El complejo de inferioridad puede definirse como un reflejo mental creado en nuestra propia cabeza al compararnos constantemente con los demás, de manera enfermiza, arrojando siempre la irremediable sensación de no estar a la altura de lo esperable. Y, como mecanismo de defensa ante este fenómeno, muchas veces las personas con complejo de inferioridad tienden a sobreactuar para ocultar estos temores.

Lo curioso es que el complejo de inferioridad no sólo puede asociarse a personas individuales, sino que también puede formar parte intrínseca del imaginario colectivo de determinadas sociedades. Y algunos de esos ejemplos los he percibido esta misma semana en Sevilla, donde se está celebrando el Tourism Innovation Summit 2021.

La capital andaluza, convertida en epicentro de la innovación turística a escala internacional, también es sede de importantes hubs tecnológicos que combinan solera, disrupción y ambición. Uno de ellos es el Parque Científico y Tecnológico Cartuja, heredero del espacio físico que ocupó la Expo 92 y uno de los polos más dinámicos y potentes del panorama patrio. 

Pero, volviendo a la definición inicial del complejo de inferioridad, parece que el importante rol que juega este parque no es suficiente para sus impulsores. Y eso lleva a reflexiones, comparaciones y argumentos que llevan a un servidor a dudar incluso de sus propias afirmaciones de base.

"¿Conocen el Apple Park en Cupertino? Pues bien: el Parque Científico y Tecnológico Cartuja es mayor en todas sus dimensiones. Tenemos más árboles, más agua...", rezaba la información de la guía contratada por el Ayuntamiento de la localidad. Sin tener en cuenta los peculiares elementos de comparación (desconozco si el número de animales salvajes también puede figurar en el ránking), lo cierto es que la comparación denota una necesidad de notoriedad (compararse con una de las mayores compañías del mundo, que opera en el sector de consumo) que obvia la más básica lógica (no comparar una única compañía con una región entera). "¿Qué pasaría si comparáramos Cartuja con Silicon Valley entero?", les interpelé. No obtuve respuesta.

El complejo de inferioridad lleva incluso a afirmaciones que rozan la más directa mentira. "Aquí tenemos la sede principal del Joint Research Centre, una de las pocas direcciones generales de la Unión Europea que están fuera de Bruselas y desde donde se dirigen las políticas de cambio climático de toda la UE", defienden los portavoces del consistorio sevillano. Ante este comentario, a algunos periodistas se nos encienden algunas alarmas. Y una rápida consulta a la web oficial de las instituciones comunitarias desmontan la mayor: el JRC es un organismo científico consultivo, para empezar, con sede central... ¡en Bruselas!, para continuar, y cinco centros más en diferentes países europeos. 

¿Mienten a propósito en algo tan simple de contrastar por alguna motivación oculta? No creo que haya que buscar ninguna intención malvada ni nada por el estilo: es la simple necesidad de sobreexponerse, ese 'pasarse de rosca' al intentar presumir de algo, como el Parque Científico y Tecnológico Cartuja, que sin adornos ni florituras ya impresiona a propios y ajenos. De hecho, estas manipulaciones de la realidad afean más que benefician.

Hasta aquí lo anecdótico, pero piensen a escala mayor y verán que este mismo fenómeno se reproduce con demasiada frecuencia. ¿Cuántos discursos políticos comienzan presumiendo de la situación de España en informes como el DESI? ¿Cuántas startups incluyen referencias a Apple o Google, comparándose directamente con ellas para justificar sus modelos de negocio? ¿A cuántos alcaldes hemos oído aquello de "queremos ser el nuevo Silicon Valley del sur de Europa"?

Francia, Alemania o los países nórdicos, por citar a los grandes polos de innovación europeos, han buscado su propia naturaleza en el mapa mundial de la tecnología. Su mente está puesta en sus fortalezas y debilidades, sin complejos frente a otras naciones. Solo con la conciencia clara de dónde está cada uno. Perder ese complejo de inferioridad no sólo es recomendable, sino que es imperativo si queremos de veras competir en el mundo globalizado y dejar de ser 'los cuñados' de la arena digital.