¿Adivinan, estimados socios del Nanoclub de Levi, dónde se acaba de celebrar la más grande conferencia del mundo dedicada a la nanociencia y la tecnología? Una pista: se llama China Nano. Pero, más allá del tamaño habitual de todo en aquel país, agigantado, el gran evento del Nanomundo nos sirve de termómetro de la situación de la nanociencia desde que en 2019 se celebró la última edición (prepandémica) de esta conferencia bianual.

China ha avanzado extraordinariamente en nanociencia. Por muchas razones. Algunas son clásicas, de Perogrullo. Por ejemplo, que El Régimen ha aumentado su financiación al incluir la nanotecnología como industria estratégica en su decimotercero Plan Quinquenal. Pero hay otras menos obvias, como una acumulación creciente de talento investigador y, lo que es más novedoso, sus crecientes y sólidas colaboraciones internacionales de sus universidades.

China, además, ha lanzado su particular "Made in China 2025", con el que pretende competir como industria manufacturera con EEUU, la Unión Europea, Japón o Rusia. El regreso de investigadores y científicos formados en el extranjero, atraídos por la promesa de mejores salarios; una financiación fácilmente disponible y la producción local de herramientas y técnicas de vanguardia, están desempeñando un papel vital en el progreso constante de China.

Otro ejemplo de la "apuesta" china es la zona industrial de nanotecnología más grande del mundo. Se la conoce popularmente como 'Nanópolis', Nanotech City para los "cayetanos" del sector. 300 kilómetros cuadrados ubicados en la ciudad oriental de Suzhou, un símbolo de la alianza establecida en 1994 entre China y Singapur. Ciencia y tecnología a lo grande, combinadas con la disciplina y la planificación heredadas del Programa Nacional de Investigación y Desarrollo de Alta Tecnología, el Programa 863 impuesto por Den Xiaoping en 1986.

Nature comparó hace un tiempo los artículos de investigación firmados en centros de China y los de su archirrival, los EEUU, en diferentes áreas relacionadas con la nanociencia, como la química física, la ingeniería de materiales o la química orgánica. Y concluyó que los norteamericanos lideran la investigación en ciencias biológicas y China está más centrada en la química, pero a una distancia tal que la ciencia norteamericana difícilmente recortará.

En ciencias físicas, EEUU todavía está por delante, pero por un pequeño margen, igual que en ciencias de la tierra y el medio ambiente, donde el sprint chino le situará probablemente en la cabeza de la carrera mundial investigadora en menos de un lustro.

La dimensión de China Nano es una consecuencia del extraordinario crecimiento económico y los rápidos avances tecnológicos de est país en los últimos 30 años. La "cara A" de ese éxito es que se le brinda a China una oportunidad sin precedentes de liderar la competencia geopolítica contemporánea. La "cara B" de esta supremacía de la tecnología "nano" es que EEUU y muchos de sus socios, tanto en Occidente como en Asia, quedan de nuevo en posición de debilidad.

Algunos de los síntomas de este cambio de paradigma en la ciencia son el aumento de la tensión en las cadenas de suministro globales y el debate sobre las normas de acceso a la investigación. También las preocupaciones sobre la transferencia de tecnología, el establecimiento de estándares tecnológicos globales o la regulación de las grandes empresas tecnológicas. En estas circunstancias, EEUU y sus aliados deberían tomar medidas inmediatas para reclamar el papel de liderazgo en el área de la nanociencia y la nanotecnología. Y el primer paso sería volver a centrarse en los objetivos estratégicos establecidos por la Iniciativa Nacional de Nanotecnología adoptada por la Casa Blanca bajo la Presidencia de Bill Clinton.

Fruto del compromiso de China con la nanociencia es su Centro Nacional de Nanociencia y Tecnología (NCNT), inaugurado en 2003 gracias a la carismática figura de un científico llamado Chunli Bai, hoy presidente Honorario de la División Académica de la Academia China de Ciencias. Bai fue pionero en el campo de la microscopía de efecto túnel y la detección de moléculas individuales y ha estado detrás de muchas de las iniciativas de nanociencia lanzadas por el gobierno chino desde entonces.

El profesor Bai impulsó grandes esfuerzos en innovaciones tecnológicas. A pesar de las numerosas aplicaciones de los nanomateriales, Bai sigue advirtiendo de que el llamado "valle de la muerte" entre la Academia y la industria sigue siendo un hueso duro de roer para la nanociencia. Pese a ello, China será testigo de avances notables en los próximos años.

Probablemente arrastrados por la evidencia, países vecinos –como Corea del Sur y Japón– están invirtiendo con bastante eficacia. Y, aunque no se perciben esfuerzos, lo cierto es que los grandes desafíos sociales sólo pueden resolverse fomentando y apoyando la cooperación global. Y el desafío para China Nano sería convertirse en una reunión científica algo más internacional. "El Dorado" de la Nanociencia.