En la interesantísima Edad Media, muchas trifulcas y bochinches se solucionaban a través de las famosas justas, en las que, a los lomos del caballo, los adversarios y/o competidores, se enfrentaban en un emocionante y, a veces, desgarrador torneo, portando una elaborada lanza de madera, junto con la armadura y escudo, como buenos EPI (Equipo de Protección Individual) de la época.

Este célebre certamen, era conocido como “romper una lanza”, aunque en sí misma, no estaba obligada a romperse en cada combate, dado que el simple derribo del adversario era suficiente para quedar vencedor. El objetivo de tan prestigioso evento era, entre otros, el defender el honor del propio participante o en representación de otra persona que, por cuestiones físicas o mentales, no podía defenderse en tal notorio acontecimiento por sí misma. De aquí se extendió el uso de la frase “romper una lanza por alguien”.

Hoy en 2021, unos cuantos siglos después de estos célebres combates “judiciales”, la verdad es que, la pandemia ha provocado el florecimiento de todo tipo de reacciones personales, profesionales y como no, empresariales. De hecho, según Rafael Doménech, catedrático de Economía Aplicada por la Universidad de Valencia, el consumo por internet se incrementó un 46% desde finales de 2019. Han cambiado nuestros hábitos y surgen nuevos negocios asociados a nuevas formas de comprar como el live shopping, recién llegado a España y que en China ya supone el 10% del comercio electrónico, o el pago contactless, que ha venido para quedarse con un incremento actual de más del 15% según el Banco de España.

La covid-19, nos ha hecho comprender mejor que cualquier otra circunstancia, que las personas tenemos una capacidad oculta e innata en “resetearnos” ante la adversidad y en adaptarnos de forma ágil a una nueva situación, aunque ello suponga un cambio drástico de nuestros hábitos y nuestra forma de pensar. Se ha avanzado más en ocho meses que en los últimos 8 años. Grandes empresas han sufrido y en cambio, según Gartner, se han incrementado en un 32% las empresas que trabajan en la economía de freelancers.  “Quien lo hubiera dicho hace un año…”- que decimos a menudo, y así ha sido.

Las empresas son, en sí mismas, personas que realizan o generan una actividad empresarial y comercial, en forma física o jurídica, pero personas, al fin y al cabo; y esto, con la pandemia, ha sido más impactante que nunca en nuestras pymes españolas. En 2020, el teletrabajo se incrementó en un 400% y, aunque ahora, está volviendo a porcentajes más razonables, lo cierto es que, con respecto al 2019, la tasa de incremento ha sido demoledor. Como consecuencia de este cambio paradigmático, el “reinicio” de los empleados y empresarios, con especial esfuerzo, de las pequeñas y medianas empresas, ha sido espectacular. El acreditado Ben Hammersley, editor de la revista Wired UK y experto en ciberseguridad comentó hace pocos meses que "los cambios que predijimos para dentro de 10 años han ocurrido en seis semanas". Y así ha sido en múltiples facetas y procesos de nuestras empresas.

Según el observatorio sobre digitalización de GoDaddy, el 52% de las pymes demostró gran capacidad de adaptación e, incluso, el 26% había crecido y el 12% había expandido su negocio online. Pero lo importante, es que, según dicho observatorio, el 75% de las pymes quieren ampliar los conocimientos tecnológicos y digitales para impulsar su negocio.

La actitud del empresario y de sus colaboradores es clara. Podemos leer mucho, supongo que como crítica constructiva, que las empresas españolas van a la cola de la innovación y de la digitalización. Que no hay interés, que no es una prioridad o que no está dentro de las principales partidas presupuestos empresariales a corto plazo. Y es posible que, en algunos casos, así sea. 

Pero en la gran mayoría, el innegable y tenaz espíritu luchador de nuestras empresas, es irrefutable, y aunque no todas, por una cuestión económica, productiva, familiar, etc., pueden alcanzar la misma velocidad en la necesaria evolución hacia la digitalización e innovación tecnológica, lo cierto es que, para subirse al “AVE tecnológico”, es más importante la actitud y capacidad de adaptación cultural a este trepidante escenario que el recurso económico en sí mismo. Si las personas no se adaptan a una nueva forma de hacer, la inversión tecnológica servirá de poco y, las empresas españolas, no lo olvidemos, son personas con mucha actitud y mucha capacidad de adaptación, como así han demostrado durante la covid-19 con la que, aún hoy, debemos seguir vigilantes.

Por todo ello, me permito “romper una lanza” en favor de las pymes españolas por su esfuerzo y su capacidad de regeneración tanto por parte del empresario como del colaborador. El torneo está siendo duro, implacable e inesperado, pero el adversario caerá y la reputada resiliencia empresarial será clave en la adaptación a este transformador futuro, ya presente en nuestras vidas.

 

*** Alfonso Merino es director de RRHH, profesor universitario y miembro de la Asociación Española de Directores de RRHH