El concepto de Parque Científico-Tecnológico (PCT) se origina al principio de la década de los 50 del siglo XX (Zhang, 2005) siendo el ejemplo más conocido como pionero el Standford Research Park ubicado en Palo Alto California, fundado en 1951 (Carter, 1989; McQueen y Haxton, 1998, Xue, 1997). Se considera que ese fue el principal detonante del paradigma de Silicon Valley: la Universidad de Stanford fue la facilitadora de la generación de empresas de base tecnológica (EBT) a través de sus graduados que permitió hacer crecer Silicon Valley. 

Sin embargo, aunque Silicon Valley fue considerado un cluster espontáneo de empresas e instituciones investigadoras de alta tecnología, los Parques Científico-Tecnológicos son entidades que surgen de una forma premeditada y a través de un plan de implementación concreto que supone la involucración de un conjunto de agentes del ecosistema de innovación del territorio donde se establece. Julio Ondategui en su trabajo “Parques Científicos y Tecnológicos: los nuevos espacios productivos del futuro” ahonda en el origen de los PCT y los sitúa entre los polos de desarrollo de F. Perroux y los tecnopolos que actualmente reposan sobre el concepto de fertilización cruzada.

Existen varias generaciones en la materialización del concepto de parques científicos y tecnológicos que han ido evolucionando en función de las necesidades y prioridades cambiantes del entorno. La primera generación de parques, que surgió en las décadas de 1950 y 1960, se centró principalmente en proporcionar espacio para actividades de investigación y desarrollo, por ello se les denominó generación “Science Push”, es decir impulsar los resultados de la investigación en mercados. Estos primeros parques a menudo estaban ubicados en campus universitarios o cerca de instituciones de investigación gubernamentales.

Los parques de segunda generación, que comenzaron a aparecer en la década de 1970, fueron diseñados para ser más autónomos e incluir una gama más amplia de instalaciones, como espacio para oficinas, viviendas y comercio minorista. Estos parques a menudo tenían un enfoque más pronunciado en la comercialización y estaban ubicados cerca de las principales áreas urbanas. Esta generación, “Market Pull”, enfocaba el crecimiento de sus ecosistemas a partir de las necesidades del propio mercado.

Los parques de tercera generación, surgidos en la década de 1990, etiquetados como “Interactive-innovation”, se caracterizaron por un mayor énfasis en la innovación y el emprendimiento. Estos parques a menudo incluyen programas de incubación y aceleración, así como recursos y apoyo para empresas de nueva creación. Los PCT son un lugar ideal para facilitar las sinergias simbióticas entre las empresas ubicadas en su área de acción, es decir que la coopetición (cooperación + competición) de las empresas permite la generación de un valor superior, así como el crecimiento de las mismas conectadas al ecosistema de innovación con el apoyo de los principales generadores de conocimiento como son las universidades mejorando así su competitividad.

Finalmente, los parques de cuarta generación, que surgieron a fines de la década de 2000, se caracterizan por la integración de tecnologías inteligentes y sostenibles, así como por la incorporación de una amplia gama de nuevos “stakeholders”, además de la Academia, la industria, el gobierno ahora se incluye a la comunidad local. Los Parques Científico-Tecnológicos de cuarta generación se articulan alrededor del concepto “The Lab – Hub”: una nueva perspectiva que requiere un cambio mental importante donde la cocreación y la conectividad son ejes centrales del valor añadido de éstos.

Los PCT han sido la mejor representación del eje que conecta los elementos del modelo de la Triple Hélice (Etzkowitz y Leydesdorff, 1996; Etzkowitz,2007): Universidad, Administración/Gobierno, Empresas, actuando como facilitadores de los procesos de transferencia de conocimiento y de generación de innovación durante las primeras décadas de su crecimiento. En la última generación se ha incorporado un elemento nuevo: la sociedad, conformando así la denominada Cuádruple Hélice (Carayannis y Campbell, 2006).

La participación de la Sociedad en procesos cocreativos (Ciencia Ciudadana y LivingLabs) de la mano de los principales agentes del ecosistema de innovación permite mejorar la riqueza socioeconómica de los territorios.  La dinamicidad que confieren este tipo de mecanismos convierte a los Parques Científico-Tecnológicos en agentes brownianos de la innovación en constante evolución.

Me atrevería a visualizar una nueva generación de Parques Científico-Tecnológicos, la quinta, donde las tecnologías disruptivas (Computación Cuántica, Inteligencia Artificial, Ciberseguridad, Blockchain, 5G, Big Data) conferirán una nueva dimensión espaciotemporal a través de la puesta en marcha de demostradores de pruebas de concepto que permitirán resolver los desafíos tecnológicos más importantes de la sociedad actual.

*** Juan A. Bentolin es gerente de la Fundació General de la Universitat Jaume I y director de Espaitec, Parque Científico-Tecnológico.