"Don’t miss the train… but don’ t jump in a train that is already full” (No pierdas el tren, pero no saltes a un tren que esté lleno).

El premio Nobel de Química Jean Marie Lehn respondió así a la petición de uno de los numerosos investigadores y profesores que le escuchaban a principios de esta semana en el tradicional #NobelMeeting organizado por la Fundación Premios Rei Jaume I y el Instituto de Ciencia Molecular (ICMol) en el Parc Científic de la Universidad de Valencia.

A los Nobel se les presupone sabios. Aunque la inteligencia no se concentra sólo en ellos, ni es un valor absoluto, como nos hizo saber Howard Gardner con su teoría de las inteligencias múltiples. Aunque la historia de los Nobel, repleta de aciertos, contenga meteduras de pata como la de Julius Jauregg, reconocido en Medicina (1927) por la idea un tanto insólita -luego se demostró descabellada- de proponer la cura de la demencia inoculando la malaria.  Por no hablar de Henry Kissinger y su reconocimiento como pacificador del mundo.

Convenimos, por tanto, en que a Jean Marie Lehn se le pedía un consejo de sabio para quienes se abren paso en el oficio de la investigación. Y este extraordinario hombre, ávido lector de la Filosofía y amante de las lenguas clásicas, lo dejó claro: dedícate a lo que crees que tiene posibilidades, pero tampoco te dejes llevar por las modas simplemente porque gran parte del mundo las sigue. El investigador debe intentar ser rompedor y pionero, sí. Pero la especialización le refuerza y la generalización le debilita.

En una charla posterior, el comentario del extraordinario químico francés fue derivando en reflexiones algo más amplia sobre el destino que el Gobierno pretende dar a los fondos europeos para transformar la industria. Y se escuchó algún comentario del estilo, “un país como España no puede pretender ser líder en todo”.

Obviamente, se estaba aludiendo al variopinto abanico de posibilidades que se están abriendo con los ya famosos PERTE, los grandes planes consorciados en los que, con dinero de Europa y una equivalente aportación del sector privado, el Gobierno de España pretende transformar la industria automovilística, el sector de semiconductores, la sanidad o la agricultura. Siempre que la burocracia permita que el dinero llegue allí donde tiene que hacerlo.   

A mi juicio, el consejo del premio Nobel es válido para el oficio de investigar, pero también para el de gestor de dinero público. En el fondo, el esfuerzo colectivo se debe centrar en transformar el país. Pero no sólo con el periscopio apuntando a la industria. Porque el andamiaje de los PERTE y de la reindustrialización (y la recuperación de la fabricación que pretende Europa) es imposible de sostener sin que España y sus universidades sean capaces de poner en el mercado los medios humanos y técnicos suficientes para ello.

De ahí que se haya recibido con dosis de esperanza -diluidas en un mar de escepticismo- el anuncio del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizado esta semana en el South Summit de lo que denominó “Plan de promoción, retención y atracción del talento científico e innovador”. El citado programa, que se aprobará de manera inminente, contará con 30 medidas para los próximos 18 meses, tal y como recogió Noelia Hernández para D+I.

El objetivo, según Sánchez, es "dar más oportunidades para el desarrollo de la carrera científica, aumentar las convocatorias de acceso a plazas fijas e impulsar la incorporación del talento científico al sector público". Tres ideas que suscribiría, ya mismo, el 99% de las personas que se dedican a la investigación en este país. Aun así, esperaremos al detalle de lo anunciado. Porque, volviendo al Nobel, en España no se puede investigar todo.