En mi última columna comenté que quería escribir sobre la paradoja ESG, así que lo prometido es deuda. Según la RAE una paradoja es un hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica, el empleo de expresiones o frases que encierran una aparente contradicción entre sí. Por ejemplo: mucho hablar de ESG y después invierte en empresas mineras.

Pués resulta que minerales como el litio, el cobalto o el cobre son fundamentales para que la revolución verde avance, porque sin ellos las baterías de los vehículos eléctricos no serían lo que son.  Si, de acuerdo, hay cosas mejorables como la conocida trampa del cobalto, las condiciones laborales en las minas, incluso si los VE son la solución al problema… pero se están dando pasos.

Leyendo el documento académica "Fundamentos de la inversión ESG: Cómo afecta ESG a la valoración, al riesgo y al rendimiento de la equidad", se llega a la conclusión de que las empresas que se adhieren a principios ESG tienen costes de capital más bajos, valoraciones más altas, son menos vulnerables a los riesgos sistémicos y son más rentables. Una de las consecuencias de ello es que las empresas con valoraciones ESG bajas tenderán a tener costes de capital más altos, lo que las situará en desventaja competitiva. Por lo tanto, un resultado positivo de la popularidad de la inversión ESG es que está haciendo que las empresas se centren en mejorar sus valoraciones ESG para reducir su coste de capital.

Sin embargo, otro documento sobre inversión sostenible, "La desconexión de la innovación ESG: evidencia de patentes ecológicas", en el que documentaron un fuerte patrón empírico en la producción de patentes verdes y llegaron a la conclusión de que las empresas productoras de petróleo, gas y energía, empresas con valoraciones ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) más bajas, y que a menudo están explícitamente excluidas del universo de inversión de los fondos ESG, son innovadores clave si tenemos en cuenta la cantidad de patentes verdes que generan. Los autores de dicho documento se preguntan si las exclusiones actuales de muchas políticas centradas en ESG, junto con la creciente incidencia de campañas de desinversión explícitas, son óptimas, o si los incentivos basados en recompensas conducirían a resultados innovadores más eficientes. Una paradoja más en el camino, a no ser que interpretemos que estos sectores son más activos en innovación verde porque saben que son de los más contaminantes del mundo.

Si saltamos al sector financiero, hay quien se pregunta por qué los bancos hablan tanto de ESG y después hacen tan poco en ese campo. Existe una contradicción intrínseca en el comportamiento de partes de la industria de servicios financieros y sus esfuerzos por vender billones de euros en productos ESG a inversores y clientes. Demasiados bancos o gestores de activos tienen una división que proclama la santidad de sus esfuerzos ESG, y otra que ejecuta acuerdos bancarios en industrias extractivas, lanzan fondos de inversión con precios excesivos o invierten en empresas cuya ética es cuestionable. ¿Paradójico?

Tengo que ir acabando esta columna de opinión, pero hago mío el título de un artículo de Mauro Accurso, de South Pole, titulado "la sostenibilidad es una arena movediza: la paradoja de mejorar rápido el planeta sin hundirnos más en el desastre climático". En él dice que “nos enfrentamos a una paradoja de transformación, donde buscamos frenar la crisis climática y ecosistémica yendo con urgencia hacia una economía verde pero sin reconocer que este cambio también desestabiliza el ambiente”.

Por mi parte, creo que las cosas se pueden hacer mejor, pero es importante ir dando pasos. Como decía el filósofo chino Lao-Tse: “Un viaje de mil millas comienza con un primer paso”. Así que evitemos tachar de ilusos o hipócritas a todas las personas abanderadas de los criterios ESG, porque ellas son las que estimulan al resto para mejorar el mundo.