Decir que estamos viviendo un momento de profundos cambios es un aserto cuanto menos redundante. Como seres humanos, nunca hemos experimentado un período que se caracterice por lo contrario. Más rápido o con menor brío, pero siempre hemos evolucionado como especie, como sociedad y, también, como economía.

Esa premisa es la que mantiene la calma tensa en los mercados ante un contexto tan complejo como el actual: una guerra que torpedea una ya débil cadena de suministro global, con una inflación disparada, la energía en clave de alerta máxima y unos mercados que han aprovechado para ajustar de paso los excesos de muchos años de tipos de interés muy bajos y auténticas burbujas en la inversión.

Por tanto, el cambio es algo intrínsenco a la naturaleza humana y de todos los constructos que derivan de ella. Sin embargo, tal afirmación no busca tanto la exactitud semántica como las implicaciones semióticas de la misma. Y aquí es donde entran en juego la velocidad acelerada de dichas transformaciones y su concentración en un único momento histórico, hasta el punto de ser incapaces de ser gestionadas con la premura deseada.

"El secreto del cambio es enfocar toda tu energía no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo"

Sócrates

El culpable último de esta situación no es otro que el sector tecnológico que, con su devenir y la configuración de la mal llamada 'digitalización', nos está llevando de cambio en cambio sin apenas darnos cuenta. Y esta última semana es ejemplo de tres de estas alteraciones en el orden establecido que, desde premisas aparentemente técnicas y de escaso alcance general, pueden llegar a tener un valor inusitadamente relevante para empresas y gobiernos de todo el mundo.

La primera de las noticias que captan dicho interés es el anuncio, por parte de IBM, de la puesta en marcha de sus primeros mainframes en la nube. Para quien no esté familiarizado con esta tecnología, hablamos de los equipos de cómputo que desde los años 60 llevan sosteniendo a la banca y gobiernos de medio mundo. Unos sistemas ya descatalogados por la inmensa mayoría de enseñas, con un lenguaje de programación -COBOL- en desuso, pero del que seguimos dependiendo de forma masiva.

Así, en torno a un 80% de las organizaciones españolas mantiene en su core de negocio sistemas obsoletos, como es el caso del mainframe. Para entenderlo, hemos de aceptar que lo viejo, a veces, es simplemente mejor, tanto en términos de seguridad (según un estudio de Vanson Bourne, el 78% de los CIO asegura que los mainframe son más seguros que las tecnologías modernas) como de eficiencia en procesos transaccionales.

La propuesta del Gigante Azul aún está reservada para pruebas y desarrollo, pero supone la constatación de dos claves. La primera, que la muy cacareada muerte de este atavismo tecnológico queda postergada sine die. La segunda, que IBM ha encontrado un buen filón en el que explotar su nube (por el momento, es el cuarto contendiente de la batalla) y devolver el brillo a este negocio que encontraba tan sólo en la computación cuántica un rayo de luz que iluminara su desdichado futuro.

La segunda noticia atañe a VMware. Tras separarse de Dell, y en entrevista con un servidor, su CEO Raghu Raghuram aseguraba que este movimiento les procuraría una mayor "flexibilidad a la hora de hacer inversiones". Sin embargo, las perspectivas positivas duraron poco, hasta que Broadcom anunció en mayo de este año la compra de la firma que dirige María José Talavera en España por 61.000 millones de dólares.

Poco tardaron en surgir las dudas sobre esta operación. Entre los propios empleados de la casa, en tanto que las garantías de que no habrá despidos expiran en el mismo momento de la fusión. Además, los "5.000 millones de ahorros en sinergias" apuntan directamente a despidos masivos para ajustar costes operativos, tal y como vienen reflejando sus propios trabajadores a través de foros anónimos de empleo. Pero también hay dudas entre los clientes, que no saben muy bien a qué atenerse de cara al futuro inmediato.

Recordemos que Broadcom no es nueva en esto de adquirir grandes compañías tecnológicas. Y su historial refleja un comportamiento muy singular: tras la compra, analiza los mercados y clientes más relevantes, cierra las operaciones y líneas de negocio que no encajan en ese plantel y aumenta los precios y márgenes de beneficio. Así lo hizo, sin ir más lejos, con CA Technologies, que de la noche a la mañana vio como su negocio en países como España pasaba a ser completamente irrelevante.

¿Podría ocurrir lo mismo con VMware? Los analistas y medios internacionales así lo creen. Esta semana, Tobías Mann publicaba en The Register un interesante análisis en el que directamente planteaba alternativas técnicas para que las empresas pudieran escapar de VMware. "La industria ya está inundándose de especulaciones sobre cómo la compra podría afectar a la disponibilidad y los precios de su software", explica. "Si el historial y la estrategia declarada de Broadcom nos dicen algo, pronto podríamos ver a VMware reenfocar sus esfuerzos en sus 600 clientes principales y aumentar los precios, dejando a otros tantos miles en busca de alternativas. La preocupación de los clientes es válida".

Pero si en el anterior ejemplo lo que predomina es la incertidumbre ante un futuro frugal, otras marcas sueñan con romper moldes con pasos que pueden pasar hasta desapercibidos entre tanto ruido.

Es el caso de Hewlett Packard Enterprise, la escisión profesional de la extinta HP, que esta semana se ha convertido en la primera casa de hardware en utilizar el procesador Altra Max 'Mystique' de Ampere Computing. No se asusten que ahora viene la explicación: desde hace tiempo, la industria de los servidores ha estado copada por chips de Intel Xeon x86. Incluso algunos intentos de la propia firma norteamericana por introducir alternativas -como Itanium- resultaron en fracaso (en este ejemplo específico, también en un sonado juicio a tres bandas con la propia HP y Oracle).

Sin embargo, HPE no se dio por vencida y buscó en la arquitectura ARM, la misma que lleva este 'Mystique' que nos ocupa hoy, una forma de romper con el statu quo en el negocio de los servidores. Desde 2011 lleva HPE trabajando con esta tecnología, cada vez más popular en este segmento de actividad y que ha gozado de reconocimiento popular más allá del smartphone tan sólo después de que Apple diera el salto con sus ordenadores personales a estos entornos.

Una nueva muestra de que, aunque invisible a muchos ojos, en el debate sobre quién lidera el momento de cambio tecnológico -si la electrónica de consumo o la empresarial- no hay discusión posible.