Los Ángeles (EE.UU.)
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El planeta se está quedando pequeño para albergar la inteligencia artificial. Se estima que para 2030, los centros de datos de IA en EEUU podrían llegar a consumir un 9% de la energía total generada en el país, lo que anticipa un desafío sin precedentes para la infraestructura eléctrica.

La necesidad energética de la IA es tal que empresas como Meta y Google están invirtiendo en startups dedicadas al desarrollo de nuevas centrales nucleares.

Y en busca de una fuente energética verdaderamente “interminable”, Silicon Valley apunta ahora al espacio como la próxima frontera de la IA.

En órbita, el sol podría responder de manera directa a esta creciente demanda tecnológica y energética, que ya está poniendo en jaque a los recursos naturales de la Tierra.

Los paneles solares ofrecen un rendimiento superior en órbita: pueden resultar hasta ocho veces más eficientes que en la Tierra y generar energía de manera continua, prácticamente sin interrupciones, ni dependencia crítica de grandes sistemas de baterías.

IA desde el espacio

Google ha sido una de las primeras compañías en apostar por esta nueva era a través de su proyecto Project Suncatcher (que se puede traducir como “Cazador Solar”). La firma imagina una constelación satelital, al estilo de la red de SpaceX, encargada de mantener una infraestructura de IA de gran escala.

El proyecto se enfrenta a una serie de obstáculos científicos y su implementación está pensada a largo plazo. Uno de ellos consiste en lograr un rendimiento comparable al de los centros de datos terrestres, lo que requiere enlaces entre satélites capaces de transmitir decenas de terabits por segundo.

Otro desafío importante es la resistencia a la radiación. Algunos componentes de los satélites serían más resistentes que otros, pero la exposición prolongada podría comprometer la durabilidad y estabilidad operativa de estos sistemas.

El coste de lanzar y mantener de forma constante esta ambiciosa red satelital también sería elevado.

Sin embargo, la irrupción de nuevas startups dentro del sector espacial privado está contribuyendo a una disminución significativa de los precios de lanzamiento, facilitando operaciones que antes eran prohibitivamente costosas.

Las primeras pruebas de Google están previstas para el año 2027, gracias a una asociación estratégica con la startup Planet, que aportará experiencia técnica y acceso a infraestructura orbital para misiones iniciales.

El primer lanzamiento a órbita

No solo las grandes firmas de Silicon Valley trabajan a contrarreloj para encontrar una solución energética al crecimiento de la IA. Startups como Starcloud ya desarrollan prototipos de futuras constelaciones satelitales especializadas en computación en el espacio.

La empresa fue fundada hace apenas un año y tiene sus cuarteles generales en el estado de Washington. En su breve periodo de actividad ha obtenido más de 23 millones de dólares en cuatro rondas de inversión, atrayendo el interés de nombres relevantes en el ecosistema tecnológico como Andreessen Horowitz, Nebular, Y Combinator y Sequoia Capital.

No obstante, su socio más importante es la compañía más influyente del sector en estos momentos: Nvidia. Starcloud formó parte del programa Nvidia Inception, que proporciona herramientas gratuitas y recursos avanzados a startups que trabajan en el futuro de la inteligencia artificial.

“En el espacio, obtienes energía renovable casi ilimitada y de bajo coste”, afirma Philip Johnston, cofundador y director ejecutivo de la startup en un comunicado. “El único coste para el medio ambiente será el del lanzamiento; después, habrá un ahorro de emisiones de dióxido de carbono considerable durante toda la vida útil del centro de datos, en comparación con uno ubicado terrestremente en la Tierra”.

Starcloud lleva la delantera en esta carrera espacial, ya que su primer lanzamiento tuvo lugar a principios de noviembre, con la puesta en órbita de un módulo que alberga el GPU H100 de Nvidia.

La vida del satélite será corta: permanecerá en una órbita de 325 km durante unos once meses. Pasado ese periodo, se programará su descenso controlado hasta desintegrarse, un procedimiento fundamental para evitar la acumulación de basura espacial y garantizar operaciones más seguras.

El próximo obstáculo a sortear, y una de las grandes preocupaciones del sector en este momento, es el colapso de la órbita terrestre baja.

SpaceX fue una de las primeras compañías en desplegar redes satelitales de gran magnitud, lo que hoy pone en jaque otros proyectos espaciales y plantea retos adicionales para la seguridad de astronautas y estaciones espaciales internacionales en funcionamiento.