La pugna entre ciencia y charlatanes no es nueva, lleva sucediendo desde los inicios de la historia y desde que los humanos nos organizamos en sociedades colectivas. La única diferencia que se ha gestado con el paso de las décadas y los siglos es el trato que damos a estos personajes: si antaño eran denostados y condenados públicamente por sus (probados) engaños, ahora se les pagan enormes cantidades de dinero por dar conferencias inspiradoras en eventos tecnológicos -que no científicos- de todo el mundo.

Hace unos meses, critiqué en este mismo medio a David Wood y, en especial, a José Luis Cordeiro. Ambos viven de viajar por todo el globo como ponentes estelares de congresos y ferias; no se les conoce otra ocupación remunerada que esa. No era la primera vez que hablo de personajes como estos, me temo que tampoco ésta será la última. Además, en el caso de Cordeiro, sus mentiras no atañen ya a su discurso, sino incluso a su propio currículo, en una sarta de atribuciones falsas que ya denunció El País en 2017. 

Más allá de estos pies de barro, su discurso resulta extraordinariamente alocado, desmontado por la ciencia en todos sus extremos. Al menos, es divertido: según Wood y Cordeiro, seremos inmortales en 2045. El propio José Luis Cordeiro (ingeniero mecánico, nada relacionado con la medicina o la biología, que intentó también meterse en política con un partido creado por sí mismo) afirma que él aspira a no morir nunca.

Para intentar justificar esta premisa, la estrategia de estos gurús es siempre la misma. Primero, rodearse de un ambiente aparentemente científico. Hace un tiempo, como ejemplo, Cordeiro presentó su libro con la compañía de Carlos Martínez-Alonso, expresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Poco después, tal y como publicó El Independiente, Martínez-Alonso renegó por completo de las teorías de nuestros protagonistas. En segundo lugar, entremezclar ciencia ficción con algunos avances legítimos, como en este caso las técnicas genéticas ligadas a CRISPR, la ingeniería biomédica o las terapias que atañen al ARN mensajero.

Y como no hay nada mejor que desmontar la pseudociencia con innovadores de verdad, este domingo publicaremos en D+I - EL ESPAÑOL una entrevista en exclusiva con Daniel G. Anderson. Se trata del ingeniero biomédico más prolífico (400 papers y patentes en su haber) y polifacético del mundo, investigador del MIT, cofundador de la empresa CRISPR Technologies junto a la premio Nobel Emmanuelle Charpentier, pionero en investigación sobre nanopartículas de ARN y creador de tejidos e incluso órganos artificiales, como un páncreas. Y a él, que sí acredita su conocimiento en estas materias, le he preguntado por su opinión sobre las premisas de Wood y Cordeiro.

"Suena genial y nunca se puede decir que algo es imposible, pero -desafortunadamente- [la inmortalidad] no es algo que vaya a pasar. Por lo pronto, no podemos tratar el envejecimiento hasta que realmente entendamos sus bases biológicas, que hoy por hoy no conocemos por completo. Incluso si pudiéramos editar un gen en un cuerpo, no está claro cómo me va a proteger eso del envejecimiento en su conjunto", sentencia el científico. El resto de la entrevista, ya sin pseudociencias ni promesas vacías mediante, este domingo en esta misma página.