, observación de la Tierra, exploración, lanzadores. Marte entraría en el lado de exploración...”.
“Ahora está más cerca la Luna”, continúa Molina. “La Luna es el target que tenemos más inmediato. Hemos evolucionado dando servicio a todos estos nuevos sistemas que han crecido en tamaño, en volumen y en complejidad. Desarrollamos todo lo que se necesita alrededor de esos sistemas para controlar los satélites a bordo y para controlar las constelaciones o el conjunto de la misión en tierra. Además, el procesado de los datos que proporcionan ha crecido de una manera exponencial”.
“Todos los datos que proporcionan los satélites de observación, o de navegación, o de telecomunicaciones tienes que procesarlos en tierra y enrutarlos de manera adecuada hacia el usuario final. Es el otro área en la que trabajamos”, detalla en referencia a las actividades más tradicionales de su empresa.
“Y, en paralelo a todo esto, también nos hemos querido apuntar a ese New Space que mencionábamos al principio” señala Molina. “Hace dos años compramos una empresa en Vigo que se llama Alén Space y está más cercana a esto que hemos llamado el New Space. Es una startup que hace satélites más pequeños, de hasta unos 16 U, que son unos 30, 35 kilos de tamaño. Y desarrollan actividades importantes para telecomunicaciones. Tienen una capacidad importante e interesante en el desarrollo de cargas de pago flexibles de telecomunicaciones definidas por software. Pueden redefinir de manera rápida y segura cualquier frecuencia o entorno de comunicación a bordo”.
“Hasta ahora se han dedicado más a satélites de tamaño pequeño y mediano. Tamaños que empiezan un poco a desaparecer. Es verdad que hay una tendencia de uso de satélites pequeños, pero claro, como la complejidad de las misiones ha ido creciendo, nos encontramos que cada vez los satélites están creciendo más. Esas empresas que empezaron haciendo satelitillos de 30 kilos ya apuntan a satélites de 100 y pronto van a apuntar a satélites de 500. Porque el cliente, el mercado, pide más”.
“El cubeSat empezó siendo algo importante y hoy se ha convertido más en un pequeño juguete. Se utiliza más para actividades de educación, actividades universitarias… y no para de crecer en tamaño por la capacidad que puede absorber. La tecnología cada vez está más accesible y tenemos más capacidad para integrar cosas y eso hace que el satélite nos crezca sin remedio”.
Miguel Angel Molina director general adjunto de Sistemas Espaciales EST en GMV.
En cuanto a Alén Space, Molina detalla que desde la compra por GMV “ha duplicado tamaño. Ahora mismo es el doble de lo que era en origen y están haciendo actividades muy interesantes. Por ejemplo, forman parte del grupo que está desarrollando lo que comenté antes, el LEO PNT. Es un sistema de demostración todavía, no es operacional, y son responsables de una de las líneas de producción para la demostración de esa capacidad”.
Además, la compañía ahora ‘satélite’ de GMV construye “satélites muy interesantes para temas de ciberseguridad en el espacio, que es otro de los problemas que anda por ahí dándonos vueltas y están trabajando para la ESA en eso. También están trabajando en sistemas de comunicación a bordo para transmisión de datos entre satélites, inter satellite links, y han conseguido vender fuera. Han vendido una misión importante en Corea. De alguna manera le hemos dado un empujón, que les ha venido bastante bien manteniendo su origen, su naturaleza y su manera de trabajar”.
Dinero y proyectos
Esta nueva actividad ha generado la incursión en el sector de “mucha gente que tiene dinero y se mete en este mundo. O sea, el modelo Elon Musk. Está ocurriendo en todo el mercado, en todas partes hay financiación. Hay muchos fondos que están invirtiendo en esto del espacio y mucho dinero privado. Todo esto tiene que consolidarse. Ya hay muchas actividades desarrollándose, constelaciones que se están construyendo y que van a tener que demostrar su viabilidad después”.
“Hay una constelación muy importante, Iris Square, que es una iniciativa institucional de la Comisión Europea para desarrollar una constelación de comunicaciones de unos 300 satélites, para dar servicios parecidos a lo que da Elon Musk” explica Molina.
“Sería un Starlink europeo y orientado sobre todo a actividades gubernamentales, entre los países, con alguna independencia para disponer de capacidad satelital de comunicación cuando se pueda necesitar. Por ejemplo, lo que pasó en Ucrania: en ese momento no la teníamos. Espero que no vuelva a ocurrir, pero si volviera a ocurrir, por suerte, o más bien por desgracia, en ese caso la Comisión debería disponer de esa capacidad para una comunicación independiente y segura”.
En un par de años debería empezar a haber satélites en vuelo, de esa constelación. Y otro gran proyecto que menciona es “el Gateway Lunar”, una estación espacial en órbita lunar en la que participan NASA, ESA, Canadá y Japón. GMV espera tener oportunidad de participar en ello, ya que “habrá que dar servicios de navegación y habrá que dar servicios de comunicaciones”.
"Hay una iniciativa institucional de la Comisión Europea para desarrollar una constelación de comunicaciones de unos 300 satélites, pero cuando empezó lo de Ucrania no teníamos nada"
Queda por referir otro asunto importante: por una parte, el espacio adquiere una dimensión comercial con iniciativa privada, pero por otra se multiplican los entes de carácter oficial, cada país crea su propia agencia espacial, la Unión Europea tiene EUSPA, que es diferente de la ESA…
“Tenemos desarrollos con todas las agencias a nivel a mundial. La Agencia Espacial Europea fue nuestro primer cliente y es uno de los más importantes. Pero también tenemos relación con casi todas las agencias europeas, tenemos presencia en Portugal, Francia, Alemania, UK, Rumanía, Polonia y también trabajamos para la agencia coreana, la japonesa JAXA, NASA, NOA y todos sus derivados. En Estados Unidos tenemos una filial.
¿Y esa proliferación de agencias, incluida la española, no supone también un incremento de burocracias?, le preguntamos.
“Sí, todo lo que es gubernamental al final lleva asociado a una burocracia complicada. No sólo en España, si intentas contratar cualquier cosa para la Agencia Espacial Española. Todo es muy complicado. Hay que mandar muchos papeles y como te olvides de cualquier cosita, tienes que andar rectificando. Y luego España, además, tiene el toque adicional de que ya no solamente es que tengamos una agencia espacial española, es que tenemos 17 agencias regionales espaciales porque cada comunidad autónoma tiene sus capacidades, sus desarrollos y sus deseos”.
Lo cual, remacha Molina, abre otro mercado colateral del New Space: “Hay muchas empresas ayudando a empresas a ofertar cosas, porque no es fácil. Hasta que te haces al mercado y a la manera de trabajar no es sencillo. Cuando ya estás rodado y llevas muchos años metido, pues hombre, las cosas te parecen más fáciles, pero eso no quita que no dejan de ser complicadas”.
