Ha pasado desapercibido el hecho de que el investigador ilicitano Francis Mójica, cuyos descubrimientos permitieron alumbrar la tecnología de edición genética CRISPRCas9, se ha convertido sólo recientemente en catedrático de la Universidad de Alicante. Ha recibido numerosos doctorados honoris causa en España, pero por una cuestión estrictamente burocrática se los concedían como profesor e investigador y no como catedrático. La anécdota sirve de epítome del estado en que se encuentra ese Narciso atrapado en su propio reflejo que es nuestro sistema de ciencia e innovación, sobre el que ahora se vuelcan todas las miradas con la esperanza de que el repique de los miles de millones de Europa consiga despertarlo.

Nadie movió un dedo desde la Administración española ni desde nuestras grandes corporaciones para entrar en la guerra de las patentes del CRISPR, un negocio de 46.000 millones de dólares, que enfrentó al Instituto Broad del MIT y al consorcio liderado por la Universidad de California en Berkeley, junto a la Universidad de Viena, en representación de las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, a la postre ganadoras del Nobel de Química 2020. Una disputa, por cierto, que no acaba de cerrarse. Con las publicaciones de Francis Mójica, anteriores en el tiempo a las de los otros tres, bien se pudiera haber presentado batalla, aseguran expertos del mundo científico.

Y qué decir de esa carrera de las gigafactorías (qué bien se mueve en Bruselas el lobby del automóvil alemán) en la que está inmerso todo el continente, con España suplicando que Volkswagen nos dé entrada en sus planes de producción de baterías. Resulta que, a mediados de la pasada década, altos cargos de la Administración, autonómica y estatal, fondos de inversión y directivos en nuestro país de grandes corporaciones sencillamente despreciaron las ideas de un tal Peter Carlsson y su socio Paolo Cerruti, exdirectivos de Tesla que tenían en mente construir una megaplanta de baterías en Europa. ¿De qué hablan estos, verdad? Finalmente, la actual Northvolt se instaló en Suecia y desde allí brilla con indudable ventaja competitiva (la misma que habría tenido hoy España de haber actuado con agilidad) sobre sus atropellados seguidores.

Tropezamos en la misma piedra una y otra vez. ¿Recuerdan cuando les hablé del problema con las redes privadas industriales de 5G? Ya ha habido alguna empresa del sector de la automoción que ha preguntado, antes de invertir en España, en qué punto estamos en este asunto. Y al enterarse de que no, de que ahora mismo si quiere una red 5G en su factoría tiene que implantarse los sistemas propietario que le venden Telefónica, Vodafone y Orange, ha decidido dar la vuelta y trasladarse a Alemania. Ojo, que la cosa va en serio y nosotros sin regular el tema, que no.

Tampoco se reacciona a la toma de empresas posicionadas en sectores estratégicos por parte de grandes corporaciones globales. Hace un año era la compra por Hitachi High Tech Corporation del mejor laboratorio de diseño de chips de fotónica de Europa, el de la valenciana VLC Photonics. Nadie quiso ver la posibilidad de atraer, y hasta promover, una gran foundry de semiconductores aprovechando la inusual circunstancia de que una empresa tan competitiva hubiera nacido en nuestro suelo. Y ahí está hoy la industria, esperando a que el dedo todopoderoso de Intel y TMC indique dónde instalarán sus fábricas de chips.

La compra por parte del gigante ABB de una compañía posicionada de forma admirable y muy meritoria en el mundo de la robótica y, sobre todo, en el de los vehículos autónomos, ASTI Mobile Robotics, que gestionará desde Burgos la principal sede de Robots Móviles Autónomos (AMR) de la multinacional, no hace más que engordar la nómina. Bravo Verónica Pascual, uno de nuestros grandes talentos, aunque siempre nos quedará a los espectadores el regusto de oportunidad perdida para haber impulsado el sector desde el propio país.

En un momento en el que el Gobierno de España está solicitando, a través de Manifestaciones de Interés, ideas para determinar qué hacer con los Fondos de Recuperación, es normal preguntarse si en un país que no supo ver la oportunidad de Francis Mójica, VLC Photonics, ASTI Mobile Robotics y Northvolt, y que sigue aplazando la cuestión de las redes privadas de 5G, hay voluntad de tomarse en serio propuestas a medio y largo plazo capaces de transformar el modelo productivo. Echen un vistazo a los datos que publica el propio Gobierno sobre cómo va la recepción de peticiones para esas Manifestaciones de Interés, no digo más.

Ahí no acaba la cosa. Hay otro asunto relacionado con todo esto que también debería hacer reaccionar al sistema de ciencia e innovación español. Como me decía hace unos días un directivo con presencia en varios consejos de administración del Ibex35, “si el problema de ejecutar los fondos europeos es grande, todavía lo es más el problema de ejecutarlos bien”. Ah, asunto capital este.

Por qué resulta imposible conocer al gatekeeper de los fondos de innovación del CDTI, por ejemplo. Y eso que se trata del organismo público español que más está haciendo por fomentar la I+D de las pymes, con mucha diferencia. Pero a las empresas que solicitan ayudas les interesaría conocer el criterio con las que se adjudican, la visión acerca de qué es innovación y qué no lo es del responsable del equipo que analiza esas peticiones. Por muchos sistemas objetivos de baremación que se utilicen en la resolución de los expedientes siempre está presente un componente discrecional. ¿Qué es y qué no es innovación?, insisto. ¿Quién lo decide en España?

No hay forma de acceder a esas personas desde los medios de comunicación, ni desde las empresas, ni desde las asociaciones. Es uno de los secretos a voces de nuestro país, una de esas imperfecciones estructurales del sistema acerca de las cuales no se habla porque antes o después eres tú el que sale beneficiado. Una falta de transparencia en la concesión de ayudas que afecta también a otros órdenes, no sólo el de la innovación, por supuesto. Y si entramos en la cosa de las Administraciones territoriales el tema adquiere tintes kafkianos (cuántas empresas y centros de investigación son conminados a presentar solicitudes en el último trimestre del año “lo que sea, que se va a pasar el plazo y se van a perder”; y ese presupuesto de los diputados europeos para informes que reparten a discreción, a precio de oro la página…)

En cierta ocasión, un centro tecnológico que tenía la seguridad de acreditar más méritos que el resto de candidatos, pero había sido relegado en la puntuación, estuvo a punto de acudir a la Justicia para abrir la caja de Pandora. Se encontró la forma de evitarlo.

La doble cuestión, en definitiva, que nos debe preocupar, marketing político aparte, es disponer de un buen marco de prioridades basadas en el conocimiento real del mercado, por una parte, y asegurarnos de que los gatekeepers de las ayudas actúan de forma transparente y basada en la meritocracia, por otra. Esta sí es la Mesa de Diálogo que necesita el país.

Némesis castiga a Narciso por despreciar a la ninfa Eco, y le condena a mirar eternamente su reflejo en el río. La describe así Robert Graves: “Némesis sostiene una rama de manzano en una mano, y una rueda en la otra, y lleva puesta una corona adornada con ciervos; el látigo cuelga de su cinturón”.