Desde la Revolución Industrial, la relación entre la tecnología y el empleo ha sido objeto de inquietud constante. La creencia de que las máquinas reemplazarían a los humanos ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia. Sin embargo, a medida que la tecnología ha ido avanzando, hemos presenciado un fenómeno interesante: si bien las máquinas, en forma de ordenadores, computadoras cuánticas, inteligencia artificial y realidad virtual, han automatizado ciertos trabajos, también han creado otros empleos que antes no existían.

Este cambio se ha extendido a una amplia gama de profesiones, desde médicos y dependientes hasta conductores y maestros, e incluso ha dado lugar a la aparición de perfiles altamente especializados en tecnología que son cada vez más demandados por empresas de todos los sectores, y a un sector TIC propiamente dicho que tiene un gran peso en la economía y un increíble potencial de desarrollo.

Sin embargo, este sector atraviesa actualmente un período de transformación, marcado sobre todo por la crisis económica y el impacto de la inteligencia artificial (IA). Gigantes tecnológicos como Microsoft, Meta y X (antes Twitter) han acometido recientemente grandes reestructuraciones de plantilla, mientras expresan, al mismo tiempo, su preocupación por la escasez de profesionales especializados.



Y resulta paradójico que algunos de los mismos trabajadores que han contribuido al desarrollo de la inteligencia artificial sean quienes alertan ahora de sus riesgos, no solo para los usuarios, sino también para sus propios empleos.

¿Pero, qué hay de cierto en todo esto? No se trata sólo de que esta tecnología pueda reemplazar a muchos humanos realizando de forma automática sus tareas, incluida la programación, sino también de que las personas no pueden competir con la velocidad de aprendizaje de la IA. A pesar de la posibilidad de que ciertos perfiles menos especializados puedan desaparecer con la adopción generalizada de estos sistemas, la inteligencia artificial también es una herramienta poderosa para aquellos con conocimientos intermedios pero no necesariamente altamente cualificados.

Sin duda, la IA va a marcar una tendencia clara en el mercado laboral a partir de ahora. Pero con o sin ella, la cuestión es si habrá suficiente trabajo para todos en el futuro y si los profesionales actuales, especialmente en el sector tecnológico, están preparados para los empleos que están por venir. A día de hoy, todavía existe una demanda significativa en áreas como el desarrollo, la innovación, la ciberseguridad y el mantenimiento y actualización de sistemas existentes. Estos perfiles siguen siendo altamente solicitados por empresas de todos los sectores, que no siempre son capaces de encontrar con facilidad el talento que necesitan en estos ámbitos.

Para poder atraer y retener a estos perfiles especializados, es necesario ofrecerles una propuesta laboral interesante, en la que el salario es importante, pero no lo único determinante. La conciliación, la flexibilidad y la posibilidad de trabajar en remoto son aspectos muy valorados por estos profesionales, y pueden marcar la diferencia a la hora de decantarse por una oferta de empleo u otra.

El teletrabajo ha sido, desde hace muchos años, una prerrogativa de muchos trabajadores de multinacionales tecnológicas y también de pequeñas startups del sector. Es decir, antes de la pandemia ya estaba instalado en su día a día, ya que podían trabajar en las oficinas de su empresa o del cliente unos días a la semana, dar soporte a distancia o incluso ser nómadas digitales.

Pero esta tendencia ha comenzado a cambiar, y muchos de estos profesionales, como en otros sectores, están viendo un retorno a la oficina. Si a principios de 2020 el 94% de los trabajos imponían la presencialidad, con la pandemia de la covid-19 se observó un cambio significativo en las políticas de trabajo impuestas por las empresas y ese número descendió al 37%. En 2022, el requisito de trabajar desde la oficina disminuyó aún más y se situó en un 28% en el mes de noviembre.

Sin embargo, en los últimos meses hemos detectado un punto de inflexión, con una disminución del 12% en la cantidad de puestos que permiten el trabajo completamente remoto, y actualmente el 44% de las ofertas laborales imponen la obligación de trabajar desde la oficina. En España, por ejemplo, compañías como Glovo, Factorial o Travelperk están promoviendo la vuelta a la presencialidad.

Las empresas alegan motivos como la necesidad de crear equipo, formar mejor a las nuevas incorporaciones y controlar el rendimiento. Pero para los empleados, el teletrabajo es el beneficio social más valioso, por encima de ofertas económicas, el seguro médico privado o los vales de comida. Y aquí es donde surge el problema, que puede estallarles en la cara a las empresas, pues en esta competencia por el talento, aquellas que no puedan ofrecer al menos un enfoque de trabajo híbrido pueden ver desfilar a sus profesionales más valiosos.

Nuestra reflexión es que no tiene mucho sentido que los profesionales tecnológicos vuelvan a una presencialidad 100%, ya que gran parte de su trabajo se puede realizar de forma remota. La clave del futuro es el modelo "Remote First", en el que los empleados tengan la opción de trabajar en una oficina si lo desean, pero no están obligados a hacerlo.

La tecnología seguirá desempeñando un papel fundamental en la transición entre lo físico y lo virtual, ya que las herramientas de colaboración mejorarán y los desafíos logísticos del trabajo remoto disminuirán, lo que conducirá a una mayor flexibilidad. Quizá la situación cambie en un futuro próximo. En un mundo tan cambiante, nada es definitivo. Lo único que podemos afirmar con certeza hoy día es que la tecnología, la que está por venir, continuará redefiniendo el mercado laboral.



*** Pedro Torrecillas es CEO y cofundador de Circular.