Si uno consulta las tablas salariales que, según Randstad, se manejaban en los puestos de tecnología en España durante el año pasado, veremos que algunos de los puestos mejor pagados son ser CIO en una empresa en Madrid o Barcelona con más de seis años de antigüedad. Es de las pocas posiciones donde se pueden superar los salarios de seis cifras.

Mientras, para los puestos de desarrollo, las bandas salariales oscilan entre los 18.000 euros y los 63.000, según área y años de dedicación.

Lo que señalan todos los informes es que las retribuciones del sector están al alza, especialmente por esa ley de la oferta y la demanda y la tan cacareada situación de que se demandan muchos más profesionales técnicos que los que el mercado tiene.

Por ejemplo, según el Digital Talent Overview 2022 de Barcelona Digital Talent, el salario promedio de las profesiones digitales en Barcelona es de 41.704 euros brutos, un 11% más que la cifra de 2020.

Sin embargo, son muchos los gestores de empresas que se lamentan de que las remuneraciones están creciendo más de lo que indican las estadísticas oficiales. O, al menos, lo que piden los candidatos: sueldos que llegan a doblar, e incluso superar, las bandas salarias más altas en puestos de desarrollo que las que se indican en el informe de Randstad. Es decir, que hay desarrolladores que están pidiendo ganar lo mismo o más que lo que, en teoría, se paga por los CIO mejor remunerados.

Ante la imposibilidad de poder afrontar estas cifras, muchas empresas apuestan por completar la nómina que son capaces de pagar con otra serie de perks o beneficios. Más allá de futbolines en la oficina o los tradicionales beneficios de descuento en gimnasios o seguros de salud, las firmas y sus departamentos de recursos humanos preparan ofertas con días extras de descanso, posibilidad de trabajar total o parcialmente de forma remota…  

Un número relevante de empresarios consideran que se está generando una burbuja en el tema de los salarios tecnológicos que, antes o después, tendrá que explotar. Mientras, los supuestos beneficiarios de esta puede que intenten sacar partido de la situación o que, simplemente, pidan esas retribuciones "desorbitadas" como manera de quedarse en el puesto y en la empresa en la que están.

Muchos de estos profesionales están, de hecho, dispuestos a ganar menos si tienen otra serie de condiciones que consideran fundamentales, como esa posibilidad de trabajar desde cualquier parte. Algo que, por qué no decirlo, miran con envidia muchos otros profesionales para los que las posibilidades de teletrabajar se están recortando a marchas forzadas en la medida en que la pandemia, aún presente, nos deja volver a una cierta "normalidad". 

Sin embargo, también los hay que, en esta posición de privilegio (con remuneraciones indudablemente al alza y con la capacidad de poder pedir y exigir determinadas mejoras en las condiciones laborales), consideran que es ahora cuando deberían, como en su momento hicieron los trabajadores del metal, presionar para mejorar un acuerdo de mínimos entre patronal y sindicatos, entre empresas y trabajadores. Sobre todo después de que se conociera la propuesta de la patronal de las consultoras. 

El miedo de alguno de estos trabajadores es que, si finalmente estalla la burbuja de los salarios o si los nubarrones económicos que se vislumbran empiezan finalmente a descargar toda su tormenta, todo esto que se ha ido consiguiendo en una situación favorable desaparezca y haya que empezar desde cero a luchar por mejores condiciones porque el horno ya no esté para bollos.

Sea como fuere, lo que está claro, tal y como deja patente el informe Building a Common Language for Skills at Work del Foro Económico Mundial, la fuerza laboral tiene que aprender y reaprender rápidamente nuevas competencias, ya que la recualificación, el perfeccionamiento y la redistribución definen la "nueva normalidad" en el futuro del trabajo.

Y, ojo, que no se trata solo de tener destrezas consideradas técnicas, sino también que estos perfiles desarrollen esas habilidades mal llamadas "blandas". Tal y como subraya este informe, a través de las competencias, y no de los conocimientos, los empleadores puedan identificar el talento que necesitan para que las empresas prosperen y, al mismo tiempo, los mercados laborales serán más justos porque las personas podrán pasar rápidamente de una función a otra.