Las claves
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“Hola, soy Charlie Bolden, administrador de la NASA”. Estas han sido las primeras y únicas palabras humanas que se han escuchado en Marte. Una breve alocución, grabada y transportada por el robot Curiosity en 2012, que hacía referencia al deseo inherente y posible, por qué no, de nuestra civilización por explorar ese lugar ignoto y de encontrar nuevas formas de vida.
Ahora, a sus 79 años, Charles F. Bolden todavía sueña con ir al Planeta Rojo, cita que se emplaza, según las previsiones de los expertos, para la década de 2040. No parece conformarse con haber estado a bordo de cuatro misiones espaciales -entre las que se incluye el despliegue del Telescopio Hubble- ni de haber sido el primer dirigente afroamericano de la agencia espacial norteamericana durante la administración Obama (2009-2017).
“Tengo que averiguar cómo lograrlo”, sonríe. “Si alguien me diera una oportunidad ahora mismo…”. Su afán parece lejos de hacerse realidad, pero este astronauta y exaviador naval tampoco es amigo de las lamentaciones, de la añoranza o de echar la vista atrás. “Nunca lo hago, he disfrutado de todo lo que he hecho y me siento muy orgulloso”.
Conversa con DISRUPTORES – EL ESPAÑOL con la humildad del que siempre ha mantenido los pies en la tierra. Lo hace en la sede madrileña de Bankinter, compañía de la cual es patrono de su fundación de innovación, tras una charla ante el público inspiradora, emocional y emotiva, y en la que incluso deja escapar alguna lágrima cuando recuerda su infancia.
Antes de sentarse con este medio durante largo rato, atiende con gentileza a todas las peticiones de selfies de sus admiradores, muchos nuevos después de conocer un poquito más su asombrosa trayectoria. Hecho esto, comienza una entrevista que bien podría resolverse con un repaso a su currículum, pero si por algo destacan este tipo de personajes únicos es por su mirada reflexiva y casi siempre acertada sobre el hoy y el mañana.
El astronauta durante una de las cuatro misiones espaciales que ha realizado a lo largo de su carrera.
Porque uno de sus roles actuales, cuenta, pasa por ser un “narrador” omnisciente. Por dirigirse al ciudadano de a pie, al que no le importa nada el espacio, y decirle que “dependemos totalmente de él”. Que sus vidas son mejores “ya sea en comunicaciones, navegación o registros financieros” gracias a “lo que hacemos hoy allí arriba”.
Es más, pone su experiencia personal al servicio del ejemplo y explica cómo un pequeño brazo robótico pudo extirparle un cáncer de próstata -enfermedad de la cual ya está totalmente recuperado- con mucha más precisión que la de cualquier bisturí al uso y sin riesgo de producir daño a ningún nervio. “El médico ni siquiera estaba en el quirófano, sino operando una consola”.
En este sentido, dice, la miniaturización es una de las grandes innovaciones que ha aportado la industria espacial a la humanidad. “Para viajar al espacio, quitar peso es crucial”. Por ello, ahora se lanzan satélites del tamaño de una caja de zapatos que toman fotos de la Tierra “tan buenas como las de un telescopio de alta gama” o se han hecho avances como la reducción de las máquinas de ultrasonidos tan frecuentes en estos días en las ecografías.
“Un astronauta puede observar su flujo sanguíneo para detectar, por ejemplo, problemas en los ojos; en la visión”, prosigue. “Todos estos avances se utilizan ya incluso hasta en las zonas más rurales de Estados Unidos”.
"Nuestras vidas son mejores, ya sea en comunicaciones o registros financieros, gracias a lo que se hace hoy allí arriba"
Y, es que, una de las cosas de las que más presume Bolden es esa visión que tenía la NASA, “aunque ha variado un poco en la actualidad”, de transportar el aprendizaje a nuestro planeta y mejorar la vida de la gente. “Solíamos decir a nuestros investigadores que si algo no iba a tener ninguna aplicación en la Tierra no podíamos garantizar la inversión”.
De hecho, parte del espíritu de la agencia pasaba por adelantarse a los nuevos tiempos. ¿Inteligencia artificial? “La llevamos utilizando desde antes de que se hablase de ella”, responde cuestionado por la tecnología de moda. “Desde que existen los ordenadores hemos procesado toneladas de datos más rápido que cualquier cerebro humano y luego hemos seleccionado los aspectos críticos y los hemos analizado”.
Sin una 'nueva economía' del espacio clara
Por todo este legado, Bolden rehúye hablar de lo que ahora se conoce como economía del new space, término que hace referencia al negocio que produce todo este sector, a lomos de la investigación y la tecnología, y que, según varios indicadores de la consultora McKinsey y del Foro Económico Mundial, podría pasar de los 630.000 millones de dólares en 2023 a 1,8 billones en 2035.
“¿De dónde sacan esas cifras? No sé qué significa la economía espacial ¿A qué se refieren? ¿Al PIB de un país como Estados Unidos que cuenta con tecnología espacial?”, clama. “Hoy en día, no podemos hacer nada sin el espacio, no hay una economía sin él”, reitera. “Intenten hacer banca sin satélites ni GPS, por ejemplo. Ya ni siquiera se puede imaginar un mundo así”.
"Solíamos decir a nuestros investigadores que si una idea no tenía aplicación en la Tierra no podíamos garantizar la inversión"
Eso sí, reconoce que la industria ha evolucionado hacia la comercialización con la proliferación de distintos jugadores privados. Algo que no es malo, ni mucho menos, sino todo lo contrario, “vital” en su colaboración con el Gobierno. Porque con este nuevo modelo, la empresa SpaceX sola, “que se ha comido a la tradicional Boeing”, lanza ya más cohetes al año que cualquier país del mundo.
Esta compañía ha ganado una fama meteórica no solo por su actividad, sino porque pertenece al ínclito Elon Musk, dueño también, entre otras, de la red social X -antes Twitter-. También el magnate de Amazon, Jeff Bezos, cuenta con su propio proyecto, Blue Origin. Amén de otras firmas, con propietarios quizás menos ilustres, que florecen en el terreno como Rocket Lab, Axion, Vast o Hermeus, entre otras.
Charles Bolden (arriba) junto a parte de su equipo en el espacio.
Sobre estas, aparte de abstenerse de hacer comentarios sobre las megalomanías de dichos multimillonarios, asegura que están consiguiendo que “hagamos las cosas más eficientes, más rápido y más barato".
"Nunca he creído que se puedan conseguir estas tres premisas a la vez, quizás solo dos. Durante un tiempo trabajé con un tipo llamado Dan Goldan, que estaba obsesionado con esa idea. Me parecía casi imposible. Pero con esto del espacio comercial creo que nos estamos acercando mucho”.
Un nuevo modelo comercial
La entrada de estos ‘animadores’ del sector está difuminando el modelo primigenio de la NASA, fundada en 1958 como respuesta al lanzamiento del Splutnik de la Unión Soviética.
Lejos parece quedar ya aquella carrera geopolítica, en plena Guerra Fría, en la que, por cierto, tal y como contó el astronauta durante su exposición, los Estados Unidos, a pesar de los grandes avances que ha hecho en las últimas décadas -llegada a la Luna mediante- han ido a la zaga en muchas ocasiones de China y Rusia.
"No sé qué significa la economía del espacio; hoy en día, no podemos hacer nada sin él"
Definitivamente, repasa Bolden, “este es uno de los grandes momentos de la historia de la industria aeroespacial”. Con objetivos, como decíamos al principio, tan ambiciosos como llegar a Marte; recordamos, uno de los sueños del interlocutor.
“Es importante para nosotros sólo por el mero hecho de que necesitamos saber si ha existido vida en otro planeta, si Marte es un lugar habitable”, dice. “Creemos que no, pero lo desconocemos. Si llegamos allí y descubrimos que hay bacterias o algún tipo de organismo, los estudiaremos e intentaremos averiguar que hicieron para adaptarse a un entorno, a priori, imposible para el ser humano”.
Trabajos de construcción de una nave espacial.
Pero, hacer esas comprobaciones conlleva de muchas dificultades técnicas. En primer lugar, el aterrizaje. “Se trata de lograr que un vehículo pesado con personas dentro atraviese de forma segura la tenue atmósfera marciana. Que desacelera y disipe toda la energía que lleva para poder tocar tierra”.
Una vez superada esta fase, habría que proteger a la tripulación, que “tan pronto como salga de la nave estaría expuesta a un tipo de radiación muy destructiva”. Dos grandes retos que no parecen salvables para los que no son expertos, pero sí para los que trabajan día a día en ciencia, innovación y tecnología.
Su mayor reto como director de la NASA
Más allá de todos los tecnicismos y del conocimiento científico que hay que atesorar para ser un ‘primer espada’ del espacio, lo que demuestra con sus frases Charles F. Bolden es un profundo humanismo.
"La proliferación de empresas privadas está generando que hagamos las cosas más eficientes, rápido y barato"
Es más, indica, su mayor desafío durante su etapa como administrador de la NASA, incluso en la Marina, ha sido el de gestionar a las personas. “¿Cómo ayudarlas a realizar cambios que a menudo no quieren hacer? Tenemos gentes con cursos completos al respecto intentando entender cómo tratar con gente a la que se le pide que cambie sus vidas”.
Para el experto, los humanos somos animales de costumbres, adaptados a la comodidad y con reactividad a la evolución, aunque esta sea positiva. Por ejemplo, explica, su etapa más difícil fue la de reubicar a la fuerza laboral que había trabajado en un transbordador. Una vez concluido el proyecto, “tuvimos mucha suerte porque muchos consiguieron empleo en una empresa brasileña que fabrica aviones. Eso es la gestión del cambio: hacer entender que la vida continúa de un modo u otro”.
Asimismo, y como primer director afroamericano del organismo, una de las premisas que ha guiado su carrera ha sido la de la diversidad, algo que cree que ha cumplido. “Si queremos innovar, necesitamos ideas que no se hayan planteado antes. Y esto pasa por reunir a gente que piense diferente e introducir otras perspectivas, ya sean culturales, raciales o de género. Estadísticamente, está demostrado que el rendimiento es mayor en grupos diversos con respecto a los monolíticos”.
"Si queremos innovar, necesitamos ideas que no se hayan planteado antes"
Sin embargo, vivimos tiempos convulsos en este tipo de cuestiones. De hecho, Bolden cree que ahora mismo hay más diversidad en el espacio que en la Tierra, en términos porcentuales. Pero, de nuevo, su visión optimista vuelve a relucir: “Necesitamos más esfuerzos, pero estoy convencido de que todo el mundo caerá en la cuenta de que estas políticas son beneficiosas para la humanidad”, concluye.
Una historia basada en el azar y el esfuerzo
Charles F. Bolden, Carolina del Sur (Estados Unidos, 1946), nunca pensó que iba a conseguir estar a bordo de cuatro misiones espaciales ni de dirigir la NASA (National Aeronautic and Space Administration) durante nada menos que ocho años. Tras acabar sus estudios de secundaria se enroló en la Academia Naval simplemente “porque le gustaba el uniforme” y se había “enamorado” de un programa de televisión “malo”, confiesa, llamado Hombres de Annapolis.
Una vez allí “me impresionaron mucho los oficiales de la Marina que conocí”. Especialmente su mentor, John Riley Love, un veterano de la Guerra de Vietnam que se convirtió en una suerte de nuevo padre. “Era increíblemente duro, pero eminentemente justo en todo lo que hacía, así que lo tomé como patrón”.
Una vez en la Marina acudió a la escuela de vuelo, donde decidió que no sólo quería ser piloto, sino piloto de pruebas. Durante esa etapa, la NASA seleccionó a su primer grupo de 35 astronautas para volar el transbordador espacial. “Y conocí a uno de ellos, quien me invitó a postularme al programa. Pensé que no me iban a escoger, que era una estupidez, pero, a su vez, recordé que mis padres me habían educado bajo la convicción de que con esfuerzo y sacrificio podría llegar a ser lo que quisiera”.
A partir de aquí, su trabajo duro le hizo pasar una selección de entre 16.000 solicitantes y el resto ya es historia contemporánea de la humanidad.
