Durante lo que llevamos de 2022 ha aumentado la incertidumbre en el mercado. Sin embargo, inversiones como las que realizamos en el mundo del venture capital obedecen a dinámicas largoplacistas y es esa perspectiva la que tenemos que mantener a la hora de analizar el futuro del sector.

2021 fue un año de aceleración y maduración sin precedentes del sector emprendedor español. Cada vez contamos con más compañías, más fundadores y, lo que más nos faltaban, más referencias de éxito que alimentan el círculo virtuoso de la innovación.

Es inevitable tener un punto de soñador cuando tu trabajo es apoyar a estos tipos tan especiales. Cada vez que invertimos en un nuevo proyecto lo hacemos con el convencimiento de que llegará a conquistar una industria o cambiar las vidas de muchas personas. Sin embargo, incluso las mejores carteras de inversión de venture capital suelen contar tan solo con unos pocos de estos proyectos capaces de retornar una o varias veces el capital del fondo.

La curva que gobierna el retorno de estas carteras no es la de una distribución normal si no la de la ley de potencias (power law), lo que significa, en términos sencillos, que unas pocas de las inversiones de la cartera proporcionan la mayor parte del retorno de ésta.

Un ejercicio que realizamos constantemente los inversores dedicados a la gestión de carteras de venture capital es el de tratar de identificar patrones entre los proyectos que consiguen despuntar con la intención de replicar los éxitos pasados y así, construir una cartera donde la ley de potencias juegue a nuestro favor y podamos proporcionar retornos consistentes a nuestros inversores.

Conociendo al emprendedor

Cuando conoces a fondo estos proyectos te das cuenta de cómo la idea suele diluirse en favor de otros factores como el activo que representa el emprendedor. En las startups más exitosas de España, sus fundadores son el mayor generador de valor.

Siempre que un equipo decide compartir su proyecto conmigo me gusta escuchar cómo nació. Además del romanticismo de entender cómo se forja una compañía, suele dar muchas pistas sobre los factores que influyen en el éxito de la startup.

Iker Marcaide, fundador de Flywire, cotizada en el Nasdaq, parecía tener un plan de ruta claro para desarrollar su visión. Sufrió en primera persona lo complicado y caro que resultaba hacer una simple transferencia para el pago de la matrícula de su universidad en Estados Unidos. Recuerdo la conversación que precedió a nuestra inversión. Era llamativo como conocía los números de su compañía y la facilidad con la que articulaba la historia, la conectaba con las necesidades que miles de alumnos de todo el mundo tenían y cómo las universidades se beneficiarían también de su sistema. Se notaba pasión, pero también un alto conocimiento de las necesidades de sus clientes.

Pedro Castillo, fundador de Devo, valorada en más de mil millones de dólares, decidió emprender a pesar de estar a gusto en su puesto de dirección en Bankinter. En estas primeras conversaciones mostraba muchos de esos rasgos que buscamos en nuestras inversiones. Pedro lo sabía todo de su producto y lo combinaba con una gran intuición para el negocio. Una combinación rara y difícil. Además, estaba muy conectado en la industria. Muchos de nuestros emprendedores tienen relaciones muy fluidas con los que son sus competidores y, quién sabe a lo mejor futuros compradores.

Los emprendedores persiguen solucionar grandes problemas, ya sea porque lo han sufrido en sus carnes o porque su ambición les pide buscar un reto inmenso. Los fundadores de Capchase no pararon con sus sesiones de tormenta de ideas hasta que encontraron en la financiación de startups SaaS, un inmenso problema y una grandísima oportunidad.

Rebeca Minguela, fundadora de Clarity, tras crear y vender con éxito Blink, una app de viaje para reservas de último minuto, decidió volver a empezar de cero otra compañía, esta vez en el mundo de la inteligencia artificial para crear el estándar mundial de reputación ESG basado en datos y que ha conseguido la inversión de gigantes como Blackrock.

De estas primeras conversaciones con los fundadores se aprende mucho de su pasión y determinación, de lo que piensan sobre su negocio, de su visión y de la cultura que inculcarán a la organización. Estas conversaciones son una fuente inagotable para conocer los aspectos que hacen especiales a estas compañías.  

Resiliencia combinada con suerte

Tan importante como los líderes de una startup son los compañeros de viaje que se eligen. En el libro 'Why Startups Fail' de Tom Eisseman se dedica un capítulo entero sólo a explicar lo importante que es encontrar el equipo, los inversores y socios adecuados y lo destructivo de cometer un error en esta área.

Escoger a las personas equivocadas puede fácilmente destruir estas compañías. Sin embargo, es difícil decir que no cuando parece no haber opciones. He presenciado en muchas ocasiones lo que un socio equivocado puede hacer a una startup y, en la mayoría de los casos, el problema estaba identificado desde el primer momento.

Muchas veces invertimos después de varios años conociendo la compañía en parte por la oportunidad de ver cómo combaten la adversidad, su resiliencia. Cuando un emprendedor comparte conmigo su historia, estoy muy atento a cómo superaron las 'curvas': compradores que se echan atrás en el último momento, números que no salen o financiación que no llega.

Al final hay una componente de suerte y de cintura del emprendedor. Es lo que Tom Eissenman llama “milagros en cascada”, los innumerables momentos de vida o muerte que pasa una startup hasta llegar al éxito y cuya probabilidad agregada de terminar en éxito tiende a cero. Sólo unos pocos lo logran contra todo pronóstico, pero todos se merecen nuestro más absoluto respeto por intentarlo.

*** Juan López es socio de Kibo Ventures.