Recientemente la Unión Europa ha publicado una convocatoria de ayudas cuya lectura arroja luz sobre lo que se espera del futuro: que los nodos se conecten, que las aceleradoras se hibriden, que los fondos se concentren, que los servicios se mancomunen, que las startups se hablen con la vocación de adherirse, de pegarse, de hacer juntas; que los gobiernos regionales se centren y arrimen el hombro, que los centros de educación se sumen a la causa y afloren conocimiento y lo pongan en manos de los hacedores de negocios.

La propuesta no puede encajar mejor con la iniciativa 1070 Km. Hub, esa idea de colaboración cocreativa para unir todos los nodos del mediterráneo sur que nació de la inteligencia no artificial de Torrejuana OST (Alicante) e Innsomnia (Valencia), y a la que se han sumado nodos de Murcia, Almería, Granada Málaga y Baleares. Los promotores de la iniciativa lo apuestan todo al crecimiento y a la conexión entre ecosistemas para competir con los más grandes.

¿La clave? Que las startups crezcan dentro del espacio, al menos en fase 2, y que no migren a las primeras de cambio.

Hay más de 1070 eventos digitales y encuentros de startuperos al año. Hay decenas de microfondos para lo mismo que buscan eso de invertir poco en cien para ver si sale una. Hay ideas iguales o muy semejantes casi en cualquier región de España: bots de asistencia, proyectos de telemedicina que usan la biometría, nuevas ecards cada día… Hay más de 1070 premios y concursos y hackatones y libros de emprendimiento.

Demasiado atomizado todo. Lo malo de este minifundismo digital (Andrés Pedreño ancla buena parte de su discurso vertabrador de ejes digitales sobre este concepto) es que la suma de todos esos factores agregados no genera valor.

Factores de crecimiento

La UE ha pedido a quienes se quieran constituir en nodo Smart que expliquen cómo pretenden conseguir los objetivos planteados: startups que pasen de facturar 500.000 euros a 10 millones, de diez millones a 100 millones. Los KPIs están bien definidos, no se quiere entrar mucho en los detalles, pero sí que es necesario innovar en los consorcios, en las propuestas de acción conjunta.

En un mercado caracterizado por su fragmentación natural (la Europa de las regiones y de las provincias dentro de las regiones y de las ciudades inmersas en sus provincias) las startups han de encontrar un espacio natural de escalado en su colaboración con corporaciones. Los procesos de innovación abierta permiten la conexión directa entre quienes piensan por fuera y quienes ejecutan dentro y ahí, en ese terreno, todos ganan.

Es necesario quitarle faranduleo a las convocatorias y despejar el camino para que las mejores ideas y las corporaciones más interesadas se encuentren y cocreen. Las claves del proceso, además de conectar, se encuentran en los pasos posteriores: ¿qué pasa si el proyecto funciona?, ¿de quién es el producto/servicio?, ¿cómo se estructura el proceso de inversión?, ¿quién gobierna el crecimiento?

En muchos casos el tema acaba como siempre: el grande se come al pequeño (lo compra) y luego lo mata, por eso, en el descampado del emprendimiento, nos encontramos con un buen puñado de founders satisfechos por su exit. Mal. Andar ese camino para alcanzar esa meta es poco transformador.

Para transformar necesitamos que los exits sean más tardíos y que la empresa vendida subsista a su Goliat y sea capaz de tener alma propia. Es más, en esa derivada digital sería interesante que incluso le pudiera competir a su particular monstruo. Para eso, más que VCs y ángeles financieros, que también, necesitamos consultoría de procesos, asesoramiento previo.

A los emprendedores de base hay que explicarles bien que deshacerse de una parte importante de su idea en fases muy tempranas es un error. Si no dejamos que las ideas brillantes despunten, su potencial máximo no podrá ser nunca visto por nadie. Es como tomar decisiones viendo siempre las cosas desde tierra, de repente alguien se eleva y se lleva las manos a la cabeza: ¡pero cómo no supimos ver esto!

Los proyectos deberían nacer globales. Es difícil, lo sé, pero es que si fuera sencillo no estaríamos escribiendo este desiderátum. Cosas de andar por casa: todo en inglés, equipos multidisciplinares, benchmark internacional, test con corporaciones globales…

Desde mi punto de vista otro de los factores clave de este crecimiento Smart son los programas de aterrizaje internacionales. El ICEX ha lanzado varios programas Desafía (Tel Aviv, Silicon Valley) pero es necesario redoblar esos esfuerzos. Aquí las empresas europeas tienen un problema endémico: somos tan pequeños en comparación con nuestros competidores chinos y americanos que si queremos salir fuera tenemos que destaparnos los pies porque la manta no nos llega para cubrirnos por completo.

Cumplir con los objetivos de internacionalización de nuestra economía digital requiere más capital, seguro, pero tampoco es suficiente. Hay que conectar con empresas locales, fomentar los esquemas de spin-off tecnológicos, entrar en porfolios de grandes multinacionales que desarrollan proyectos llave en mano sobre marcas blancas… Crecer es saber compartir, estar dispuesto a que el linaje de tu empresa se nutra de las aportaciones de los demás…

Habrá seguro otras 1070 cosas que hacer, pero esas ya las vamos aportando poco a poco…

*** Fran Estevan es escritor y fundador de LocalEurope.